El domingo, 28 de abril de 2013


QUINTO DOMINGO DE LA PASCUA

(Hechos 14:21-27; Apocalipsis 21:1-5; Juan 13:31-33.34-35)


Algunos lo han notado.  Pues, está mencionado en la misa domingo tras domingo.  En la mayoría de los casos este año leemos del Evangelio según San Lucas.  Al año próximo proclamaremos el Evangelio según San Mateo, y al año 2015 el Evangelio según San Marcos.  Entonces volveremos al Evangelio según San Lucas en 2016.  ¿Y cuándo leeremos el Evangelio según San Juan?  La Iglesia reserva este evangelio – su preferido --para tiempos particulares como la Pascua.  De hecho, la lectura evangélica hoy como la del domingo  pasado y la del domingo próximo provienen del Evangelio de Juan.

Si has pensado en el Evangelio según San Juan como distinto, no estarías solo en tu parecer.  Hay muchas características que distinguen este evangelio.  Por ejemplo, sólo en Juan reflexionará Jesús sobre su glorificación como lo hace en la lectura hoy.  Él pasará de la muerte en la cruz a la resurrección del sepulcro y, últimamente, a la derecha del Padre en el cielo.  Esta trayectoria resultará no sólo en su gloria sino también – y esto es otra distinción -- en nuestra.  Desde su puesto elevado él nos envía al Espíritu Santo para preservarnos del odio que contamina el mundo.

El Espíritu nos dispone a guardar el mandamiento del amor de que Jesús habla en la lectura.  Para el Evangelio según San Juan, el amor existe más en el nivel de hechos que en lo de sentimientos.  Eso es, el amor exige que vayamos más allá que buenos pensamientos hacia el otro al servicio para su bienestar como muestra Jesús cuando lava a los discípulos sus pies.  Es transportar al vecino al trabajo cuando se quiebre su carro o visitarlo cuando se interne.  Un hombre de la parroquia ha escuchado la llamada de llevar la Santa Comunión a un anciano en el asilo.  Respondió sin demora porque eso es lo que el amor le requiere.

Recientemente se le diagnosticó a un hombre con melanoma, el cáncer agresivo de piel.  Los doctores querían quitárselo inmediatamente.  Con igual prisa los fieles de su parroquia organizaron una oración y ayuno en solidaridad con su querido hermano en Cristo.  Este tipo de acción – positivo, fraterno, auto-sacrificial – muestra la novedad del “nuevo mandamiento” de Jesús.  Es cierto que Moisés en la Antigua Alianza dio a los israelitas el mandamiento de “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Levítico 19,18).  Pero los grandes mandamientos de esa alianza eran por la mayor parte prohibiciones, “No tomarás el nombre del Señor, tu Dios, en vano”; “No matarás”; etcétera.  Cristo, en cambio, presenta a sus discípulos la Nueva Alianza escrita en el corazón.  Esta alianza resalta los millones de modos que podemos actuar con amor.  Por eso, se llama la nueva ley alternativamente la ley de libertad.

En la lectura Jesús llama a sus compañeros, “mis hijitos”.  El uso del diminutivo expresa más que su afecto para ellos.  Señala que Jesús, como un padre emprendiendo un viaje, tiene algo a decir a sus discípulos antes de que les deje.  Como todos los padres, Jesús quiere que sus discípulos se mantengan en el amor durante su ausencia.  Este amor no sólo les garantiza la paz entre sí sino también atraerá a otros a su compañía.  Sigue hoy en día.  Una investigación reciente ha descubierto que la posibilidad de participar en comunidad y la amabilidad de la comunidad son los motivos más dados para integrarse y mantenerse en una parroquia.  Es cierto: cuanto más amamos a uno y otro, más compañeros tendremos. 

¿Qué hace girar el mundo?  Los científicos contestarán la gravedad; y los realistas, el dinero.  Pero nosotros dirán que nuestro mundo gira por el amor de Jesús.  Su amor nos impulsa a cuidar a uno y otro.  Su amor nos mantiene en la paz con todos.  Y su amor nos lleva a la gloria.

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