El domingo, 4 de mayo de 2025

TERCER DOMINGO DE PASCUA

(Hechos 5:27-32.40b-41; Apocalipsis 5:11-14; Juan 21:1-19)

La Iglesia hace hincapié en que el nuevo papa no será sucesor de Francisco.  Será, como todos los otros papas de la historia, el sucesor de Pedro.  En el evangelio hoy Jesús comisiona a Pedro que pastoree de su rebaño.  Vale examinar este evangelio para determinar las características de Pedro que se espera en su sucesor nuevo.

En el pasaje Pedro se destaca en cuatro maneras.  Primero, él toma la iniciativa para ir a pescar.  Segundo, se salta en el agua para ser el primero a acogerse de Jesús resucitado.  Tercero, encara a Jesús en una conversación del corazón.  Finalmente, Pedro escucha algunas palabras alarmantes sobre su destino.  Estos eventos remontan uno encima al otro para darnos un retrato revelador de Pedro y sus sucesores.

Sobre todo, el sucesor de Pedro debe tener el amor ferviente para Cristo.  Pedro muestra tal amor cuando se echa en el agua para acogerlo.  Más tarde profesa su amor cuando Jesús le pregunta si lo ama.  Amar a Jesús es amar la verdad que enseñó.  Uno de los deberes fundamentales del sucesor de Pedro es mantener la doctrina de Cristo íntegra.  Siempre habrá llamados a cambiarla por conveniencia o por orgullo.  Al amar a Cristo, el papa verificará propuestas nuevas como desarrollo legítimo de su doctrina o distorsión de la verdad.

El sucesor de Pedro debe ser también hombre santo.  En el evangelio Pedro habla con Jesús cara a cara.  Se expone al Señor no solo su miseria por haber negarlo sino también su disposición a servirlo.  Su sucesor debe hablar con Cristo a menudo corazón a corazón en la oración.  Tiene responsabilidades enormes que requieren la sabiduría del Espíritu Santo quien Cristo imparte.      

Una responsabilidad del papa es buscar la unión entre las diferentes comunidades cristianas.  Jesús llamó a Pedro "piedra" sobre que edificaría su iglesia.  Es una piedra en la cual todos pueden andar seguros.  Pedro tiene crear un espacio que cabe todos cristianos en el amor y la verdad.

Para hacerlo, el papa necesita la iniciativa.  En el evangelio Pedro se muestra su liderazgo por emprender un camino en lo cual otros siguen.  Dice a sus compañeros: “’Voy a pescar’” y lo acompañan.  El pescar es una metáfora de evangelizar.  Con el apoyo de Jesús, Pedro y compañeros atraen a muchos a la Iglesia.  Hoy el sucesor de Pedro junto con los otros obispos han de seguir atrayendo a la gente.  No es cuestión de reclamar grandes números de conversos sino de ayudar a más personas realizar la vida eterna.

Al final de la lectura Jesús indica a Pedro que él lo llevará a donde no quiere ir.  Quiere decir que Pedro no morirá en cama sino como mártir.  Para aceptar el martirio Pedro tiene que cultivar el coraje.  Tiene que decidir que Cristo es su objeto en la vida de tal modo que una muerte violenta no sea precio demasiado caro para obtenerlo.  En 1981 San Juan Pablo II fue disparado por un asesino.  Puede pasar a cualquier sucesor de Pedro.  Sin embargo, el temor de un papa no es ser blanco de un matador.  Expertos del Vaticano dicen que es la realidad de agotarse completamente que preocupa a los llamados papables. Es cierto que el papa Benedicto XVI se jubiló. Pero lo hizo solo porque se daba cuenta que no tenía la energía para manejar las responsabilidades.  Entre las otras cualidades, el sucesor de Pedro tiene que ser listo para agotarse por Cristo.

No se exagera decir que las características de amar a Cristo, ser santo, mostrar el liderazgo, y entrañar el coraje no solo definen al sucesor de Pedro sino a todos cristianos.  Dándonos cuenta de que la mayoría de nosotros faltan estos atributos debe causarnos pausar un momento.  Tenemos que maravillar y rezar por el nuevo papa.

El domingo, 27 de abril de 2025

II DOMINGO DE PASCUA (Domingo de la Divina Misericordia)

(Hechos 5:12-16; Apocalipsis 1:9-11.12-13.17-19; Juan 20:19-31)

Cada año más se conoce este II Domingo de Pascua como “el Domingo de la Divina Misericordia”.  El papa San Juan Pablo II lo declaró así en 2000 durante la canonización de Sor Faustina Kowalska.  La santa dijo que Jesús le pidió a la Iglesia el cambio.  Ciertamente el nuevo nombre corresponde al evangelio hoy.

Antes de que veamos el evangelio, parece útil examinar el significado de la palabra misericordia.  Se deriva de tres palabras latinas: misere que significa necesidad, cor que quiere decir corazón, y ia que es hacia.  Por eso, la misericordia es tener un corazón solidario hacia aquellos que tienen necesidad.  Los teólogos consideran la misericordia junto con el amor el mayor atributo de Dios. Aunque Él es superior a todo, se ha bajado continuamente para aliviar el peso de Sus criaturas.

