EL PRIMER DOMINGO DE CUARESMA
(Génesis 2:7-9.3:1-7; Romanos 5:12-19; Mateo
4:1-11)
Hemos entrado
en la cuaresma. ¿Quién no oyó las
primeras llamadas al arrepentimiento?
Algunos sienten la repugnancia para este tiempo. Tal vez les haga falta el espíritu de auto-abnegación. Pero nadie es exento del sacrificio. Todos hemos pecado; todos hemos embarcado en
una trayectoria llevándonos lejos de nuestro destino. Todos necesitamos a volver al camino recto para
realizar nuestra esperanza.
La
primera lectura hoy muestra cómo hemos caído de la inocencia. Pues el drama descrito en Génesis sirve como análisis
del pecado de cada persona humana. La serpiente no tienta a la mujer
simplemente con el sabor de la fruta. Tan
sabroso como sea, no le causaría a desobedecer el único mandamiento que
hay. No, la serpiente sabe lo que ella y
nosotros anhelamos más que nada. Le
ofrece a la mujer la igualdad con Dios en cuanto a juzgar acciones. Según la serpiente, si la mujer come la fruta
prohibida, se le abrirían los ojos para determinar el bien y el mal. Entonces, no tendría que recurrir a Dios para
ver si una acción es buena o mala. Es lo
que pasa cada vez que mentimos pensando que es mejor para todos que no se
revele la verdad. O es cómo nos justificamos
por ver un programa de televisión lleno con imágenes lujuriosas.
Pronto
la mujer y su compañero se dan cuenta que dependen en Dios más que
imaginaban. Su desobediencia les traerá
la muerte. Porque han abandonado a Dios,
han perdido la fuente de su vida. Sólo por
una iniciativa del mismo Dios podrían recuperarse de esta pérdida. En la segunda lectura San Pablo cuenta que Jesucristo
salva a los hombres de la muerte. Dice
que por su obediencia a Dios Jesús ha ganado la justificación para todos. Es como si el mundo se hubiera robado de todo
el oxígeno y por la ingeniosidad de sola una persona se le regresa.
El
evangelio muestra a Jesús como el hijo obediente de Dios frente de tres tentaciones
perversas. Primero, el diablo tienta a
Jesús, hambriento después cuarenta días sin comer, con la propuesta de cambiar
las piedras en pan. Pero Jesús sabe que
no es por las maquinaciones del yo que viva la persona humana sino por la bondad
de Dios. Fácilmente rechaza esta
tentación. La segunda es más sutil. El tentador le desafía a Jesús que se eche de
la cima del templo para ver si Dios Padre lo salvará. Sin embargo, Jesús sabe que no es justo para
un hombre probar a Dios. Despide al
diablo con el mandamiento bíblico: “’No tentarás al Señor, tu Dios’”. Puede darle crédito al diablo por la
persistencia. Viene con todavía otra
tentación, esta vez la más perniciosa posible.
Quiere que Jesús lo adore en cambio por la promesa vacua que le
entregaría a él el mundo entero. Una vez
más Jesús no cae en la trampa. Más bien
manda a Satanás fuera con otra cita bíblica: “’Adorarás al Señor, tu Dios, y a
él sólo servirás’”.
Jesús siempre
guarda en mente el propósito de hacerse hombre: ha venido para salvar a los
hombres y mujeres de sus pecados. En el
momento de cumplir este objetivo, tendrá otra tentación. Cuando Jesús está colgando de la cruz, primero
los viandantes, entonces los líderes judíos vienen burlándose de él. Dicen: “’Si eres el Hijo de Dios, baja de la
cruz’”. La verdad es que Jesús no va a
bajarse precisamente porque es el Hijo de Dios.
Seguirá cumpliendo la voluntad de su Padre hasta el fin.
Hemos
comenzado este tiempo santo para aprender cómo imitar a Jesús. Como Jesús tenemos que negarnos del pan y
cosas semejantes para mostrar que sobre todo dependemos de Dios para la vida. Como Jesús tenemos que reconocer que la vida
es llena de promesas vacuas que pueden llevarnos lejos de nuestro destino. Sobre todo como Jesús tenemos que reconocernos
como hijas e hijos de Dios Padre a quien obedeceremos hasta el fin. Tenemos que reconocernos como hijas e hijos
de Dios.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario