Homilía para el Bautismo del Señor, 13 de enero de 2008
(Mateo 3:13-17)
Una vez una universitaria norteamericana aguardaba a su padre para recogerla del dormitorio. El tiempo estuvo horrible con nieve y hielo. La radio advirtió que la gente no manejara en las carreteras. Sin embargo, la joven no tenía ninguna duda que su padre vendría. “¿Cómo puedes estar tan segura?” sus colegas le preguntaron. “Porque mi padre me dijo que soy su hija más preferida,” respondió la muchacha.
Quizás nuestros padres no nos hayan nombrado sus hijas o hijos preferidos, pero Dios nos considera como algo semejante. Como pronuncia del cielo que Jesús es su “hijo muy amado” después de su bautismo, nos hacemos en sus queridos hijos e hijas. Pues, por nuestra creación como imágenes suyas, entonces por nuestro bautizo como partes del cuerpo de Cristo, nos hacemos en miembros de la familia de Dios Padre.
Por Su amor tan grande hacia nosotros, deberíamos siempre cumplir la voluntad de Dios. Jesús lo hace en el pasaje cuando somete al bautismo de Juan. Sin embargo, nos olvidamos del amor de Dios en nuestro empeño para ganar un puesto en el mundo. Dejamos sus modos y violamos Sus mandamientos para ganar más plata o para tener más placeres. El trabajo se nos hace más necesario que la misa dominical. Los programas de televisión glorificando el sexo nos parecen más beneficiosos que las oportunidades de servir al próximo. Como resultado de estos errores, nos encontramos a nosotros no seguros del amor de nadie, ni siquiera de nosotros mismo.
El bautismo de Jesús es la primera parada en su camino para salvarnos de la desesperación. Jesús va a complacer a su Padre, con su vida si es necesario. Su Padre nos ama a cada uno de nosotros tanto que va a permitir exactamente eso. Va a dejar a Su más amado hijo sufrir la muerte para que nosotros jamás olvidáramos de su amor de nuevo. La muerte de Jesús en la cruz va a recordarnos siempre del amor de Dios para nosotros. La cruz va a recordarnos del amor.
Predicador dominico actualmente sirviendo como rector del Santuario Nacional San Martín de Porres en Cataño, Puerto Rico. Se ofrecen estas homilías para ayudar tanto a los predicadores como a los fieles en las bancas entender y apreciar las lecturas bíblicas de la misa dominical. Son obras del Padre Carmelo y no reflejan necesariamente las interpretaciones de cualquier otro miembro de la Iglesia católica o la Orden de Predicadores (los dominicos).
No hay comentarios.:
Publicar un comentario