Dios sumamente mostró la misericordia cuando envió a Su propio Hijo al mundo para rescatar a los hombres del pecado.  Parece a veces que nuestros pecados no importan mucho.  La gente sigue pecando sin preocupación, mucho menos arrepentimiento.  Sin embargo, los pecados nos ponen fuera de la amistad con Dios. “¿Y qué?” algunos se preguntan.  Si estamos fuera de una relación con Dios, ¿a quién vamos a implorar cuando caigamos en apuro extremo? 

También nuestros pecados nos ponen en un camino de perdición.  Este principio es evidente con los vicios sensuales como la gula y la lujuria, pero también aplica a los espirituales.  La avaricia deluda al pecador pensar en la plata cómo más importante que personas.  La desidia le hace indiferente a tesoros maravillosos como la naturaleza y la literatura porque requieren esfuerzo para abrir.

Cuando Jesús encuentra a sus discípulos en el evangelio, acaba de concluir la misión de su Padre.  De hecho, sus últimas palabras en la cruz eran: “Todo está cumplido”.  Estas palabras refirieron a redención del mundo de sus pecados.  Esta misión es el “cáliz” de que Jesús dijo que tenía que beber cuando Pedro cortó la oreja del joven en el jardín. 

En el evangelio hoy Jesús muestra cómo trae el perdón en el mundo.  Mientras sopla sobre sus apóstoles, dice: “Reciban al Espíritu Santo.  A los que les perdonen los pecados, les quedarán perdonados …”  Los apóstoles son de ir al mundo predicando el perdón del pecado por medio de la muerte y resurrección de Jesús.  Bautizarán a las personas para quitar los pecados.  En tiempo sus sucesores dispensarán los pecados cometidos después del bautizarse en el Sacramento de Penitencia.

¿Suenan familiar la derrama del Espíritu Santo y el cargo de irse al mundo?  Sí es la gran comisión que vemos al final del Evangelio según San Mateo y en el principio de los Hechos de los Apóstoles.  Cada evangelista tiene su propia manera de describir cómo los discípulos-apóstoles reciben al Espíritu que les capacita a predicar el perdón.

El evangelio sigue a ayudarnos aceptar el mensaje del perdón en nuestra edad de descreencia.  Hace dos notitas indicando que el testimonio que da el evangelio es de verdad.  Primero, Jesús pacifica al Tomás que duda con la oferta de ser tocado.  Y segundo, asegura que Jesús hizo muchas señales además de que se encuentran en el evangelio para que crean todos.  El pasaje termina no simplemente recomiendo creencia sino nombra la consecuencia de la fe en Jesucristo. Aquellos que crean tendrán “vida en su nombre”.

El domingo, 20 de abril de 2025

 I Domingo de Pascua

(Hechos 10:34a.37-43; Col 3,1-4; Lucas 24:1-12)

Hoy celebramos la culminación de nuestra fe.  Cristo ha conquistado la muerte para reinar en la gloria por siempre.  Con su victoria nosotros también esperamos superar la muerte.  En la Primera Carta a los Corintios San Pablo describe la muerte como “el último enemigo”.  Se ve como “el último” en dos sentidos.  Es el único oponente que queda y también el más potente.  Antes de ver las lecturas de la misa, deberíamos examinar por qué la muerte proporciona tan grande desafío. 

En igualdad de condiciones, nadie quiere morir.  Es cierto que algunos por estar en el dolor preferían que sus vidas se terminen.  Pero somos hechos no solo para existir sino para florecer.  El hecho de que no podemos quedarnos por siempre en este mundo nos parece como una afrenta.  Buscamos una manera de evitar la muerte.  Algunos concentran en vivir sanamente haciendo ejercicio y comiendo solo las porciones apropiadas de comidas recomendadas.  Si este régimen parece severo, otros simplemente evadirán el pensamiento de la muerte.  Muchos hoy en día dirigen a sus familiares que organicen “celebraciones de la vida” en lugar de funerales cuando fallecen.  Hasta entonces viven comiendo y bebiendo como los epicúreos de la antigüedad. 

Además de temer el regreso a la no existencia, nosotros cristianos nos preocupamos de la muerte por otra razón.  Nos preguntamos si Dios nos juzgará como justos cuando muramos.  Todos nosotros hemos pecado, tal vez gravemente.  ¿Pasaremos la eternidad lamentando nuestras ofensas?  Las mujeres que visitan el sepulcro de Jesús pueden ayudarnos superar ambas inquietudes.

