EL SEXTO DOMINGO ORDINARIO
(Eclesiástico 15:16-21; I Corintios 2:6-10; Mateo 5:17-37)
Hace veintiséis años
un judío sabio escribió un libro titulado Un
rabí habla con Jesús. Su
planteamiento era respetoso pero a la misma vez crítico de nuestro Señor. Dijo que hasta un punto él podría concordar
con Jesús. Pero donde Jesús habla de
cambiar la ley judía – continuó el rabí – tenía que partirse de él. El evangelio hoy nos cuenta de la parte del
Sermón del Monte en la cual Jesús desarrolla la ley. Que lo examinemos para ver si estamos listos
a acompañarlo por todo el camino.
En este evangelio
Jesús no actúa como Moisés. No es un
intermedio llevando preceptos nuevos de Dios al pueblo. Más bien reclama ser el
autor de los preceptos nuevos. Dice seis
veces: “Han oído ustedes (en la ley)…pero yo
les digo (el nuevo precepto)”. No
menciona tampoco la fuente de su autoridad.
No dice que "los estudios" o "los sabios"
recomienden los cambios. Simplemente declara
la fórmula seis veces indicando que él mismo prescribe los desarrollos. En otras palabras Jesús se presenta a sí
mismo como Dios legislando por el bien del pueblo.
Los desarrollos tocan
a la persona en áreas de la vida muy sensibles: las emociones, las relaciones
más íntimas, y la integridad personal.
En cada caso Jesús exhorta a sus discípulos que limite el yo por el bien
de los demás. La primera cosa que él
manda es que controlemos el enojo. En
lugar de explotar cuando el otro hace algo que percibimos como incorrecto, que
tratemos de dialogar con él o ella. Si
no podremos aprobar su acción, al menos tendremos mayor entendimiento del uno y
el otro.
En lugar de mirar a otras
mujeres con deseo, deberíamos pensar en ellas como hermanas. Ciertamente quedarnos “castos con los ojos”
nos reta en esta época de así llamado "liberación sexual". Una dificultad tiene raíz en las mujeres a
menudo vistiéndose para llamar atención a sus partes privadas. Otra es que el Internet lleva sinnúmero
imágenes estimulando los deseos. Sin
embargo, se debe recordar que el sexo siempre ha estimulado los hormones de
modo que se resistiera sólo con esfuerzo.
Precisamente porque
los deseos sexuales abundan, muchas personas se casan sin pensar bien. Entonces descubren que sus esposos o esposas
no van a traerles la felicidad que imaginaban antes. Quieren divorciarse, pero Jesús rechaza este
modo de resolver la ruptura de la relación.
Llama a las parejas para hacer sacrificios mutuos de modo que vivan
juntos en la paz. Sí, es una cruz
pesada, pero llevarla no nos deja vacíos.
Más bien, como en el caso de otros grandes sacrificios, nos rinde más humildes
y fuertes como Cristo.
El rechazo de Jesús de
juramentos puede confundirnos. ¿No es
que juramos en la corte cuando nos llaman a dar testimonio? Aun San Pablo menciona “Dios” para verificar
sus palabras (Gálatas 1,20). No vamos a
resolver este dilema. Pero deberíamos
tomar a pecho lo que dice Jesús al final de esta sección: “’Digan simplemente
sí, cuando es sí; y no, cuando es no’”.
Quiere decir que siempre digamos la verdad sin andarse con rodeos.
Jesús sigue con dos
más preceptos nuevos. Estos se tratarán
en el evangelio del domingo próximo.
Pero hemos examinamos suficientes para comprender su propósito. Jesús está enseñándonos lo necesario para
vivir como auténticos discípulos suyos.
Quiere que asemejemos la perfección de Dios porque, pues, somos sus
hijos e hijas. En la segunda lectura san
Pablo habla de una sabiduría divina y misteriosa. Tiene en mente la sabiduría de la cruz que
lleva al portador a la vida eterna. Es
el destino a lo cual Jesús nos dirige por prescribir los seis preceptos
nuevos. Quiere prepararnos para la vida
eterna.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario