DOMINGO DE RAMOS DE LA PASIÓN DEL SEÑOR
La Pasión
de Jesús en el Evangelio según San Lucas sobresale por varias razones. Entre otras, tiene lo que un biblista
describe como “la frase más bella en todas las historias de la Pasión”. Tiene enseñanzas prácticas también. Podemos extraer de la narrativa un camino de
morir que es pacífico y perfecto. Ahora trataremos
de nombrar sus elementos.
Aun en su
Pasión Jesús no deja de pensar en los demás.
Las mujeres están llorando en la orilla del camino para mostrar
solidaridad con Jesús. Pero al saber que
sus hijos experimentarán injusticias semejantes a las suyas, les consuela a
ellas. “No lloren por mí – dice -- lloren por ustedes y por sus hijos”. Aún más magnánimo, Jesús promete al
criminal que admite su pecado campo en la vida eterna.
Nosotros deberíamos
desear morir beneficiando a los demás.
Si tenemos recursos, podríamos heredar algunos a la caridad. Será eminentemente beneficioso también
compartir nuestro afecto con nuestros seres queridos. Una madre en su lecho de muerte llamó aparte
a cada uno de sus nueve hijos. Le dijo a
cada uno de su amor y sus esperanzas para él o ella. Por supuesto no tenemos que esperar hasta que
tengamos una diagnosis fatal para relatar cariño a nuestros seres queridos.
Al morir en
la cruz, Jesús no solo premia a aquellos que le responden favorablemente;
también bendice a sus verdugos. Sin
duda, sus palabras: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen"
llaman la atención de todos. Son ambas
las más bellas y las más citadas de sus “últimas siete palabras” en los evangelios.
Debemos ser
tan nobles cuando estamos para morir. El
perdón es lo que define el amor de Dios.
Un poeta escribió: “Errar es humano; perdonar es divino”. Además, Jesús insiste que no vamos a ser
perdonados por nuestras culpas si no perdonamos a nuestros ofensores. Si no nos piden perdón, deberíamos al menos
rezar por ellos. Podríamos pedir al
Señor que les mueva a arrepentirse. Al
tiempo de nuestra muerte, también, deberíamos confesar nuestros pecados a un
sacerdote si es posible.
Finalmente
queremos morir poniendo nuestra confianza en Dios. Jesús lo hace con la metáfora:
"¡Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu!" Está seguro de que el
cuidado que el Padre le entregó mediante el ángel en el Monte de Olivos como en
cada paso de su misión no se secará en su muerte. Muy al contrario, lo levantará a la gloria.
En nuestros
tiempos las dudas llenan nuestras mentes como nubes en un día de primavera. Pues vivimos en una edad secular. Los ateos y los materialistas están en todas
partes desafiando a aquellos que creen y rezan.
Sin embargo, especialmente cuando se nos acerque la muerte, querremos
dispersar las dudas con un acto de fe.
Dios existe, y nos ama. Que
seamos claros y firmes en esto.
Entonces, podemos morir en paz.