Vigésimo sexto domingo “durante el año”
(Números
11:25-29; Santiago 5:1-6; Marcos 9:38-43.45.47-48)
En el
evangelio hoy Jesús instruye a sus discípulos sobre varias cuestiones
discutidos en su tiempo o en el tiempo de la predicación de los apóstoles. No son necesariamente las cuestiones más
controvertidos hoy en día, pero tiene alguna relevancia a nosotros y nuestras
familias. Que nos consideremos las cuatro
declaraciones de Jesús por su importancia en tiempos bíblicos y cómo se aplican
a la contemporaneidad.
Cuando Juan
informa a Jesús que han prohibido a un hombre expulsar demonios en el nombre de
él, Jesús lo corrige. Sabe que no se
puede hacer algo verdaderamente bueno, si no tiene la gracia del Espíritu
Santo. Es cómo unos católicos hoy en día
no quieren apoyar por nada a las “misiones” evangélicas que socorren a los
desamparados. Es cierto que casi siempre
hay caridades católicas haciendo algo semejante, pero esto no debe ser pretexto
de desconocer los esfuerzos de otros grupos cristianos.
Nos alienta
escuchar historias de peregrinos siendo acogidos por los habitantes de lugares cerca
de los santuarios. El año pasado los lisboetas
abrieron sus puertas a un millón de visitantes asistiendo en la Jornada Mundial
de Jóvenes. Como el evangelio dice, “… aquel
que les dé a beber un vaso de agua por el hecho de que son de Cristo, les
aseguro que no se quedará sin recompensa”.
A lo mejor, este dicho aplica particularmente al tiempo de la Iglesia
antigua cuando los apóstoles iban evangelizando en tierras foráneas. Ahora algunos querrían cambiar el dicho para
que sea más oportuna a las urgencias actuales.
Hace diez años
el obispo de Memphis, Tennessee, creó un fondo para escuelas católicas en su
ciudad cuya población es mayormente negra y no católica. Su propósito era dar educación excelente a
los niños pobres. Cuando algunos se
quejaron de que esos niños no eran católicos, el obispo defendió el fondo
diciendo: “No los educamos porque ellos son católicos sino porque nosotros
somos católicos”. Desde entonces ha
habido varias organizaciones de caridad usando la misma lógica en sus pedidos
para donaciones.
Por más de
veinte años la Iglesia en todas partes del mundo ha sido criticada por dejar de
quitar del servicio a los sacerdotes que abusaban a los niños sexualmente. No solo violaban la enseñanza de Jesús en el
evangelio hoy, sino también desdeñaban todo sentido de la moral
contemporánea. Jesús muestra su repugnancia
para este tipo de abusador cuando dice que su pena será peor que ahogarse en el
mar adentro. Pero hay otros tipos de
abusos de niños que merecen nuestra atención ahora.
Hoy en día muchos
niños viviendo en hogares sin los dos padres presentes. La situación causa problemas psicológicos y
espirituales que a menudo llevan a los niños a vidas disolutas. Sí en ciertos casos es necesario que los
padres no vivan juntos. Pero para evitar
estos problemas los jóvenes deben considerar estas tres responsabilidades: esperar
hasta que se casen para tener relaciones sexuales, buscar consejo sabio antes de
que escojan una pareja, y casarse legalmente.
Finalmente,
Jesús exhorta que sus discípulos eviten el pecado para que no sean condenados a
la miseria cuando mueran. Su lenguaje es
hiperbólico y no deben entenderse literalmente.
Nunca debemos cortar una mano o sacar un ojo menos que tengamos que
hacerlo para salvar la vida. Podemos
relacionar su mandato con dos cuestiones contemporáneas. Primero, ahora lo que causa a muchos a pecar
es el celular que transmite la pornografía.
La pornografía viola la dignidad humana tanto como la castidad. No vamos a decir que boten el celular, pero
quizás las personas vulnerables a la pornografía puedan obtener filtres para objetos
inmodestos.
Muy pocos
querrían cortar una mano o un pie, pero evidentemente algunos quieren mutilar
sus cuerpos para disimular el género asignado a ellos al nacimiento. Pueden usar hormonas y buscar la cirugía
plástica para aparecer como personas del sexo opuesto. Muchas veces personas con esta disposición
sufren interiormente. Por el amor de
Cristo debemos tratar de confirmar la bondad de sus vidas como se han creado.
Es pecado contra la Providencia de Dios pretender cambiar el sexo.
La vida
humana no es fácil, ni por los ricos, ni por los pobres. Pero no es tampoco imposible para nadie. Para hacerla no solo aguantable sino también
gozosa debemos recorrer al Señor Jesús. Se
puede discernir su voz en el evangelio.
Aun mejor, se puede aprovecharse de él, cuerpo y alma, en la Eucaristía.
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