Domingo de Pascua de la Resurrección del Señor
(Juan 20:1-9)
Un día un sacerdote sonó el timbre de la puerta principal de un convento. Venía para dar una conferencia espiritual a las religiosas. Pero no llevaba ni collar romano, ni hábito religioso, ni sotana, mas sólo ropa no planchada. Entonces, la hermana que contestó el timbre le dijo que si quería un sándwich, tendría que ir a la puerta de la cocina. Este sacerdote no reconocido es como el discípulo que llega con Pedro al sepulcro de Jesús.
No sabemos exactamente quien es este discípulo. El Evangelio de Juan lo menciona por la primera vez durante la última cena. Allí se identifica sólo por decir el discípulo “que Jesús amaba” y se coloca al lado de Jesús en la mesa. Aparece luego en el patio de la casa de Anás con Pedro después el arresto de Jesús. Aquí se identifica simplemente por “otro discípulo.” Se destaca este discípulo a la cruz donde Jesús le encomienda a su madre; y a su madre le encomienda a él. A veces se iguala este discípulo con Juan, el hijo de Zebedeo, pero esto es muy incierto. Pues, Juan es uno de los apóstoles más distinguidos en la Iglesia Antigua, y este es sólo “otro discípulo.”
Sin embargo, este discípulo significa mucho a algunos de nosotros porque ama a Jesús mucho. “Espera un momento,” posiblemente nos opongamos, “el evangelio lo describe como a quien Jesús ama, no aquel que ama a Jesús.” Es cierto que Jesús lo ama como ama a todos. Pero este discípulo responde al amor de Jesús como ningún otro. Lo sigue cuando toman a Jesús preso, lo acompaña a la muerte en la cruz, y, en el pasaje hoy, cree en la resurrección una vez que mira el sepulcro vacío. A Pedro y los otros apóstoles les hace falta ver al resucitado antes de que crean. A este no. Significa mucho a algunos de nosotros porque como él algunos de nosotros amamos a Jesús tanto que nuestro amor nos abra los ojos. Este grupo dichoso puede ver el cumplimiento de todo lo que Jesús ha predicho sobre la vida eterna.
¿Somos incluidos en este grupo que tiene la fe en la resurrección brotada del amor para Jesús? La respuesta es “sí” si en apuros encendemos velitas y no maldecimos las tinieblas. Es “sí” si en nuestro tiempo libre visitamos al enfermo y no sólo miramos la televisión. Es “sí” si cada domingo participamos en la misa y no quedamos en el lecho. Ojalá que nuestra respuesta es “sí.”
Predicador dominico actualmente sirviendo como rector del Santuario Nacional San Martín de Porres en Cataño, Puerto Rico. Se ofrecen estas homilías para ayudar tanto a los predicadores como a los fieles en las bancas entender y apreciar las lecturas bíblicas de la misa dominical. Son obras del Padre Carmelo y no reflejan necesariamente las interpretaciones de cualquier otro miembro de la Iglesia católica o la Orden de Predicadores (los dominicos).
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