(Hechos
15:1-2.22-29; Apocalipsis 21:10-14.22-23; Juan 14:23-29)
El actor
Mel Gibson estrenó “Apocalíptico” hace siete años. La película muestra las relaciones entre los
indígenas de Centroamérica hace 500 años.
Los guerreros de la tribu dominante toman presos a los hombres de otra
tribu. Están en el proceso de matar a sus
cautivos cuando uno logra a escapar. En
el perseguimiento del fugitivo los malvados encuentran a los conquistadores
españoles que se harán su ruina.
“Apocalíptico” es instancia del género de historias llamado por el mismo
nombre muy corriente en el tiempo de Jesús.
Apocalíptico significa la revelación. Pretende descubrir el futuro por una visión
sobrenatural a la gente que ha perdido la esperanza. Historias apocalípticas muestran cómo Dios
irrumpirá personalmente para salvar a los buenos. En el Antiguo Testamento el libro del profeta
Daniel es por una gran parte apocalíptico.
En el Nuevo Testamento tenemos el libro de la Apocalipsis. Leemos de la Apocalipsis en el tiempo de
Pascua para destacar la victoria de Jesucristo sobre las fuerzas del mal.
Muchos erróneamente
buscan referencias en los personajes y eventos de la Apocalipsis a los sucesos
del mundo actual. Dirán que un Osama bin
Ladin es quien se le refiere la bestia con el triple seis. Asimismo, señalarán que ultrajes como el
bombardeo en Boston hace poco representan la venida de la lucha final. Sin embargo, estaríamos decepcionados si
pensamos que el mundo es para acabarse.
La Apocalipsis no nos enseña el porvenir tanto como nos advierte de los
tropiezos que existen en nuestro medio.
Al
principio de la obra el vidente Juan ve los contenidos de las cartas dictadas
por Cristo a siete iglesias de Asia menor.
El Señor elogia a algunas iglesias y critica a otras pero aconseja a
todas que enfrenten los retos arrepintiéndose del mal y manteniéndosele fieles. Los retos son básicamente tres: las
persecuciones, las herejías, y la tibieza en la práctica de la religión. Muchos nosotros no experimentamos la
persecución hoy. Pero los cristianos en
Siria, Egipto, y Pakistán encuentran a veces la amenaza a la vida. En Francia no se puede llevar una cruz a la
escuela pública. Y, dicen algunos, en
tiempo los cristianos de los Estados Unidos serán acosados así.
La
herejía más tajante de nuestro tiempo es el abandono de la Iglesia como la fuente
de la salvación. Eso es, muchos creen la
sofistería que dice no es necesario ser religioso si la persona es espiritual. Pero Dios se ha revelado a sí mismo a un
pueblo; es entre la comunidad que mostramos el amor; y la Iglesia guarda los
sacramentos que nos apoyan en la búsqueda de la santidad. Sin embargo, el tropiezo más amenazante hoy
día es la tibieza, eso es la indiferencia hacia Cristo. En los Estados Unidos más que tres cuartos de
los católicos no asisten regularmente en la misa dominical. Varios jóvenes tampoco ven la
incompatibilidad de tener relaciones íntimas fuera del matrimonio con la recepción
de la Santa Comunión.
La
lectura de la Apocalipsis hoy nos asegura que los fieles a Cristo no van a ser desilusionados. Más bien, van a entrar
en la presencia de Dios al final de los tiempos cuando el mundo actual con
todas sus inmundicias sea destruido. En
la nueva Jerusalén todos vivirán en la harmonía con Cristo en su medio. No deberíamos dudar esta eventualidad. Pues, como Jesús resucitó de la muerte, así
va a cumplir la conquista de todos los efectos del pecado.
De vez
en cuando cada uno de nosotros tiene una noche mala. Tal vez por haber comido demasiado nos
encontramos desvelados. La única cosa
con que podemos contar es que el mundo no va a acabarse, que el lío no será
nuestra ruina. Con tanta seguridad podemos pedir el apoyo de Cristo. Él no va a dejarnos decepcionados. Más bien va a guiarnos en la búsqueda de la
santidad. Podemos contar con Cristo.