Si se celebra la Solemnidad del Corpus Christi en su diocesís este domingo, se puede referirse a la homilíia que sigue la del Octavo Domingo del Tiempo Ordinario.
Homilía para el Octavo Domingo del Tiempo Ordinario
(Mateo 6:24-34)
Cada día la Señora Olga Sánchez Martínez se levanta con tres tareas. Tiene que recoger a los inmigrantes lesionados en el paso de la frontera sureña de México. También tiene que conseguir dinero para operar el albergue por aquellos inmigrantes. Y, de vez en cuando, viaja a un país centroamericano para regresar a un lisiado a casa. Cada día la Señora Sánchez Martínez busca primero el Reino de Dios como nos manda Jesús en el evangelio hoy.
A veces hablamos de construir el Reino de Dios como si fuera nuestro proyecto. Pero este concepto del reino como nuestro trabajo no es como nos lo presenta Jesús. Según él el Reino es el regalo de su Padre que nos bendice como el agua fría en medio de una sequía. Hemos de buscar el Reino por hacer lo bondadoso, lo justo, lo servicial. Cuando una maestra prepara sus clases con cuidado y dirige toda atención a sus alumnos, ella busca el Reino de Dios. Cuando un papá pone a cama a sus hijos rezando con ellos por los niños que no tienen techo, él también busca el Reino.
La preocupación por necesidades cotidianas forma el impedimento principal a la búsqueda del Reino de Dios. A otro tiempo Jesús compara esta preocupación con cardos que ahogan la planta creciendo de la semilla de modo que no rinda fruto. Sin embargo, deberíamos distinguir dos tipos de preocupación para aclarar el significado de este evangelio. Si la preocupación es el cuidado para poner tortillas en la mesa, ¡muy bien! Jesús nos exhorta sólo que pongamos primero el Reino de Dios. Eso es, que no defraudemos a nadie cuando compremos comestibles. Sin embargo, si la preocupación es la ansiedad acerca de bienes de modo que queramos comprar un segundo par de zapatos antes de que demos gracias a Dios por el primero par, ¡cuidado! Es olvidarnos de la relación con nuestro Padre en el cielo.
“Pero,” se opondrán algunos, “si no me empeño a comprar dos camisas, ¿qué haré si una se me rompe?” Es una pregunta justa. Ciertamente Jesús no nos dice que sea pecado simplemente a tener de sobra. Sin embargo, podemos responder que Dios nos proveerá todo necesario y por añadidura cuando busquemos su Reino sobre todo. Hay una leyenda de la vida de Santo Domingo que hace confiar a los dominicos en la providencia de Dios.
En el principio de la Orden de Santo Domingo los frailes salían diariamente para mendigar el pan. Una tarde los dos frailes a quienes les tocó esta tarea recibieron sólo pancito – no suficiente para una persona y mucho menos para todos los frailes del convento. Entonces los encontró un pobre en la calle también pidiendo pan y los frailes le dieron el pancito que tenían. Regresaron al convento y reportó a Santo Domingo su suerte. Santo Domingo les dijo que no se preocuparan y llamó a todos los frailes al comedor para rezar. En medio de sus oraciones vinieron ángeles con pan para todos. Curiosamente los ángeles sirvieron primero a los jóvenes, luego a los mayores. Hasta hoy día los dominicos sirven la comida a los frailes en el orden creciente según su edad.
Predicador dominico actualmente sirviendo como rector del Santuario Nacional San Martín de Porres en Cataño, Puerto Rico. Se ofrecen estas homilías para ayudar tanto a los predicadores como a los fieles en las bancas entender y apreciar las lecturas bíblicas de la misa dominical. Son obras del Padre Carmelo y no reflejan necesariamente las interpretaciones de cualquier otro miembro de la Iglesia católica o la Orden de Predicadores (los dominicos).
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