(Hechos
2:14.36-41; I Pedro 2:20-25; Juan 10:1-10)
Una vez
“el que cuida la puerta” refería sólo al guardián de la puerta. Pero ahora “el que cuida la puerta” tiene
muchas referencias como el director determinando cuales noticias el periódico
imprimirá, el oficial escogiendo cuales estudiantes serán admitidos a la
universidad, y el secretario dándoles a algunos el permiso a ver al
mandatorio. En todos casos “el que cuida
la puerta” tiene control sobre lo que pasa en una organización. Es persona con autoridad.
En el
evangelio hoy Jesús ocupa la frase para indicar al asistente que permite a unos
pero no a todos entrar al rebaño. Dice
que “el que cuida la puerta” la abrirá al buen pastor y la cerrará al
ladrón. En diferentes modos las madres, que
honramos hoy (el Día de Madre en los EEUU como fue ayer en México), sirven como
“el que cuida la puerta” por la familia. Por la mayor parte son las que determinan cuál
tipo de comida será servido en la casa.
Es de ellas a balancear la dieta para que todos coman nutritiva sin
comer excesivamente.
Más
importante aún es el papel de las madres junto con los padres a cuidar la
puerta a la mente de sus hijos. Las
madres deberían controlar la cantidad tanto como la cualidad de
televisión mirada en la casa. Igualmente
tienen que asegurar que los chicos no vayan a cines inaceptables. Desde que la inmundicia del Internet (el
instrumento del diablo dice una doctora) puede invadir la casa, las amas de
casa siempre deberían estar vigilando sobre las computadoras y ya los teléfonos
de sus hijos. Sobre todo las madres
tienen que asegurar que sus hijos asocien con niños con valores verdaderos. Una vez una madre tenía que prohibir a su
hija a salir con muchachas que la enredaban en problemas. Años después, el padre de la joven dijo que esa
prohibición fue el momento decisivo en la vida de su hija.
Aunque
varía ahora más que antes, todavía las madres tienen el papel mayor en muchas
familias a presentar a sus hijos a Jesús.
Lo hacen en la niñez por mostrarles que tanto Jesús los ama. En tiempo van a decirles las historias
evangélicas para animar su fe. Rezan con
sus hijos para que se aprovechen del conocimiento de Dios. Y nunca dejan de rezar a Dios por ellos. Una madre con hija ya adulta pero inmadura
ora que su hija “se enamore con el Señor”.
Es oración digna de todas madres.
Las
enseñanzas religiosas y las oraciones pertenecen a la casa porque la familia es
la “iglesia doméstica”. Se la ha
nombrado así desde la antigüedad porque todos los bautizados participan en el
sacerdocio común de los fieles con los tres menesteres de Cristo. Son para decir la verdad como profetas, para
ofrecer sacrificios como sacerdotes, y para gobernar como reyes. Las madres llevan a cabo el papel del profeta
cada vez que enseñan a sus hijos hacer lo bueno y evitar lo malo. Cumplen el papel del sacerdote cuando rezan en la casa. Y actúan como rey por hacer reglas firmes y
justas. A lo mejor las madres tienen más
efecto en sus hijos que el cura o la religiosa de la parroquia.
Amamos a
nuestras madres por habernos dado la vida.
Pero si la vida física fuera su único aporte a nosotros, no merecerían mucho
cariño. No, las apreciamos y las
festejamos hoy por haber compartido con nosotros la vida dela gracia, la vida de
Jesús. Gracias, madres, por enseñarnos
cómo rezar antes de comer. Gracias,
madres, por insistir que pidamos perdón a aquellos que hemos ofendido. Gracias, madres, por mostrarnos la primacía
de la misericordia con el socorro del pobre en la puerta. Gracias, madres.
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