El domingo, 19 de julio de 2020


EL DECIMOSEXTO DOMINGO ORDINARIO

(Sabiduría 12:13.16-19; Romanos 8:26-27; Mateo 13:24-30)


Hace quince años todo el mundo conoció el nombre, Teresita Schiavo.  Esta mujer estaba famosa por la controversia causada por su condición física.  No podía hablar ni comer, mucho menos caminar. De hecho, no daba ningún signo evidente de consciencia de sí o del ambiente.  Cuando su esposo pidió que le quitaran el tubo de alimentación, el gobierno lo rehusó para que se mantuviera viva.  Pero, se puede describir la condición de Teresita como mala porque somos creados para prosperar usando todas nuestras facultades. 

En el evangelio hoy Jesús trata del tema difícil del mal.  Personas humanas siempre cuestionan: “¿Por qué existe el mal?” En el caso de Teresita Schiavo, “¿Por qué ella tiene que sufrir la pérdida de la mente?”  Usualmente se usa la parábola del trigo y de la cizaña para justificar la presencia de hombres malos. Nos ayuda entender por qué se permiten los malvados vivir entre los buenos.  Sin embargo, la parábola nos proporciona la perspectiva de Jesús hacia otros tipos de maldad.  Con ella tenemos el razonamiento para abolir la pena de muerte, para no excomulgar a los políticos, y para aceptar las precautelas limitando nuestro movimiento durante la pandemia.

En el Sermón del Monte Jesús nos proporciona el principio: “’…no hagan resistencia al hombre malo’”.  Quiere que toleremos la maldad al menos en cuanto no hace daño a los inocentes.  La parábola del trigo y la cizaña ilustra cómo se pone este principio en práctica.  Sembrar la cizaña es obra del maligno.  El amo de la tierra no permite que se arranque la cizaña porque inevitablemente se sacan plantas de trigo junto con ella.  Prefiere esperar hasta la cosecha cuando se puede eliminar la cizaña sin dañar el trigo.  En otras palabras, Jesús quiere que Dios juzgue quien es bueno y quien es malo al final de los tiempos.

¿Qué tiene que ver con Teresita Schaivo esta parábola?  En el final la corte permitió que le quitaran la alimentación y murió.  Es justo decir que, según el principio de Jesús, no deberían haber puesto fin a su vida.  Más bien, deberían haber aguantado lo malo de su condición hasta que muriera naturalmente.  Es semejante con la pena de muerte.  Hoy en día se puede proteger al pueblo de los criminales violentos por encarcelarlos.  No hay necesidad de tomar sus vidas.  Se debería darles la oportunidad de arrepentirse en la prisión.  Asimismo, hay algunos que insisten que sean excomulgados los políticos católicos que siguen votando en favor del aborto y del matrimonio gay.  Pero la mayoría de los obispos piensan que es mejor darles oportunidad de cambiar sus posturas. Un ejemplo más, algunos se oponen al restriñimiento del movimiento durante la pandemia porque viola la libertad.  Sin embargo, pienso que diría Jesús que es mejor aguantar lo malo del confinamiento, al menos por un rato.  Pues, el gobierno tiene la responsabilidad de proteger la mayoría del virus.

Naturalmente nos cuesta vivir con la maldad.  Las familias de las personas que han perdido la mente tienen que hacer grandes sacrificios para atenderlas.  Muchos mayores están sufriendo durante la pandemia por no haber visto a sus nietos por meses.  En tales situaciones no estamos seguros qué hacer.  Tenemos que confiar en el Espíritu Santo.  Como dice San Pablo en la segunda lectura: “El Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad”.  Él intercede ante Dios Padre por nuestro bien pidiendo lo que no es evidente a nosotros mismos. 

Una vez un joven se jactaba a Santo Tomás Moro de cómo quitaría todas leyes para agarrar al diablo en sus manos.  El santo le respondió: “Y cuando el diablo se voltee para enfrentarte, ¿qué tendrás para protegerte si has quitado las leyes?”  Es semejante con la parábola del trigo y la cizaña.  Para no perder lo bueno Jesús nos enseña que tenemos que aguantar algo malo por un tiempo.  No tenemos que preocuparnos.  Al final de los tiempos Dios castigará a los malos y premiará a los buenos.

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