El domingo, 12 de marzo de 2017

El Segundo Domingo de Cuaresma

(Génesis 12:1-4ª; II Timoteo 1:8b-10; Mateo 17:1-9)

Una vez un joven estaba pasando el verano con su padre en Hawái.  Se fue al muelle un día donde estaban los veleros particulares.  Allí un hombre le invitó a acompañarlo en un viaje a las islas del mar sureño.  El joven se aprovechó de la oferta y tuvo, como podemos imaginar, una experiencia inolvidable.  En las lecturas de la misa de hoy vemos varias ofertas semejantes.

Dios llama a Abram en la primera lectura.  Quiere que Abram vaya a un lugar lejano para comenzar un pueblo nuevo.  Será bastante costoso.  Pues significa que Abram deje su palacio, su país, y sus padres.  Por eso el Señor le atrae con la oferta de bendiciones.  Dice a Abram que todos los pueblos se bendecirán en él.  Dios nos llama a nosotros también.  Quiere que dejemos la vida centrada en el yo para participar en un mundo transformado por Su amor.  Tampoco será fácil.  Significará que dejemos los placeres como ver la televisión toda noche y seguir nuestros antojos en los fines de semana. 

Porque costará, Dios nos atrae con una oferta aún más grande que la promesa a Abram.  Como San Pablo indica a Timoteo en la segunda lectura, Dios nos ofrece “la luz de… la inmortalidad”.  Pablo está invitando a su compañero que se le una con él en la predicación de la buena nueva.  Dice que implicará la lucha pero conllevará a la misma vez la resurrección con Jesús de la muerte.  Es la misma invitación con el mismo premio que Dios nos extiende a nosotros hoy.

El evangelio da un esquema del mensaje de los evangelizadores.  Jesús es el hijo apreciado de Dios.  Él cumple ambos la ley y los profetas por su pasión y muerte.  Vale lo que dijo antes de la subida a sus discípulos: que ellos tendrán que llevar su cruz detrás de él.  Sin embargo, el sufrimiento terminará en la gloria tanto a sus discípulos como a él mismo.  Entretanto él les fortalecerá con su toque.  

Debemos ver a nosotros llevando nuestra cruz como esos discípulos.  Tenemos que atraer a los demás a Cristo por dirigirnos a las injusticias del mundo.  Un refugiado de Siria tiene una idea acerca de cómo llevar a cabo esta misión.  Pide a los americanos que dispersemos los valores de respeto para cada persona humana.  Dice que podríamos aprovecharnos de las medias sociales (Facebook, Twitter y los demás) para sembrar los derechos humanos entre los pueblos extremistas.  No es sólo los soldados de ISIS que necesiten este mensaje.  En medio de nosotros hay racismo, machismo, y otros tipos de elitismo que queremos afrontar gentil pero firmemente.


Convertir a los pueblos es una tarea enorme que no va a ser cumplida en nuestro tiempo.  Pero esto no debe ser pretexto para demorar el comienzo de la lucha.  Seguimos adelante con la esperanza de Abram que Dios cumpla sus promesas.  No sólo vamos a ver la luz de la inmortalidad sino también el mundo con todas sus injusticias será transformado.  Sí nuestro mundo será transformado.

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