EL XXII DOMINGO
ORDINARIO
(Deuteronomio
4:1-2.6-8; Santiago 1:17-18.21-22.27; Marcos 7:1-8.14-15.21-23)
Las
campañas políticas ya han comenzado. Vemos su progreso en las noticias. Los periodistas viajando con los candidatos
siempre descubren algo de contarnos.
Quizás pensemos que los evangelistas actúan como estos periodistas. Los imaginamos como siguiendo a Jesús
apuntando todo lo que hace y una vez que resucita de la muerte escribiendo sus
evangelios. Pero tal concepto de la
formación del evangelio no conforma con la evidencia que nos queda.
Ahora se
sabe que la formación de los evangelios tuvo lugar en tres etapas distintas. En primer lugar hubo los dichos y hechos de
Jesucristo. Estamos ciertos que el hizo
maravillas y contó parábolas para transmitir el amor de su Padre Dios. La memoria de estos actos relatada a los
pueblos por los apóstoles comprende la segunda etapa de la formación de los
evangelios. Los apóstoles – los doce y varios
otros como san Pablo -- se dispersaron llevando los cuentos de Jesús a los
rincones de la tierra conocida. Finalmente
después de cuarenta, cincuenta y posiblemente sesenta años estuvieron los
evangelistas listos de poner todo lo que se decía de Jesús en la forma de una
historia completa. Ninguno de los cuatro
era compañero de Jesús aunque sí sus compañeros les dejaron la información de
él.
A lo
mejor el relato del evangelio hoy está arraigado en el tiempo de la predicación
de los apóstoles. A sus oyentes griegos les
interesan los cuentos de Jesús, pero no quieren hacerse judíos. Pues están acostumbrados a comer la carne del
cerdo, y se preocupan de la cuestión de la circuncisión. Los predicadores recuerdan que una vez el
Señor criticó a los fariseos por ser fastidiosos con lo que entren en la boca
pero relativamente descuidados de lo que sale.
Entonces para dar acogimiento a los griegos, dicen que el Señor permitió
que se comiera cualquier cosa en cuanto que no echen mentiras o cometan
adulterio. No traicionan a Jesús, sino
responden al interrogante, “¿Qué diría Jesús si estuviera aquí predicando a
estos paganos?” Ciertamente Jesús no permitiría
lo más fácil sino mandaría lo que conforme a la voluntad de Dios Padre que sólo
él sabe perfectamente bien.
Ahora
nos enfrentan varios retos nuevos ante los cuales tenemos que preguntar con los
apóstoles, “¿Qué diría Jesús…?”. Cada
rato la ciencia nos trae casos que ni siquiera imaginaban en tiempos bíblicos. Las cuestiones abundan particularmente en las
primicias y los finales de la vida. ¿Qué
familia no ha habido que luchar con la decisión de terminar el uso del
respirador para un ser querido? Vamos a
tratar dos situaciones graves en las cuales se tiene que determinar, “¿Qué
diría Jesús…?”
Una
pareja muy amorosa quiere tener a su propio hijo. Se han casado por varios años pero no han
tenido ningún hijo. Van al médico que
recomienda que traten de concebir por la fertilización in vitro, eso es, en un platillo de vidrio. En este proceso se toma el
óvulo de la mujer y la esperma del hombre para unirlos en el laboratorio. Los médicos han producido embriones con este
método, pero fracasan más que logran su objetivo. De todos modos, pensando como Jesús la
Iglesia ha condenado la fertilización in
vitro. Juzga que es una manipulación
de la vida en el momento más significante para la pareja. Razona que la criatura debe ser concebida por
el acto de intimidad matrimonial, no por procedimientos científicos. Pues, es don de Dios para ser apreciado, no
meramente un bien para satisfacer los deseos de sus padres.
Hoy en
día está creciendo el rechazo de la sonda de alimentación. Aunque puede salvar la vida, algunos temen
que el enfermo quedaría con dificultades que simplemente no valen el aguantar. Recientemente una profesora universitaria escribió
un libro sobre la ordalía de su hija que no estuvo consciente por ocho meses
después de ser atropellada por un carro.
Dice la profesora que los médicos, creyendo que la joven estaba en un
“estado vegetal permanente”, querían
sacarle la sonda de alimentación. Sin
embargo, sus padres insistieron que pudiera recuperarse. Después de doce años y
con gran esfuerzo, la joven ha recobrado al menos una parte de su vida
anterior. Pero no sólo ella ha mejorado con
el proceso. Toda la familia ha crecido
como personas humanas en la lucha para salvar su vida.
Realmente
no es misterio: “¿Qué diría Jesús si estuviera aquí?” Pues, está aquí en la presencia de la Iglesia
y de cada uno bautizado en su muerte y resurrección. Siempre nos urge que amemos al otro. Pero nos asegura que el amor no es simplemente
el satisfacer de los deseos. Más al caso
el amor es enfrentar los retos de la vida por el bien de la otra persona. El amor es enfrentar los retos de la vida por
la otra persona.
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