EL SÉMPTIMO DOMINGO ORDINARIO
(Isaías
49:14-15; I Corintios 4:1-5; Mateo 6:24-34)
La mujer
esperaba la visita de su hijo y su familia. Rezó que no terminara en discusiones. Pues su nuera siempre le había mostraba tanta
amargura que ella le considerara como una “enemiga”. Por la oración quería cumplir la prescripción
de Jesús para tratar a tales personas en el evangelio hoy.
No hay
ninguna frase en el evangelio más distintiva de Jesús que la exigencia a amar a
los enemigos. Evidentemente él es la
primera persona anotada en la historia para ocupar la frase. Es cierto que el Antiguo Testamento menciona
la necesidad de cooperar con los enemigos.
Platón insiste que se debe al enemigo la justicia. Y Seneca, un sabio romano, recomienda que se
les haga beneficios aun a los ingratos. Pero
Jesús dice sin demora ni reserva que tenemos que amar a nuestros enemigos.
Por
decir esto, no es necesario que sintamos cariño para los que nos harían mal. Pues, el amor en la Biblia tiene que ver más
con actos por el bien del otro que afecto por él o ella. Por eso, Jesús provee ejemplos de buenas
obras en su explicación sobre cómo responder a los malvados. Dice que si
alguien te golpea en la mejilla derecha, que le ofrezcas la izquierda; si te
obliga que camines mil pasos que camines dos mil. Ciertamente nos está exigiendo un curso tan duro
como las cien millas que corren los súper-maratonistas. Por eso, vale la pena preguntar: ¿cómo deberíamos
aplicar estos ejemplos en nuestras vidas?
Dicen
algunos comentaristas bíblicos que en el Sermón en el Monte Jesús está hablando
del final de los tiempos. Entonces el
mundo conocerá el Reino de Dios en plenitud donde todo hecho malo será
castigado y todo hecho bueno será premiado.
Ahora, por la gracia los discípulos de Jesús, que incluyen a nosotros, experimentan
ese tiempo bendito. Por eso deberíamos
cumplir todo lo que les pidan otras personas con añadidura. La dificultad con este planteamiento es que si
lo seguimos al pie de la letra vamos a terminar completamente dispersos. De veras, nuestras vidas estarán consumidas
haciendo las diferentes tareas tanto de los amigos como de los enemigos.
Otros
comentan que el motivo de Jesús con estos ejemplos es mostrar como su
mandamiento del amor sirve como una estrategia efectiva para vencer al
enemigo. En este parecer por ofrecer la
mejilla izquierda después de tomar un golpe en la derecha vamos a avergonzar al
enemigo de modo que todos reconozcan nuestro valor superior. Pero Jesús siempre dice en este Sermón que
nuestro propósito debe ser complacer a Dios no impresionar a otros hombres.
No
parece atinada ninguna de estas alternativas.
De alguna manera tenemos que aceptar la validez del mandamiento del amor
al enemigo sin gastarnos haciendo cosas que
pueden ser destructivas. Podemos ver una
resolución en el pasaje evangélico del domingo pasado. Allí Jesús exige que cortemos la mano si nos
causa a pecar. Seguramente esto es una
exageración deliberada de parte de Jesús para advertirnos que no pequemos. De igual manera Jesús extiende los ejemplos
de cumplir todo lo que nos pidan los malvados para despertarnos al hecho que debemos
siempre hacerles el bien, nunca el mal. En
el caso de una persona golpeándonos, no deberíamos buscar la venganza sino la
reconciliación. Similarmente en el caso
de la persona que nos exige la túnica: que no le demos la espalda sino que le escuchemos
con intención a ayudarle.
Hay una
famosa leyenda de San Francisco de Asís domando un lobo que comía a los
ciudadanos de un pueblo. Según la
historia San Francisco racionalizó con el lobo: si él dejaría de atacar a la
gente, ellos le daría de comer todos los días.
El lobo le dio a San Francisco la pezuña y no hubo más reportes del lobo
amenazando a la gente. ¿Es verdad la leyenda? No en el sentido histórico. Pero como en el caso de Jesús en el Sermón en
el Monte la historia ocupa la exageración para darnos una lección fundamental
en el seguimiento de Jesucristo: tenemos que amar a todos, incluyendo a los
malvados, rezando por ellos y haciéndoles el bien. Para seguir a Jesús tenemos que amar a todos.
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