El domingo, 9 de febrero de 2025

 V DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

(Isaías 6:1-3.3-8; I Corintios 15:1-11; Lucas 5:1-11)

Las lecturas hoy son bien conocidas y llenas del significado.  Tienen que ver con la experiencia religiosa.  Este fenómeno sobrecoge a la persona con la conciencia de estar en la presencia de Dios.  Confirma y profundiza su fe de modo que quiera compartirla con los demás.

Una vez un hombre contó la historia de su experiencia de Dios.  Dijo que su esposa acabó de recibir un informe médico que tenía cáncer.  El hombre sentía la tristeza y la preocupación cuando fue a su parroquia para cerrar la puerta como era su costumbre.  Adentro del edificio se paró para rezar por unos minutos.  Entonces se sintió un brazo a cruzar de sus hombros y escuchó las palabras: “No te preocupes; todo será bien”.  Se puso en paz, y de hecho su esposa recibió un tratamiento que superó su cáncer.

Experiencias religiosas no son tan raras como muchos piensan.  Aquellos que hacen un Cursillo de Cristiandad, un Camino de Emaús, u otro tipo de retiro envolviendo testimonios de fe y música emocionante a menudo sienten la presencia de Dios.  También la participación en un sacramento puede hacerse en una experiencia religiosa.  Un converso contó la historia de su confesión antes de ser recibido en la Iglesia Católica.  Dijo que fue acompañada por muchas lágrimas y el alivio de una gran carga.

Con estas reflexiones sobre la experiencia religiosa en cuenta que veamos las lecturas.  La primera se conoce como “el llamado de Isaías”. Cuenta de la experiencia del profeta en el Templo de Salomón unos sete cientos años antes de Cristo.  Estaba rezando cuando tuvo la visión de Dios Altísimo en su trono rodeado por el humo y el olor de incienso.  Los serafines atendiéndolo pusieron a gritar: “Santo es el Señor, Dios de los ejércitos”.  Isaías tembló de miedo porque se dio cuenta de que era pecador con labios impuros en la presencia de Dios.  Probablemente él había dicho mentiras o comido cosas prohibidas.  Entonces sintió sus labios siendo purificados por una brasa que le trajo un serafín. Y cuando el Señor buscó a un mensajero para revelar su voluntad al pueblo, el profeta se hizo voluntario. Proclamó: “Aquí estoy, Señor, envíame”. 

¿Es la segunda lectura la descripción de una experiencia religiosa?  Probablemente no.  Aunque san Pablo están contando de encuentros con el Señor, las experiencias son objetivas, no subjetivas como la visión de Isaías o el hombre sintiendo el brazo del Señor.  Experiencias religiosas son por naturaleza sentidas por el individuo o grupos pequeños sin modo de verificarlas con testigos o instrumentos científicos.                                                                                                                                                                                                                           

Pedro en el evangelio obviamente tiene una pesca enorme.  Se puede clasificar su experiencia como religiosa porque él infiere que la pesca fue causada por Dios.  Su fe en Jesús como santo crece a través la historia.  Comenzó cuando lo invitó en su barca a predicar.  Creció de modo que Pedro lo llama “Maestro” cuando Jesús lo mandó a llevar la barca mar dentro.  Y fue confirmada a la pesca cuando se arroja a los pies de Jesús llamándolo “Señor”, que quiere decir “Dios” o, al menos, “Hijo de Dios”.  De este momento a su martirio, Pedro se dedica cien por ciento a Jesús.

Parece que Dios permite experiencias religiosas para fortalecer nuestro compromiso de fe.  Muchos de nosotros serviríamos al Señor sin experimentar su presencia en un modo asombroso.  Sin embargo, con la experiencia religiosa somos más determinados para contar de su amor a los demás.  La experiencia nos suministra la convicción de que nuestra vida es para vivirse haciendo más que para satisfacer deseos personales.  Nos verifica que somos hijos e hijas de Dios destinados a la felicidad eterna.

 

TEMA: La experiencia religiosa profundiza y fortalece la fe para comprometerse a Dios.