EL VIGÉSIMO UNO DOMINGO ORDINARIO
(Isaías
22:19-23; Romanos 11:33-36; Mateo 16:13-20)
En el inicio
de la televisión norteamericana un programa de concurso llamó la atención de
todos. Se dice que todo el mundo vio “The
$64,000 Question” (la pregunta que vale $64,000) desde el Presidente de la
Republica hasta el criminal en la calle.
Las reglas eran sencillas: se le preguntó al concursante una pregunta
inicial cuya respuesta correcta valió un dólar.
Si la respondió bien, se duplicaron el valor y la dificultad de la próxima
pregunta. Cuando llegó a la pregunta que
valió el máximo de $64,000, el suspenso estuvo palpable. Los millones de telespectadores se maravillaron
al ver los genios identificar detalles minuciosos como la firma de Shakespeare. En el evangelio hoy Jesús tiene una pregunta para
sus discípulos que vale mucho más que $64,000.
Jesús
pregunta a sus discípulos quien piensa la gente es él. Sus respuestas son previsibles. Lo ve como un
profeta como el fogoso Elías o el sufrido Jeremías. Es como muchos en la sociedad hoy respondería. Según la opinión de muchos Jesús es no más
que un gran líder religioso como Mohamed o un reformador venerable como Mahatma
Gandhi. Se puede decir que estas
respuestas tienen algún sentido. Sin embargo, apenas captan toda la realidad que
es Jesús.
A pesar
de lo que opinan los demás, nosotros buscamos una comprensión más profunda de
quien es Jesús. Pues consideramos nuestra
vocación en la vida a seguirlo. Él mismo
nos interroga a nosotros junto con sus discípulos: “’Y ustedes ¿quién dicen que
soy yo?’” Simón no demora para contestar
de parte de los discípulos y de nosotros también: “Tú eres el Mesías…” Eso es,
Jesús es el enviado de Dios a su pueblo para liberarlo del apuro en que se
encuentra. Además añade Pedro: “… el Hijo de Dios vivo”. Como Su Padre Dios, Jesús tiene el poder para
conceder la vida.
Hoy en
día muchos encuentran como el apuro más apremiante el recurso a la
violencia. En Europa los radicales musulmanes
tienen a la gente asustada. A lo mejor no falta el llamado a vengarse de parte
de muchos nativos en los países allá. En
Latinoamérica los narcotraficantes y las pandillas están aterrorizando ambos a los
pobres y los ricos. Ya en los Estados
Unidos los extremistas en la derecha y en la izquierda amenazan a uno y otro de
modo que parezca que la sociedad esté cayendo en la anarquía.
En estos
tiempos duros nosotros cristianos debemos ser muy deliberados en nuestro
seguimiento de Jesucristo. Él no superó las fuerzas del mal con armas sino con
la justicia que su Padre Dios le otorgó.
Seguirlo significa que vamos a vivir como imágenes suyas. No vamos a gritar a aquellos con que discrepamos
sino a dialogar con respeto. Tampoco
vamos a golpear a nadie. En cuanto a nuestros hijos buscaremos otros modos
apropiados para castigarlos. Igualmente
ustedes muchachos tienen que comprometerse a no pelear con uno y otro. Y vamos
a estar tranquilos en las carreteras rehusando a maldecir y dispuestos a dar el
paso. ¿Por qué? Es preciso que nos recordemos de nuestra
identidad y el propósito en la vida. Somos
hermanos de Jesús destinados a vivir con él en la vida eterna. Somos hermanos de Jesús destinados a la vida
eterna.
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