EL DECIMOSEXTO DOMINGO ORDINARIO
(Sabiduría
12:13.16-19; Romanos 8:26-27; Mateo
13:24-30)
EL DECIMOSEXTO DOMINGO ORDINARIO, 23 DE JULIO
DE 2017
(Sabiduría
12:13.16-19; Romanos 8:26-27; Mateo
13:24-30)
Recientemente
un exsoldado de Irak escribió un libro acerca de su regreso a casa. Cuenta de un círculo vicioso de excesos:
drogas, alcohol, pleitos, sexo. Realmente
sus experiencias parecen más patéticas que emocionantes. Describe, por ejemplo, cómo un compañero –
otro veterano – se suicidó del estrés. Indica
que él iba por el mismo camino. Entonces
con la ayuda de un psicólogo podía cambiar su vida. Con la publicación del libro el exsoldado descubrió
cómo su historia tuvo valor. Las
experiencias – tan horribles como fueran
– resuenan con las de miles de otros veteranos.
Por describirlas con toda honestad ayudó a los demás hacer sentido de las
dificultades de sus vidas.
La
historia del veterano de Irak refleja el propósito de la parábola de Jesús en
el evangelio hoy. A pesar de que el
evangelista Mateo tiene a Jesús contando parábolas para confundir a la gente,
los investigadores de la Biblia insisten que originalmente Jesús tenía otro motivo. Según ellos Jesús habló con parábolas para
ilustrar su doctrina a los sencillos. En
el caso de la parábola acerca del trigo y la cizaña Jesús explica la razón que Dios
permite el mal. Como el agricultor no
arranca la cizaña porque no quiere que se saque la cosecha buena, Dios tolera alguna
maldad para ver quien es bueno y quien malo.
Tal vez
nosotros también nos encontremos metidos en algún mal. Puede ser la pornografía o aún una relación
ilícita. Puede ser un grupo de chismosos
o el hábito de tomar cosas ajenas. Una
vez yo era acostumbrado a criticar todo en un modo satírico. Casi nada y nadie eran tan buenos que no los
insultara para sacar risas de mis compañeros.
Entonces me di cuenta de lo que
estaba haciendo: depreciando a otras personas para gratificar al yo mío. Gracias a Dios, podía superar este vicio. Leí un folleto titulado “Desde el
resentimiento a la gratitud” que me cambió la perspectiva. No más quería ser conocido por el satirio sino
por ser justo y moderado en el juicio.
Jesús
llama a todos a tal conversión. No sólo
a los globalmente considerados malvados sino a cada uno de nosotros. Y no sólo una vez en nuestras vidas sino
continuamente. Pues para ser hijas e
hijos de Dios dignos de vivir en su Reino, tenemos que amar a los demás como él
ama. Es decir, tenemos que poner fin a
la pornografía, los chismes, las
críticas excesivas, o lo que sea para aprender cómo amar sin peros y prejuicios. Del evangelio hoy sabemos que Dios nos da
tiempo para atravesar el camino del amor perfecto. Sin embargo, el tiempo no es infinito. Deberíamos emprender el camino ahora.
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