El domingo, 23 de junio de 2019


LA SOLEMNIDAD DEL CUERPO Y LA SANGRE DE CRISTO

(Génesis 14:18-20; I Corintios 11:23-26; Lucas 9:11-17)


De vez en cuando me pasa algo chocante en la fila de la Santa Comunión.  Una persona se me acerca con su mano extendida.  Mostrándole la hostia, le digo: “El Cuerpo de Cristo”.  Ella responde, “Amen”.  Entonces arrebata la hostia de mi mano como si fuera una manzana de un árbol.  Tal acción es más que la falta de buenas modales.  Es evidencia de un malentendido de la Eucaristía.  Sea en la mano o sea en la lengua, el modo correcto es recibir la hostia, no tomarla.  Aprendemos esto y más de las tres lecturas de la misa hoy.

En la primera lectura Abram acaba de vencer a varios reyes que habían tomado las posesiones de él junto con su sobrino Lot.  Entonces viene el rey Melquisedec que es también sacerdote.  Él ofrece un sacrificio de pan y vino a Dios de parte de Abram.  El guerrero quiere agradecer al Señor por haber recuperado todo lo que había perdido.  Abram no toma por dado el sacrificio sino le paga al sacerdote.  Le da el diezmo (la décima parte) de todo lo que había rescatado. 

Se ha comparado Jesús con Melquisedec porque con ambos hombres los orígenes de sus sacerdocios son desconocidos.  En la segunda lectura Jesús, también como Melquisedec, ofrece a Dios un sacrificio de pan y vino.  San Pablo está narrando la historia para criticar a los corintios por no compartir entre todos los alimentos del sacrificio en sus reuniones.  Evidentemente los ricos tomaban para sí mismos las porciones más grandes dejando casi nada de comer para los pobres.  Pablo recuerda a la comunidad que no es meramente una comida que están compartiendo.   Es una participación del cuerpo y sangre de Cristo “hasta que vuelva”.  Los corintios tienen que quedarse fieles a Cristo porque vendrá de nuevo con la salvación.

En la primera lectura se ofrecen el pan y el vino con miras a eventos pasados.  En la segunda lectura el mismo ofrecimiento está hecho con el futuro en cuenta.  El evangelio hace hincapié en el momento presente.  Se les encuentra a Jesús y sus discípulos con una multitud de personas aisladas en el campo.  Se hace tarde y la gente necesita de comer.  En lugar de despedirlas para que cada uno busque su propio pan Jesús quiere proveérselo. Con su bendición sobre los cinco panes y dos pescados los alimentos se multiplican.  Entonces Jesús les da los alimentos a sus discípulos para que sean distribuidas a la gente.  Nadie toma nada para sí mismo.  Pero todos tienen más que lo suficiente para comer.

En conjunto las tres lecturas muestran cómo la Eucaristía representa una gran transferencia de dones.  Se refiere primero a la vida y los recursos para mantenerla que Dios nos proporciona.  Tenemos que reconocer que todos los bienes que tenemos encuentran su fuente en la providencia de Dios.  De modo inferior la Eucaristía significa nuestro don a los demás.  En primer lugar el pan y el vino son productos de la industria humana.  Representan el culto que rendemos a Dios en agradecimiento de su bondad.  En segundo lugar es nuestro compromiso a los pobres para que ellos tengan los recursos para vivir.  Sobre todo la Eucaristía es el don de Jesucristo de su Cuerpo y su Sangre que acarrea la vida eterna.  Estos alimentos nos nutren para amar a uno y otro como Jesús nos ama.

Tomamos las cosas que son de nosotros por derecho.  El ciudadano puede tomar la papeleta de votar.  Todos nosotros tomamos nuestros asientos en la misa.  Sin embargo, recibimos las cosas que nos vienen por la bondad de otra persona.  Una niña recibe un futbol como regalo de sus padres.  Sobre todo recibimos la Eucaristía de Dios.  Es el don que nos proporciona la vida tanto ahora como para siempre.  Es el don que proporciona la vida.

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