El domingo, 27 de agosto de 2017

EL VIGÉSIMO UNO DOMINGO ORDINARIO

(Isaías 22:19-23; Romanos 11:33-36; Mateo 16:13-20)

En el inicio de la televisión norteamericana un programa de concurso llamó la atención de todos. Se dice que todo el mundo vio “The $64,000 Question” (la pregunta que vale $64,000) desde el Presidente de la Republica hasta el criminal en la calle.  Las reglas eran sencillas: se le preguntó al concursante una pregunta inicial cuya respuesta correcta valió un dólar.  Si la respondió bien, se duplicaron el valor y la dificultad de la próxima pregunta.  Cuando llegó a la pregunta que valió el máximo de $64,000, el suspenso estuvo palpable.  Los millones de telespectadores se maravillaron al ver los genios identificar detalles minuciosos como la firma de Shakespeare.  En el evangelio hoy Jesús tiene una pregunta para sus discípulos que vale mucho más que $64,000.

Jesús pregunta a sus discípulos quien piensa la gente es él.  Sus respuestas son previsibles. Lo ve como un profeta como el fogoso Elías o el sufrido Jeremías.  Es como muchos en la sociedad hoy respondería.  Según la opinión de muchos Jesús es no más que un gran líder religioso como Mohamed o un reformador venerable como Mahatma Gandhi.  Se puede decir que estas respuestas tienen algún sentido. Sin embargo, apenas captan toda la realidad que es Jesús.

A pesar de lo que opinan los demás, nosotros buscamos una comprensión más profunda de quien es Jesús.  Pues consideramos nuestra vocación en la vida a seguirlo.  Él mismo nos interroga a nosotros junto con sus discípulos: “’Y ustedes ¿quién dicen que soy yo?’”  Simón no demora para contestar de parte de los discípulos y de nosotros también: “Tú eres el Mesías…” Eso es, Jesús es el enviado de Dios a su pueblo para liberarlo del apuro en que se encuentra. Además añade Pedro: “… el Hijo de Dios vivo”.  Como Su Padre Dios, Jesús tiene el poder para conceder la vida.

Hoy en día muchos encuentran como el apuro más apremiante el recurso a la violencia.  En Europa los radicales musulmanes tienen a la gente asustada. A lo mejor no falta el llamado a vengarse de parte de muchos nativos en los países allá.  En Latinoamérica los narcotraficantes y las pandillas están aterrorizando ambos a los pobres y los ricos.  Ya en los Estados Unidos los extremistas en la derecha y en la izquierda amenazan a uno y otro de modo que parezca que la sociedad esté cayendo en la anarquía. 


En estos tiempos duros nosotros cristianos debemos ser muy deliberados en nuestro seguimiento de Jesucristo. Él no superó las fuerzas del mal con armas sino con la justicia que su Padre Dios le otorgó.  Seguirlo significa que vamos a vivir como imágenes suyas.  No vamos a gritar a aquellos con que discrepamos sino a dialogar con respeto.  Tampoco vamos a golpear a nadie. En cuanto a nuestros hijos buscaremos otros modos apropiados para castigarlos.  Igualmente ustedes muchachos tienen que comprometerse a no pelear con uno y otro. Y vamos a estar tranquilos en las carreteras rehusando a maldecir y dispuestos a dar el paso.  ¿Por qué?  Es preciso que nos recordemos de nuestra identidad y el propósito en la vida.  Somos hermanos de Jesús destinados a vivir con él en la vida eterna.  Somos hermanos de Jesús destinados a la vida eterna.

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