Las mujeres han seguido a Jesús desde Galilea.  Han apoyado su ministerio con ambos recursos y presencia.  El viernes vieron a Jesús morir en la cruz.  Luego notaron el lugar donde lo sepultaron.  Al momento no hubo tiempo para embalsamar su cuerpo sin transgredir la ley del sábado.  Pero tan pronto posible al primer día de la semana vienen a la tumba con especias.  Allí encuentran lo inesperado.  No solo se ha quitado la piedra que cerraba el sepulcro, sino también no se encuentra el cuerpo de Jesús.  Cuando el ángel les anuncia que Jesús ha resucitado, las mujeres creen.  Entonces, su primer impulso es contarles a los once apóstoles las buenas noticias.

Las mujeres nos muestran cómo vivir como seguidores de Jesucristo.  Al igual que ellas, hemos de acatar la ley moral, aun los preceptos que no nos convienen.  Más que esto, tenemos que rendir servicio con obras de caridad.  Como decía la Madre Teresa, los pobres son Cristo disfrazado.  También, debemos aceptar la resurrección del Señor Jesús en la fe.  Aunque parece locura a algunos, muchos testigos oculares del Cristo resucitado dieron sus vidas dándole testimonio.  Finalmente, tenemos que compartir nuestra fe en Jesús con los demás.  Viviendo así, no tenemos que temer ni la muerte ni el juicio después.

La primera lectura viene de un sermón de San Pedro.  Indica la dinámica que realizó la resurrección de Jesús.  Dios lo ungió con su Espíritu para que sanara a todos oprimidos por el diablo.  Cuando lo crucificaron, Dios actuó de nuevo.  Envió al mismo Espíritu Santo para resucitarlo de entre los muertos.  Este Espíritu nos resucitará a todos aquellos que sigan a Jesucristo en la fe y en el amor. 

Para asegurar que no nos desviamos de Jesucristo, tenemos el consejo de la segunda lectura.  Nos apela que no nos adhiramos a las cosas de la tierra: el placer, la plata, y el poder.  Más bien que busquemos los bienes de Dios: el amor, el gozo, y la paz.  Al actuar así llegaremos a manifestar la gloria de Jesús resucitado.  En la vida actual y para toda la eternidad, manifestaremos la gloria de la resurrección.

El domingo, 13 de abril de 2025

DOMINGO DE RAMOS DE LA PASIÓN DEL SEÑOR

La Pasión de Jesús en el Evangelio según San Lucas sobresale por varias razones.  Entre otras, tiene lo que un biblista describe como “la frase más bella en todas las historias de la Pasión”.  Tiene enseñanzas prácticas también.  Podemos extraer de la narrativa un camino de morir que es pacífico y perfecto.  Ahora trataremos de nombrar sus elementos.

Aun en su Pasión Jesús no deja de pensar en los demás.  Las mujeres están llorando en la orilla del camino para mostrar solidaridad con Jesús.  Pero al saber que sus hijos experimentarán injusticias semejantes a las suyas, les consuela a ellas. “No lloren por mí – dice -- lloren por ustedes y por sus hijos”.    Aún más magnánimo, Jesús promete al criminal que admite su pecado campo en la vida eterna.

Nosotros deberíamos desear morir beneficiando a los demás.  Si tenemos recursos, podríamos heredar algunos a la caridad.  Será eminentemente beneficioso también compartir nuestro afecto con nuestros seres queridos.  Una madre en su lecho de muerte llamó aparte a cada uno de sus nueve hijos.  Le dijo a cada uno de su amor y sus esperanzas para él o ella.  Por supuesto no tenemos que esperar hasta que tengamos una diagnosis fatal para relatar cariño a nuestros seres queridos.

Al morir en la cruz, Jesús no solo premia a aquellos que le responden favorablemente; también bendice a sus verdugos.  Sin duda, sus palabras: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen" llaman la atención de todos.  Son ambas las más bellas y las más citadas de sus “últimas siete palabras” en los evangelios. 

Debemos ser tan nobles cuando estamos para morir.  El perdón es lo que define el amor de Dios.  Un poeta escribió: “Errar es humano; perdonar es divino”.  Además, Jesús insiste que no vamos a ser perdonados por nuestras culpas si no perdonamos a nuestros ofensores.  Si no nos piden perdón, deberíamos al menos rezar por ellos.  Podríamos pedir al Señor que les mueva a arrepentirse.  Al tiempo de nuestra muerte, también, deberíamos confesar nuestros pecados a un sacerdote si es posible.

Finalmente queremos morir poniendo nuestra confianza en Dios. Jesús lo hace con la metáfora: "¡Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu!" Está seguro de que el cuidado que el Padre le entregó mediante el ángel en el Monte de Olivos como en cada paso de su misión no se secará en su muerte.  Muy al contrario, lo levantará a la gloria.

En nuestros tiempos las dudas llenan nuestras mentes como nubes en un día de primavera.  Pues vivimos en una edad secular.  Los ateos y los materialistas están en todas partes desafiando a aquellos que creen y rezan.  Sin embargo, especialmente cuando se nos acerque la muerte, querremos dispersar las dudas con un acto de fe.  Dios existe, y nos ama.  Que seamos claros y firmes en esto.  Entonces, podemos morir en paz.