QUINTO DOMINGO DE CUARESMA
(Isaías 43:16-21; Filipenses 3:7-14; Juan 8:1-11)
Una vez un santo estaba viajando a pie por el bosque. Se detenía para pasar la noche cuando le vino
un asaltador. El hombre exigió al santo
que le diera la cosa más valiosa que tenía.
Sin demora el santo abrió su bolsa, sacó un diamante tan grande como una
toronja, y se lo presentó al asaltador.
El asaltador tomó el diamante y se fue.
En corto tiempo volvió al santo. Le dijo: “Ahora que me des la cosa que
te hizo desprenderte de este diamante”. En la segunda lectura San Pablo nos
muestra cosa tan valiosa.
Pablo ha tenido la experiencia de conocer a Cristo en varias
ocasiones. En el camino a Damasco Cristo
lo apareció preguntando por qué los perseguía.
Los Hechos de los Apóstoles recuerda otros encuentros y también II
Corintos. Tenemos experiencias semejantes
en la oración. Podemos intuir la
presencia de Jesús instándonos a ser menos inclinados a la ira y más bondadosos
y amorosos. Nos asegura que estará con
nosotros venga lo que venga.
La historia relata en el evangelio hoy nos refuerza la
confianza en Jesús. Controla la situación con toda la maestría de
un cirujano en el salón de cirugía. Primero burla a los fariseos que utiliza a
la adúltera para atraparlo. Su
estrategia es si Jesús dice que la mujer debe ser apedreada, estaría violando
la ley romana. Pero si dice que no
merece la muerte, estaría transgrediendo la ley judía. Jesús los burla con la
demanda que la persona sin pecado lance la primera piedra.
Su tratamiento de la mujer parece aún más maravilloso. Solo quedan los dos, como dice San Agustín
“la miseria y la misericordia”. Jesús no condena la mujer; ni la regaña. Simplemente la corrige. Le dice que se vaya y no vuelva a pecar. Ella se sentirá tan agradecida a Jesús que no
pueda desconocer su mandato. Nos trata a
nosotros de manera semejante.
No solo nos perdona Jesús sino también nos ayude a no pecar
más. Nos enseña cómo vivir con nuestros
corazones pegados al bien del prójimo, no a la codicia de sus bienes. Además de la enseña, nos comparte el Espíritu
Santo que nos fortalece interiormente.
Recibiendo la Santa Comunión, nos damos cuenta de que no somos solos en
la lucha. Más bien somos parte de una
gran familia que incluye los ángeles, los santos, aún Cristo tanto como los
otros comunicantes.
Ahora deberíamos entender mejor la primera lectura. Por el profeta dice Dios que va a realizar
algo nuevo. Será tan refrescante como
ríos en el desierto. Lo nuevo, el refrescante,
es Jesucristo. Él no ha venido para
juzgarnos sino a justificarnos. No hace
pretextos para nuestras faltas sino nos corrige de modo que vivamos de modo
honorable. Viviremos tan rectos como los
robles dando nueces a las ardillas y refugio a los pájaros.
Hace poco se reportó el descubrimiento de una
"nueva" estrella. Además de no
ser realmente “nueva”, esta estrella llamó la atención porque no conforma
a las teorías de los astrónomos. Es así con Jesús. Vivió hace dos mil años, pero para muchos,
aún nosotros, es nuevo. No conforma a
los modelos viejos de juzgar y regañar.
Simplemente nos corrige y nos justifica.
Vamos a ver este proceso tomar lugar en las liturgias dentro de dos
semanas.
Para la reflexión: En tu experiencia, ¿cómo es Jesús “nuevo”? ¿Qué diferencia hace esta diferencia es tu vida?