EL DECIMOSEXTO DOMINGO ORDINARIO
(Sabiduría
12:13.16-19; Romanos 8:26-27; Mateo 13:24-30)
Hace quince años todo
el mundo conoció el nombre, Teresita Schiavo.
Esta mujer estaba famosa por la controversia causada por su condición
física. No podía hablar ni comer, mucho
menos caminar. De hecho, no daba ningún signo evidente de consciencia de sí o
del ambiente. Cuando su esposo pidió que
le quitaran el tubo de alimentación, el gobierno lo rehusó para que se
mantuviera viva. Pero, se puede
describir la condición de Teresita como mala porque somos creados para
prosperar usando todas nuestras facultades.
En el evangelio hoy
Jesús trata del tema difícil del mal.
Personas humanas siempre cuestionan: “¿Por qué existe el mal?” En el
caso de Teresita Schiavo, “¿Por qué ella tiene que sufrir la pérdida de la
mente?” Usualmente se usa la parábola
del trigo y de la cizaña para justificar la presencia de hombres malos. Nos
ayuda entender por qué se permiten los malvados vivir entre los buenos. Sin embargo, la parábola nos proporciona la
perspectiva de Jesús hacia otros tipos de maldad. Con ella tenemos el razonamiento para abolir
la pena de muerte, para no excomulgar a los políticos, y para aceptar las
precautelas limitando nuestro movimiento durante la pandemia.
En el Sermón del Monte
Jesús nos proporciona el principio: “’…no hagan resistencia al hombre
malo’”. Quiere que toleremos la maldad
al menos en cuanto no hace daño a los inocentes. La parábola del trigo y la cizaña ilustra cómo
se pone este principio en práctica.
Sembrar la cizaña es obra del maligno.
El amo de la tierra no permite que se arranque la cizaña porque
inevitablemente se sacan plantas de trigo junto con ella. Prefiere esperar hasta la cosecha cuando se
puede eliminar la cizaña sin dañar el trigo.
En otras palabras, Jesús quiere que Dios juzgue quien es bueno y quien
es malo al final de los tiempos.
¿Qué tiene que ver con
Teresita Schaivo esta parábola? En el
final la corte permitió que le quitaran la alimentación y murió. Es justo decir que, según el principio de
Jesús, no deberían haber puesto fin a su vida.
Más bien, deberían haber aguantado lo malo de su condición hasta que
muriera naturalmente. Es semejante con
la pena de muerte. Hoy en día se puede
proteger al pueblo de los criminales violentos por encarcelarlos. No hay necesidad de tomar sus vidas. Se debería darles la oportunidad de
arrepentirse en la prisión. Asimismo,
hay algunos que insisten que sean excomulgados los políticos católicos que
siguen votando en favor del aborto y del matrimonio gay. Pero la mayoría de los obispos piensan que es
mejor darles oportunidad de cambiar sus posturas. Un ejemplo más, algunos se
oponen al restriñimiento del movimiento durante la pandemia porque viola la
libertad. Sin embargo, pienso que diría
Jesús que es mejor aguantar lo malo del confinamiento, al menos por un rato. Pues, el gobierno tiene la responsabilidad de
proteger la mayoría del virus.
Naturalmente nos
cuesta vivir con la maldad. Las familias
de las personas que han perdido la mente tienen que hacer grandes sacrificios
para atenderlas. Muchos mayores están
sufriendo durante la pandemia por no haber visto a sus nietos por meses. En tales situaciones no estamos seguros qué
hacer. Tenemos que confiar en el
Espíritu Santo. Como dice San Pablo en
la segunda lectura: “El Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad”. Él intercede ante Dios Padre por nuestro bien
pidiendo lo que no es evidente a nosotros mismos.
Una vez un joven se
jactaba a Santo Tomás Moro de cómo quitaría todas leyes para agarrar al diablo
en sus manos. El santo le respondió: “Y
cuando el diablo se voltee para enfrentarte, ¿qué tendrás para protegerte si
has quitado las leyes?” Es semejante con
la parábola del trigo y la cizaña. Para
no perder lo bueno Jesús nos enseña que tenemos que aguantar algo malo por un
tiempo. No tenemos que
preocuparnos. Al final de los tiempos
Dios castigará a los malos y premiará a los buenos.
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