EL DECIMOSEXTO
DOMINGO ORDINARIO
(Jeremías
23:1-6; Efesios 2:13-18; Marcos 6:30-34)
Recientemente
el director de la empresa Starbucks anunció una iniciativa prometedora. No era una bebida nueva de café sino una
manera nueva para ayudar a sus trabajadores.
El jefe dijo que su corporación pagará las cuotas universitarias por sus
empleados. Ya los baristas no tendrán
que ver el hacer del capuchino como su futuro.
Más bien pueden anticipar empleos con salarios más en conforme con el
sueño norteamericano. Ese director se
prueba a sí mismo como pastor en la línea de Jesús del evangelio hoy.
La
primera parte del evangelio según san Marcos presenta a Jesús como sanador y
predicador. Pero en la lectura hoy se ve
como líder comprensivo. Cuando los
discípulos regresan de la misión, él se da cuenta de su fatiga. Les dirige a retirarse para recuperar las
fuerzas. Asimismo, cuando se lo acerca la
gente buscando conocimiento, Jesús no se la niega. Con gusto les enseña los misterios de
Dios. En estas maneras Jesús se ha hecho
ejemplo para todos tipos de dirigentes: párrocos, gobernantes, jefes de
trabajo, maestros, aun padres de familia.
Ellos no han de aprovecharse de sus súbditos sino ayudarles realizarse
como personas integras.
Desgraciadamente
no todos los jefes sienten responsables por sus trabajadores. A veces actúan como los pastores en la
primera lectura dispersando a sus ovejas para su provecho propio. En las oficinas el hostigamiento sexual
sigue como una amenaza al bien. En el
taller particularmente los indocumentados son vulnerables a los inescrupulosos
que no pagan lo que es debido. Existe también
la corrupción entre los oficiales. Todavía
se ponen de manifiesto políticos suplementando sus salarios con regalos de
empresarios y policía abusando su poder.
Se ve la
tendencia de explotar a los subordinados aun en la familia. Algunas parejas han
abandonado la vocación de considerar a sí mismos como encomendados por Dios
para cuidar a sus hijos. Más bien tratan
a sus niños como objetos para complacer sus deseos personales. Quieren determinar no sólo el número sino
también las características de sus hijos.
Si se concibe una criatura que tiene un defecto médico o simplemente el
sexo no deseado, están preparados para abortarla. Si el niño no actúa en conforme a su
programa, pueden rechazarlo como un fracaso.
Tenemos a
Cristo como rescate de la tentación para instrumentalizar a otras
personas. La carta a los Efesios lo
llama “nuestra paz”. Eso es, en su
cuerpo crucificado ambos los judíos y los paganos de la antigüedad reconocen a
una víctima degollada por los pecados de ambos pueblos. A la misma vez se dan cuenta que la historia de
Jesús no termina con la cruz. Resucitará
de la muerte para llamar a todos a vivir unidos en su cuerpo renovado, la
Iglesia. Así nosotros vemos en la cruz
de Cristo el resultado de nuestro deseo para aprovecharnos de otras personas. Y en la resurrección anticipada por una
segunda mirada percibimos el trampolín para superarlo. Ya reinando en la
gloria, Jesús nos favorece con la fuerza para imitar su bondad.
Hay un
proverbio que refleja el misterio de Dios.
Dice que la mayor felicidad proviene de ayudar a los demás. Desgraciadamente algunos siguen buscando el
sueño americano por explotar a sus subordinados. Pero nosotros sabemos que la crucifixión pone
de manifiesto la verdad del proverbio. Allí
miramos a Cristo, aparentemente derrotado por habernos ayudado hasta el
extremo. Dándole una segunda mirada,
percibimos el que se resucitará en la gloria. Percibimos
en el crucificado, el que resucitará en la gloria.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario