El domingo, 14 de julio de 2019


DECIMOQUINTO DOMINGO ORDINARIO

(Deuteronomio 30:10-14; Colosenses 1:15-20; Lucas 10:25-37)


Las historias de Buenos Samaritanos nos tocan el corazón.  Hacen tanto impacto que las recordemos por mucho tiempo.  Hace veinte años un periódico reportó de un mecánico negro ayudando a un extranjero blanco pasando por su ciudad.  Se quebró el coche del hombre blanco a las diez de la noche.  Mientras el hombre llamaba ayuda, una chica lo escuchó contando su problema.  Ella le dijo que su papá, un mecánico, pudiera ayudarle.  Cuando llegó el padre de la muchacha, vio el coche quebrado y dijo que el problema era una correa  desgastada.  Lo llevó a remolque a su taller para arreglarlo al próximo día.  Pidió del hombre sólo el costo del repuesto. 

La parábola del Bueno Samaritano nos interroga si tenemos un concepto suficientemente amplio del prójimo.  ¿Lo consideramos sólo a la persona que vive en nuestra par?  ¿Podemos incluir como prójimos a personas de diferentes razas, religiones, y lenguajes?  Nos reta la parábola cuando queremos pasar por alto a una persona postrada en la calle.  Nos molesta la conciencia cuando vemos a una persona en peligro pero no queremos enredarnos en los problemas de los demás.  Afortunadamente hoy en día no tenemos que arriesgar nada para socorrer a tales personas.  Sólo tenemos que marcar 9-1-1 en nuestro celular.

La parábola del Buen Samaritano no se ha entendido siempre como exigencia de ayudar al otro en necesidad.  Los Padres de la Iglesia solían darle una interpretación simbólica.  San Agustín predicó que cada elemento de la historia podía ser entendido como un aspecto de la historia de la salvación.  Para él, el que desciende de Jerusalén a Jericó es Adán, el primer hombre y representante de todos.  Los ladrones son el diablo y los ángeles malos que roban al hombre de la inmortalidad por persuadirle a pecar.  El sacerdote y el levita son la Ley y los profetas del Antiguo Testamento.  Ellos no podían ayudar al herido reconquistar la vida eterna.  El samaritano es Jesucristo que salva al hombre de la muerte eterno.  Jesús encomienda a los hombres a la Iglesia, el mesón, hasta que vuelva con la resurrección de la muerte al final de los tiempos.

Cuando escuchemos interpretaciones simbólicas, queremos saber si tienen razón.  ¿Por la parábola del Buen Samaritano Jesús realmente quiere enseñar sobre la salvación del hombre del pecado?  Seguramente, no.  Por el contexto de la historia se puede decir que la parábola tiene otro objetivo.  No estamos diciendo que la interpretación es falsa.  Meramente queremos decir que no conforma a la intención de Jesús en esa situación.

El doctor de la ley quiere “poner (a Jesús) a prueba”.   En otras palabras quiere descreditar a Jesús.  Le pregunta sobre lo que debe hacer para conseguir la vida eterna.  Pero Jesús no cae en su trampa.  En lugar de contestar directamente la pregunta, tiene pregunta para el doctor sobre la ley.  Entonces, viendo que Jesús ha ganado la ventaja, el doctor de la ley trata de justificar su posición.  Le pregunta a Jesús sobre el prójimo: ¿Es el prójimo un vecino, un paisano, o tal vez otra persona judía?  Jesús sorprende a todos con la parábola.  El prójimo no tiene nada que ver con la cercanía sino con la compasión.  Según Jesús el prójimo es el que tiene compasión a los demás.

Jesús está retando a todos nosotros a ser prójimos a la persona que se encuentra en necesidad.  Como Moisés enseña en la primera lectura, esta regla no es difícil entender.  Pero no es siempre fácil llevarla a cabo.  Para hacer esto tenemos que pedir la gracia del Señor.  Le pedimos que nos abra los ojos para ver al necesitado.  Le pedimos aún más que nos abra el corazón para socorrerlo.

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