El domingo, 24 de noviembre de 2019


Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo 

(II Samuel 5:1-3; Colosenses 1:12-20; Lucas 23:35-43)


Existe mucha crítica de los reyes hoy en día.  Dicen que los reyes gastan millones y no sirven para nada.  Aunque esta evaluación sea severa, es cierto que los reyes actuales no tienen todas las responsabilidades como antes.  En la Edad Media los reyes supervisaban el bien de toda la nación.  Protegían al pueblo de intrusos y proveían por los pobres entre muchas otras cosas.  Por eso los mejores de los reyes en el pasado siempre sentían el oficio muy pesado.  Hablamos de Jesucristo como rey porque asumió la responsabilidad por el mundo entero.

La primera lectura presenta al rey más cumplido en el Antiguo Testamento.  David extendió las fronteras de Israel. Lideró  al pueblo no sólo en la guerra sino en la alabanza también.  Era músico acreditado por la composición de al menos algunos de los salmos.  Tenía grandes defectos, es verdad.  Pero él fue bastante sensato que pidiera el perdón del Señor.  Se puede ver en sus logras una huella de la gloría de Jesucristo. 

Como David conquistó los pueblos ajenos, Jesús triunfó sobre el pecado.  Para algunos esta victoria es sólo figurativa.  No piensan que ella dé beneficio a nuestras vidas diarias.  Pero sabemos mejor.  El ejemplo de Jesús se ha hecho la medida de la virtud entre nosotros.  Además, por su acompañamiento, que realizamos en la oración diaria, nada puede derrotarnos.  Sea la muerte o la bancarrota, sabemos que Jesús nos llevará a la vida eterna.

La segunda lectura de la Carta a los Colosenses nos presenta otra perspectiva del rey Jesucristo.  No reina sólo sobre la tierra sino también en los cielos.  Tiene todas las fuerzas de tinieblas bajo su dominio y todos los ángeles a sus órdenes.  Cumplirá la promesa de su resurrección cuando nos levante a nosotros de la muerte.  Hasta entonces por la gracia de su cruz podemos vivir en paz con los demás.  Verlo muriendo injustamente todo pueblo y cada individuo deberían reconocer a sí mismo como la causa.  Cuando hagamos esto, podemos perdonar al uno al otro las ofensas en el lamento mutuo por su muerte.

Particularmente en los evangelios de San Juan y San Lucas Jesús reina de la cruz.  En el evangelio según San Juan Jesús muere sólo cuando ha cumplido su misión.  Provee por su madre, su amigo querido, y sus discípulos cuando envía su espíritu a ellos.  En San Lucas Jesús muestra su autoridad como rey cuando otorga el paraíso al malhechor.  El otro malhechor se burla de Jesús diciendo: “’Si tú eres el Mesías (a decir, “el ungido rey), sálvate a ti mismo y a nosotros’”.  Es exactamente lo que Jesús hace.  Por ser fiel hasta la muerte Dios levantará a Jesús.  Además Jesús otorga la salvación al malhechor con la sensatez de reconocer su culpa.

Se ha notado que hay sólo una instancia en toda la Biblia donde se le llama a Jesús sólo por nombre.  El malhechor arrepentido se le dirige a su compañero divino simplemente por decir “Jesús”.  No añade “Cristo” o “hijo de Dios” o nada semejante.  Dice solamente: “’Jesús, acuérdate de mí cuando entres en tu reino’”.  Como respuesta el ladrón recibe la vida eterna.  ¡Bueno! Lo que sirve al malhechor, nos puede servir a nosotros también.  Que no nos falte a llamar al Señor una vez que nos arrepintamos de nosotros pecados.  Que le digamos: “’Jesús, acuérdate de mí’”.

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