Homilía para el Domingo, 4 de mayo de 2008

La Ascensión del Señor

(Hechos 1:1-11; Efesios 1:17-23)

¿Por qué celebramos la Ascensión del Señor con alegría? ¿No es la tristeza más apropiada? Pues, el día recuerda cómo Jesús – nuestro líder y hermano – se nos ha ido al cielo. Reside allá, no acá. Llama la atención un himno americano con tono solemne: “Ya no oímos graciosas palabras de quien habló como nadie más.”

Otra vez ¿por qué celebramos la Ascensión con alegría? Hay al menos tres razones significativas. Primero, el Señor se fue para establecer un hogar para nosotros. Dice Jesús en el Evangelio según San Juan, “…voy a prepararles un lugar.” Este lugar es una creación completamente nueva, como la creación del universo en el mero principio. El cielo era una existencia sin espacio desde que Dios y sus ángeles son puros espíritus. Pero Jesús lo ha recreado en lugar de tres dimensiones por ascenderse al cielo con su cuerpo glorificado. Ya puede acomodar a nosotros también cuerpo y alma.

Segundo, Jesús subió a Dios para defendernos del mal. Dice la lectura de la Carta a los Efesios que Dios Padre “puso (todo) bajo los pies (de Cristo) y a él mismo lo constituyo cabeza suprema de la Iglesia.” Ya nada puede conquistarnos porque Cristo, nuestro Señor, tiene poder sobre todo. Podemos pedirle ayuda con toda la confianza de un policía bajo fuego llamando al capitán para socorro.

Tercero, Jesús abandonó a sus discípulos con su cuerpo para arrimarse a todos nosotros con su Espíritu Santo. Aunque suena paradójica, es la verdad. Cuando estaba en el mundo en carne y hueso, Jesús era limitado. Sólo podía describir con parábolas el reino de Dios a algunos y mostrarles su finalidad con hechos de poder. Una vez ascendido, él envía a su Espíritu para transformar a todos sus seguidores desde adentro. Con el Espíritu Santo nos hacemos, como dice el canto, “Hombres nuevos, creadores de la historia, constructores de nueva humanidad.”

“¿Quién causa tanta alegría?” los nicaragüenses gritan en la vigilia del ocho de diciembre. Por toda la promesa que lleva la Virgen, la repuesta es, “la concepción de María.” Asimismo nosotros podemos gritar ahora, “¿Por qué tenemos tanto gozo?” Por todas las promesas ya cumplidas, la respuesta es, “La Ascensión que el Señor hizo.”

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