EL DECIMONOVENO DOMINGO ORDINARIO
(I Reyes
19:9.11-13; Romanos 9:1-5; Mateo 14:22-33)
La
arquidiócesis de Chicago era la más grande en los Estados Unidos. Hace cincuenta años había iglesias en casi
todos los barrios, y los fieles las llenaban en los domingos. Es una historia diferente hoy día. Muchas parroquias no tienen párroco propio, y
bancas enteras quedan vacías durante la misa dominical. La iglesia allá, como en muchas partes de Norteamérica
y Europa, está en crisis. Esta situación
es anticipada en el evangelio hoy.
La barca
de los discípulos sacudida por las olas representa la Iglesia después de la
resurrección de Jesús. Está sufriendo el
rechazo y la persecución de parte de los judíos en Israel. Sí, las misiones han encontrado éxito. Pero también
han enfrentado la persecución y el martirio.
La lectura muestra a Jesús viniendo para rescatar su pueblo. Misteriosamente llega para calmar los
elementos contrarios y asegurar a sus seguidores de su acompañamiento.
No nos
falta la compañía de Jesús ahora. Jamás abandonará
a sus fieles en su apuro. Aunque las
parroquias latinas no experimentan la caída de la asistencia en la misa, sí
tienen sus propios retos. Sus jóvenes no
quieren asistir en la misa dominical. Dicen
que no creen, pero la verdad es que no quieren que nadie les obligue a hacer
nada. Jesús está allí con la pastoral
juvenil que casi todas las parroquias tienen.
Les cuenta tanto a los adolescentes como a los jóvenes que sólo con él
tendrán la verdadera libertad para ser todo lo que puedan.
Hay
muchos adultos en nuestras parroquias atraídos a las iglesias cristianas por
los predicadores con gran convicción si no mucha educación. Algunos sienten acogidos en sus
congregaciones porque no hay preceptos contra el divorcio y casamiento de nuevo.
Sin embargo, Jesús queda en la Iglesia Católica instruyendo a los fieles que el
matrimonio es una alianza con Dios para fortalecer el amor entre los novios. Como el papa Francisco enseña es para toda la
vida; y cuando emerjan problemas, la gente debería buscar la ayuda de los
párrocos.
Deberíamos
pensar en la estampa de Pedro caminando sobre el agua como una imagen de la
iglesia siguiendo a Jesús por la fe. Está
bien en cuanto mantenga sus ilusiones en sus promesas y su confianza en su
apoyo. Puede transitar los problemas más
grandes – el acosamiento por los gobiernos, el rechazo de los diferentes
sectores de la sociedad, aun las traiciones de parte de sus propios ministros
como los abusos sexuales reportados hace quince años. Pero una vez que ella quite los ojos de Jesús
como su ayuda y su meta, se encuentra hundiendo en el agua caudalosa.
Entonces
¿podemos nosotros individuos caminar sobre el agua? La respuesta es sí, al menos figurativamente,
si mantenemos nuestros ojos fijados en el Señor. Está en medio de nosotros en diferentes modos
– en los ministros de la Iglesia, en los pobres de espíritu, y particularmente
aquí en la Eucaristía donde escuchamos su voz y consumimos su cuerpo y
sangre. Jesús está en medio de nosotros
para guiar nuestros pasos sobre el agua.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario