EL TRIGÉSIMA TERCER DOMINGO ORDINARIO
(Proverbios
31:10-13.19-20.30-31; Tesalonicenses 5:1-6; Mateo 25:14-30)
Al mes pasado el papa
Francisco apareció de nuevo en las cabeceras.
Los diarios reportaron que él ya aprueba matrimonios gayes o, por los
menos, las “uniones civiles” entre los homosexuales. Supuestamente él dijo así en un documentario
hecho este año.
Las noticias
levantaron preguntas de muchas personas. Promovedores del estilo de la vida gay
se preguntaron si la Iglesia cambiará su condenación de actos
homosexuales. Los padres de familia comenzaron
a dudar de lo que hayan enseñado a sus hijos.
Algunos periodistas astutos tuvieron preguntas más al caso. Querían saber ¿por qué el nuevo documentario
usó entrevistas grabadas en el año pasado para una audiencia diferente? También interrogaron si el papa
verdaderamente usó las palabras “uniones civiles” o estaba hablando de
“convivencias civiles”. En la charla
ordinaria la “unión civil” refiere a una relación sexual reconocida por el
estado entre dos personas del mismo sexo.
La “convivencia civil” es una clase más amplia de relaciones entre dos
personas.
El papa Francisco no
es ingenuo. Sabe que la prensa a menudo
distorsiona su posición. A lo mejor por
esta razón él esperó un rato para responder a las inquietudes. Quería contestar de manera precisa para
evitar mayor confusión. También no es
insólito que el Vaticano modera el tenor del debate por tardar en
responder. Dice, en efecto, que las
cuestiones del sexo no son las más importantes, mucho menos las únicas que
importen.
La respuesta vino a
través del Secretariado del Estado del Vaticano. Hace claro que el papa cree que el matrimonio
es relación entre un hombre y una mujer.
Sigue que el papa quiere proclamar otra vez el planteamiento de la
Iglesia: los hombres y mujeres con tendencias homosexuales son personas humanas
en necesidad del amor familiar. En
primer lugar, necesitan que sus padres y madres no los rechacen come si fueran animales
indomesticables. Además, como adultos no deben ser privados de la confianza íntima
de otra persona. En la entrevista hecha
el año pasado el papa habló de “una ley de convivencia civil” para permitir a
las parejas homosexuales hablar por uno y otro en caso, por ejemplo, en el caso
de una urgencia médica. Quería asegurar a
todas personas no casadas pero viviendo en la misma casa que tienen derecho,
como dice él, de “estar cubiertas legalmente”.
La iglesia ha apoyado por
mucho tiempo el reconocimiento legal por lo cual dos personas que viven juntas
puedan compartir beneficios sociales siempre.
Pero insiste que el alcance de la ley proveyendo este reconocimiento no
se limite a personas en una relación sexual. Las dos personas pueden ser, por otro
ejemplo, un hijo viviendo con su madre a quien quiere tener cubierta en su
póliza de seguro médico. Es de suponer que el Papa Francisco tenía esto pensado
cuando habló de “una ley de convivencia civil”.
Las acciones del papa
Francisco proveen testimonio al evangelio que escuchamos hoy. Cuando Jesús cuenta del hombre alabando el
comportamiento de los siervos que invierten su dinero, no está promoviendo la
bolsa de valores. Más bien está
mostrando a sus discípulos la necesidad de no escatimar sus talentos. Para ser cristiano en espera de la venida del
Señor tenemos que usar nuestro tiempo, tesoro, y habilidades para el bien del
otro. Si solamente esperamos su regreso
sentando en nuestras manos, vamos a estar traicionando a Jesús que murió por
nosotros. Es instructivo que papa
Francisco tiene el valor de declararse en favor de personas muchas veces despreciadas
como los inmigrantes y homosexuales. De
ninguna forma quiere aprobar la inmoralidad.
Más bien está promoviendo el amor que Jesús muestra en cada página del evangelio.
En la segunda oración eucarística el sacerdote pide a Dios que lleve la Iglesia “a su perfección por la caridad”. A veces perdimos este objetivo por no mostrar la caridad a diferentes tipos de persona. El papa Francisco nos ha enseñado cómo extenderla a todos. Esperemos que todos nosotros lo escuchemos.
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