El domingo, 18 de febrero de 2018

EL PRIMER DOMINGO DE CUARESMA

(Génesis 9:8-15; I Pedro 3:18-22; Marcos 1:12-15)


La mujer era prostituta.  Cometió muchos pecados incluyendo algunos abortos.  Pero ya quería cambiarse.  Deseaba reformar su vida para vivir con sus hijos como familia. En un aspecto esta mujer representa a Noé en la primera lectura.

Después del pecado de Adán y Eva, las cosas de los hombres deterioraron.  No pudieron realizarse como hijos e hijas de Dios.  Más bien Caín asesinó a su hermano Abel, y la gente siguió haciendo mal.  En su deseo para vivir como Dios aun trataron asaltar el cielo con la torre de Babel.  Entonces Dios decidió que tenía que corregirla.  Mandó el diluvio para matar a todos los hombres y mujeres salvo a Noé y su familia.  Ya está para aprobar una nueva alianza con Noé.  Con su bendición la humanidad tendrá un nuevo arranque.

Como la prostituta, nos encontramos a nosotros también en la situación de Noé.  Tenemos una segunda oportunidad para realizarnos como hijos e hijas de Dios.  Se pueden ver nuestros deseos para ser más ricos, más bellos, y más fuertes como nuestros intentos vanos – como aquel de los primeros humanos – para ser como Dios.  La única manera para hacernos como Dios es cumplir Su ley.  Ya tenemos a un guía con la capacidad de ayudarnos lograr la meta.  Es quien la segunda lectura llama “el justo, (que murió) por nosotros, los no justos para llevarnos a Dios”.  Es Jesucristo.

Hemos seguido a Jesús por las aguas del Bautismo. Allí nuestros cuerpos fueron sumergidos como signo de nuestra intención para morir al yo y resucitar con la conciencia de Cristo.  Como Cristo en el desierto, nosotros hemos entrado el campo de probar.  Por estos cuarenta  días de la Cuaresma estamos reduplicando los esfuerzos para pensar menos en nosotros y más en el otro con nuestros ojos fijos en Cristo.  Es como la ilustración que cuelga en la sala intensiva de un hospital local.  El cuadro muestra a muchos servidores – hombres y mujeres de diferentes razas, clases, y edades -- con Jesús en el centro llevando a una niña en sus brazos.  Es como si todo el mundo estuviera mirando al Señor para que lo imiten. 

En el evangelio Jesús tiene un mensaje de dos partes.  Primero dice: “Arrepiéntanse” – que nos cambiemos nuestros modos de siempre buscar el bien del yo.  De igual importancia nos urge: “Crean en el evangelio”.  Eso es que creamos no sólo que Dios nos ama sino también que Él nos tenga un destino glorioso.  Aunque Jesús ilumina el camino de la vida terrenal, esto no agota su logro por nosotros.  Nos ha ganado la resurrección de la muerte y un lugar a la par de él en la vida eterna.  Sin aferrar esta esperanza como nuestro motivo, a lo mejor desfalleceremos en el camino. 

A través de la Cuaresma queremos mantener nuestras biblias abiertas.  Ambos testamentos – el antiguo tanto como y el nuevo – dan testimonio al nuestro guía Jesucristo.  En la misa diaria vamos a escuchar una exhortación profética dela historia de Israel.  Ésta servirá como anticipación de la misión de Jesús que vemos cumplida en el evangelio.  Por leer estas lecturas y más por imitar lo que nos instruyen, llegaremos a nuestro destino glorioso.  Por imitar lo que nos instruyen, llegaremos a la par de Jesús en la vida eterna.

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