El domingo, 19 de agosto de 2012

EL XX DOMINGO ORDINARIO

(Proverbios 9:1-6; Efesios 5:15-20; Juan 6:51-58)


Se ha dicho que el papa Benedicto no quiere que el pueblo reciba la Santa Comunión en la mano.  Pero no es la verdad.  En una entrevista hace tres años él clarificó su posición.  Dijo que no está en contra de recibir la Comunión en la mano.  Sin embargo, se da cuenta de que ha habido abuso.  Por ejemplo – él explicó –había un turista asistiendo en la misa en la basílica de San Pedro que tomó la hostia consagrada en mano y entonces la guardó en su billetera como un recuerdito de Roma.  Para enfatizar el significado apropiado a la Eucaristía, ahora Benedicto siempre da la Santa Comunión en la lengua.  Similarmente en el evangelio hoy Jesús utiliza términos fuertes para explicar el significado de la Santa Eucaristía.


Cuando Jesús propone su carne como comida, los judíos preguntan: “¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?”  Sería una pregunta legítima para cualquier otra persona.  Pero Jesús ha demostrado su capacidad de hacer maravillas.  Él acaba de alimentar a cinco mil hombres con sólo cinco panes.  En lugar de preguntar: “¿Cómo él puede darnos a comer su carne?” deben estar pensando: “¿Cómo podemos nosotros aprovecharnos de su oferta?”  La respuesta ciertamente es más que extender la mano o la lengua. 


Jesús quiere despertar la fe del pueblo.  Para aprovecharse de la oferta de su carne, los judíos tienen que renovar su fe en el Dios de la vida por reconocer a Jesús como su enviado.  Eso es, tienen que dejar atrás las prioridades de la coveniencia y la comodidad.  En su lugar tienen que tomar por sí mismos las prioridades de Dios – procurar la suficiencia para las viudas y los derechos de los extranjeros.  Es como si la gente hubiera estado viviendo con catatares cubriendo sus ojos de modo que no vean la verdar.  Otras personas les parecen como objetos sin valor propio, y el propósito de la vida se ve en vivir haciendo el menos esfuerzo como posible.  Poner fe en Jesús, entonces, es como quitar las catatares.  Es ver a todos en la comunidad como hermanos que merecen la entrega de sí mismo y a los demás como dignos de respeto.  La Eucaristía ejemplifica perfectamente esta nueva manera de ver.  Pues, con ella Jesús entrega su propia vida para fortalecer a sus discípulos y para llamar a todos a sí mismo.


Hoy en día nosotros también tenemos que preguntarnos cómo podemos aprovecharnos de la carne de Jesús en la Eucaristía.  Una vez más requiere mayor esfuerzo que ponernos en la fila de Comunión.  Más bien, tiene que ver con vivir el discipulado de Jesús según las normas de la Iglesia.  No es que estas normas sean ni arbitrarias ni ingenuas.  Al contrario, provienen de dos mil años de experiencia formando una comunidad del amor.  Atañan tanto nuestro modo de creer como nuestro modo de actuar.  Si vamos a recibir la Comunión eficazmente, tenemos que creer que es el cuerpo de Jesús, no sólo un símbolo que nos recuerda de él.  Asimismo, antes de recibir la hostia, tenemos que pedir perdón por nuestras ofensas y, si son graves, conseguir la absolución del sacerdote.  Faltando el reconocimiento de nuestros pecados, nosotros estamos implicando que realmente no hay necesidad del sacrificio de Jesús.


¿Cuál católico no tiene foto de sí mismo recibiendo la Primera Comunión?  Nos muestra en vestido blanco con velo o en traje con corbata.  En nuestras manos aparece un rosario junto con un librito de rezos.  Ciertamente la foto representa algo más que un recuerdito de la niñez.  Más bien, es símbolo de nuestra participación en la comunidad de amor fortalecido por Cristo.  Sí, la Comunión es nuestra participación en la comunidad del amor.

No hay comentarios.: