Domingo de Pentecostés
(Hechos 2:1-11)
Cada sábado en nuestra parroquia se bautizan dos o tres niños, a veces más y raras veces menos. Usualmente el ministro no conoce a los padres y padrinos. Vienen sólo para el bautizo, y a pesar de una exhortación por el ministro no aparecen de nuevo. No es difícil comprender por qué existe tal negligencia de la religión. El ambiente es poco orientado a Dios. Por supuesto, cada barrio tiene su iglesia católica y varios templos evangelistas. Sin embargo, los periódicos están llenados con los últimos ultrajes de estrellitas; los cines ofrecen balaceras y salvajes cazas; y la tele destaca las telenovelas y los deportes.
Podemos preguntarnos con razón, “¿Es cristiana nuestra cultura?” Aunque la mayoría de la gente sea bautizada, la respuesta honesta es “no mucho.” Después de siglos de la predicación del evangelio muchísima gente queda indiferente a sus exigencias si no a sus esperanzas. Si hiciéramos una encuesta sobre cuál prefería hacerse, un santo o un millonario, ¿quién duda cómo respondería la mayoría? Se puede observar la soberanía de valores mundiales el domingo en la mañana. Los jóvenes son más acostumbrados a estar en las canchas de fútbol que en la misa y las jóvenes, si vienen a misa, a veces están descuidadas en lo que concierna a su vestido.
Por supuesto, la situación actual no es lo que quiera el Señor. Él envía su Espíritu Santo para transformarnos en su propio pueblo. El día del Espíritu Santo que celebramos hoy originó de una fiesta judía antigua. Cincuenta días después de la primera pascua en Egipto, los israelitas estaban vagando en el desierto. Entonces, Dios les presentó las tablas de la Ley como oferta de formarlos en Su querido pueblo. Ahora no nos regala la Ley escrita en piedra sino algo mucho más provechoso. El Espíritu Santo nos graba la nueva ley evangélica en el corazón para que vivamos como verdaderos hijos suyos.
En el primer Pentecostés cristiano, el Espíritu armó a los discípulos para llevar a cabo una misión. Según los Hechos de los Apóstoles, el Espíritu Santo les dotó lenguas de fuego para anunciar el evangelio a los diferentes pueblos. Así el Espíritu nos capacita a re-evangelizar a nuestro pueblo no con lenguas sino con chispas de caridad. Una chispa nos alienta a vivir justos y cumplidos para dar buen ejemplo a los demás. Otra chispa nos impulsa al servicio de los necesitados para demostrarles el amor de Dios. Otra nos inspira a dar gracias a Dios como la fuente y el fin de nuestra existencia.
Algunas veces se llama el Pentecostés el cumpleaños de la Iglesia. De hecho, la Iglesia empezó cuando llegó el Espíritu Santo a los discípulos. Sin embargo, hoy no es ocasión para comer pastel sino para renovar la misión. Hoy el Espíritu Santo nos arma para re-evangelizar a nuestro pueblo.
Predicador dominico actualmente sirviendo como rector del Santuario Nacional San Martín de Porres en Cataño, Puerto Rico. Se ofrecen estas homilías para ayudar tanto a los predicadores como a los fieles en las bancas entender y apreciar las lecturas bíblicas de la misa dominical. Son obras del Padre Carmelo y no reflejan necesariamente las interpretaciones de cualquier otro miembro de la Iglesia católica o la Orden de Predicadores (los dominicos).
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