El domingo, 20 de junio de 2010

XII DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO

(Zacarías 12:10-11.13.1; Gálatas 3:26-29; Lucas 9:18-24)

El padre acompañará a su hijo por una semana. Se van pasado mañana con los scouts al acampamento. Tendrán muchos tipos de experiencias juntos. Tomarán largas caminatas y cumplirán las tareas para hacer posible la vida en el monte. Sobre todo si ligarán el uno al otro por diálogos honestos. Los discípulos vislumbran una experiencia tan íntima entre Jesús y Dios Padre en el evangelio hoy. Pues, tienen el privilegio para ver al Señor en oración.

Jesús les pregunta a sus discípulos, “… ¿quién dicen que soy yo?” Por supuesto, él sabe su identidad pero quiere que sus discípulos no queden en duda. La gente no está completamente desatinada cuando dice que él es un profeta resucitado. Pues, como un personaje reencarnado Jesús es alguien significativamente distinta que cualquiera otra persona que ha conocido. Pero Pedro muestra más perspicacia cuando dice, “El Mesías de Dios”.

Pedro no quiere decir que Jesús es un mesías político. No está diciendo que Jesús viene como un Fidel Castro para liberar al pueblo judío del emperio romano. No, por las experiencias que ha tenido -- como ver a Jesús creando una pesca fenomenal cuando lo llamó, como atestiguar a él levantando de la muerte al hijo de la viuda de Naím, y como percibirlo en oración -- Pedro tiene en cuenta algo supremamente superior que un guerrero. A lo mejor cuando dice “el Mesías de Dios”, está pensando en el segundo Salmo que retrata al Mesías diciendo, “El Señor Dios me ha dicho: Tú eres hijo mío…” Para Pedro y sus compañeros se hace cada vez más claro que Jesús es el hijo de Dios vivo -- de alguna manera ambos divino y humano.

La explicación de parte de Jesús de su trayectoria como Mesías confirma que él sobrepasa todas expectativas del pueblo. Va a sufrir, ser crucificado, y resucitarse al tercer día. Nada aquí se conforma a lo que Pedro y los otros discípulos han imaginado de Dios. Sin embargo, la peculiaridad de este conocimiento nuevo les sugiere un modo divino porque Dios no cesa a asombrar a Su pueblo. Es como cuando escuchamos por la primera vez que Dios ha hecho una opción por los pobres.

Jesús ha venido precisamente para revelar quien es Dios Padre lo cual ha estado retirado de nosotros. Tal vez nos parezca extraño porque se habla tanto del amor de Dios para nosotros. “Si nos ama”, preguntamos “¿por qué querría quedarse lejos?” Aunque la respuesta exacta es parte del misterio de Dios, podemos decir que la distancia entre Dios y nosotros ha hecho posible que crezcamos en la sabiduría y la madurez. Como el hijo pródigo y su benévolo padre, tenemos que estar lejos de Dios para poder apreciar Su bondad. Igualmente por la brecha entre nosotros y Dios nos hemos dado cuenta que nuestra postura hacia Él ha de ser una de humildad y hacia los demás hombres y mujeres una de comprensión.

La situación es semejante a aquella de nuestros padres de familia. Por la naturaleza nuestros padres no están tan cerca de nosotros como nuestras madres. No nos llevan en sus adentros. No nos amamantan con su leche. Comúnmente no nos crían durante la niñez. Sí, nos aman pero su amor tiene otro matiz. Como el amor materno es seguro como el derecho para caminar en el centro, tenemos que ganar el amor paterno, al menos en parte, como si fuera el permiso a manejar un carro. Por eso, los padres de familia especialmente están encargados a enseñar a sus hijos como ser personas responsables y dignas. Cumplen este deber en varias maneras pero en gran parte por apoyar, respetar, y cuidar a nuestras madres.

Ya es el Día del Padre. Según el almacén Kohl es tiempo para comprar a nuestro padre una nueva camisa de sport. Según la librería Barnes and Noble tenemos que regalarle un libro electrónico. Según Sears él necesita una nueva barbacoa. Pero sabemos lo que quiere más que todos los aparatos y toda la ropa hecha en China. Quiere ver a nosotros, sus hijos e hijas, vivir como personas sabias y maduras, humildes ante Dios y comprensivas ante uno y otro. Hemos de ser personas humildes y comprensivas.

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