El domingo, 2 de marzo de 2025

VIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO, 2 de marzo de 2025

(Eclesiástico 27:5-8; I Corintios 15:54-58; Lucas 6: 39-45)

VIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO, 2 de marzo de 2025

(Eclesiástico 27:5-8; I Corintios 15:54-58; Lucas 6: 39-45)

El evangelio hoy nos ayuda preparar para el gran retiro anual que la Iglesia ofrece.  Durante la Cuaresma nos ponemos en marcha a una vida espiritual más profunda.  Nuestra meta es ser más libre, más feliz, más inclinados a actuar como Jesús, nuestro compañero en el camino.  Como casi siempre es con los viajes, el peregrinaje cuaresmal procede mejor cuando está bien planificado.

El pasaje de evangelio sugiere el propósito del viaje cuaresmal cuando dice: “El discípulo no es superior a su maestro; pero cuando termine su aprendizaje, será como su maestro”.  Jesús está invitándonos a aprender de él.  Dijimos “retiro”, pero no es separarnos de nuestras actividades diarias.  Más bien, somos para vivir más conscientes de la presencia de Jesús en nuestras vidas.

Nos indica el evangelio dos áreas de la vida que casi siempre requieren mejoramiento.  Primero, nos urge que examinemos los defectos que nos impiden cumplir nuestras responsabilidades.  Son las “vigas” en la parábola de Jesús que distorsionan la vista de modo que no tratemos a nuestros prójimos con la justicia, a nuestros hijos con la sabiduría, y a todos con el amor apropiado. 

Algunos de estos defectos son individuales.  La codicia, por ejemplo, que es el deseo de acumular cosas, no afectan a todos. Otro defecto con alcance a muchos pero no a todos es la lujuria, el deseo de los placeres ilícitos de la carne.  Hay otras vigas individuales, pero se puede encontrar dos vigas en los ojos de casi todos: el orgullo y la pereza. 

Es difícil hablar del orgullo porque tiene sentido positivo.  No obstante, cuando consideramos el orgullo como la estima exagerada del yo o la fijación primera y ante todo en el yo, el orgullo se vuelve en vicio.  Este tipo de orgullo vale nuestra atención durante los cuarenta días.

La segunda viga que afecta a casi todos es la pereza en la vida espiritual. Muy pocos estos días procuran ser santos.  No es “cool”.   Sin embargo, si creemos en una vida después de la muerte y esperar disfrutarla, debemos hacer un esfuerzo continuo para complacer a Dios.

Las virtudes actúan como lavados para expulsar las vigas de nuestros ojos.  Por eso, promover la virtud es nuestro segundo enfoque durante la Cuaresma.  En el evangelio Jesús refiere a frutos buenos de árboles buenos.  Las virtudes nos hacen en árboles productivos.  Más que acciones repetidas, la virtud es la maestría sobre nuestras acciones de modo que produzcan resultados creativos y provechosos. Las virtudes son muchas, pero vamos a mencionar solo algunas particularmente útiles para quitar las vigas en nuestros ojos.

La fortaleza nos capacita de superar la pereza en faz de un reto.  Estudiantes necesitan la fortaleza durante la semana de examen, y también los santos en la lucha continua para rezar y hacer lo correcto.  La templanza modera los deseos para cosas materiales, sean sexo, alcohol, o mobiliarios para la casa.  Limita los apetitos de modo que no consintamos nuestros antojos. Finalmente, la virtud de la justicia nos dirige a dar a cada uno su deber. La justicia frustra el orgullo por reconocer a nuestras familias, amigos y maestros, la sociedad y Dios mismo como participantes en cualquier éxito que hemos logrado. 

La Cuaresma comienza este miércoles con la distribución de las cenizas.  Ahora es tiempo para nosotros, discípulos de Jesús, de identificar las vigas impidiendo nuestra vista de él y planear cómo eliminarlas.  Que Dios nos bendiga en el esfuerzo.


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