LA SOLEMNIDAD DEL CUERPO Y LA SANGRE DE CRISTO
(Génesis
14:18-20; I Corintios 11:23-26; Lucas 9:11-17)
De vez
en cuando me pasa algo chocante en la fila de la Santa Comunión. Una persona se me acerca con su mano
extendida. Mostrándole la hostia, le
digo: “El Cuerpo de Cristo”. Ella
responde, “Amen”. Entonces arrebata la
hostia de mi mano como si fuera una manzana de un árbol. Tal acción es más que la falta de buenas
modales. Es evidencia de un malentendido
de la Eucaristía. Sea en la mano o sea
en la lengua, el modo correcto es recibir la hostia, no tomarla. Aprendemos esto y más de las tres lecturas de
la misa hoy.
En la
primera lectura Abram acaba de vencer a varios reyes que habían tomado las
posesiones de él junto con su sobrino Lot.
Entonces viene el rey Melquisedec que es también sacerdote. Él ofrece un sacrificio de pan y vino a Dios
de parte de Abram. El guerrero quiere
agradecer al Señor por haber recuperado todo lo que había perdido. Abram no toma por dado el sacrificio sino le
paga al sacerdote. Le da el diezmo (la
décima parte) de todo lo que había rescatado.
Se ha
comparado Jesús con Melquisedec porque con ambos hombres los orígenes de sus
sacerdocios son desconocidos. En la
segunda lectura Jesús, también como Melquisedec, ofrece a Dios un sacrificio de
pan y vino. San Pablo está narrando la
historia para criticar a los corintios por no compartir entre todos los
alimentos del sacrificio en sus reuniones.
Evidentemente los ricos tomaban para sí mismos las porciones más grandes
dejando casi nada de comer para los pobres.
Pablo recuerda a la comunidad que no es meramente una comida que están
compartiendo. Es una participación del cuerpo
y sangre de Cristo “hasta que vuelva”. Los
corintios tienen que quedarse fieles a Cristo porque vendrá de nuevo con la
salvación.
En la
primera lectura se ofrecen el pan y el vino con miras a eventos pasados. En la segunda lectura el mismo ofrecimiento
está hecho con el futuro en cuenta. El
evangelio hace hincapié en el momento presente.
Se les encuentra a Jesús y sus discípulos con una multitud de personas
aisladas en el campo. Se hace tarde y la
gente necesita de comer. En lugar de
despedirlas para que cada uno busque su propio pan Jesús quiere proveérselo.
Con su bendición sobre los cinco panes y dos pescados los alimentos se
multiplican. Entonces Jesús les da los
alimentos a sus discípulos para que sean distribuidas a la gente. Nadie toma nada para sí mismo. Pero todos tienen más que lo suficiente para
comer.
En
conjunto las tres lecturas muestran cómo la Eucaristía representa una gran
transferencia de dones. Se refiere
primero a la vida y los recursos para mantenerla que Dios nos proporciona. Tenemos que reconocer que todos los bienes
que tenemos encuentran su fuente en la providencia de Dios. De modo inferior la Eucaristía significa nuestro
don a los demás. En primer lugar el pan
y el vino son productos de la industria humana.
Representan el culto que rendemos a Dios en agradecimiento de su
bondad. En segundo lugar es nuestro
compromiso a los pobres para que ellos tengan los recursos para vivir. Sobre todo la Eucaristía es el don de
Jesucristo de su Cuerpo y su Sangre que acarrea la vida eterna. Estos alimentos nos nutren para amar a uno y
otro como Jesús nos ama.
Tomamos
las cosas que son de nosotros por derecho.
El ciudadano puede tomar la papeleta de votar. Todos nosotros tomamos nuestros asientos en
la misa. Sin embargo, recibimos las
cosas que nos vienen por la bondad de otra persona. Una niña recibe un futbol como regalo de sus
padres. Sobre todo recibimos la
Eucaristía de Dios. Es el don que nos
proporciona la vida tanto ahora como para siempre. Es el don que proporciona la vida.
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