Homilía para el domingo, 6 de enero de 2008

La Epifanía del Señor

(Mateo 2:1-12)

Los magos vienen de lejos buscando al recién nacido rey de los judíos. Quieren dar homenaje al líder que conducirá al mundo a la paz. Como los magos quieren paz entre las naciones, muchas personas hoy buscan la paz del corazón. Reconocen cómo los impulsos humanos últimamente no satisfacen. Sea el poder, el placer, el prestigio, o la plata – el perseguimiento de estas cosas vanas les deja si no desilusionadas, entonces ansiosas. En una película una joven comienza a trabajar en la industria de moda. Quiere conocer a personas famosas y llevar la más elegante ropa. Sin embargo, en corto tiempo se da cuenta que para realizarse como reina de moda tiene que dejar a su familia, a sus amigos, y sus valores.

Nosotros cristianos hemos encontrado la paz en Jesucristo. Sus palabras nos han enseñado lo contrario de la vanidad del mundo. “Dichosos los humildes…,” nos dice. Jesús viene del pueblo judío que Dios ha formado como portadores de Su revelación particular. Como Miguel Ángel transformó un bloque de mármol en una estatua de la Virgen evocando nuestra devoción, Jesús profundiza la revelación a los judíos para darnos un nuevo aprecio de Dios Padre. Porque los magos también saben que el salvador será judío, averiguan en Jerusalén los paraderos del recién nacido rey.

Pero la noticia que ha nacido el esperado rey de todo Israel no conforte al rey Herodes de Judea. Al contrario, él se siente amenazado como si su casa estuviera quemando. No puede imaginar a un rey eterno que va a apoyar a los gobernantes justos, no quitarles el poder. Jesús es un rey como el sol es una luz. Eso es, él es la fuente y la piedra de toque para toda autoridad. Su muerte en la cruz muestra que la legitimidad del gobernante proviene del servicio que rinde al pueblo. Así, Jesús nos indica que la salvación no consiste en acumular los bienes por sí mismo sino en darse por el bien de todos.

Los magos hallan al rey de los judíos en Belén. Por toda la esperanza que el niño promete al mundo se postran delante de él. Es nuestra postura también pero no sólo por la promesa de la salvación sino por el cumplimiento. Sus palabras nos han iluminado. Su pasión y muerte nos han quitado el pecado. Y sus bendiciones que realizamos cada vez que le pidamos nos ponen en eterna gratitud.

Por eso le ofrecemos a Jesús lo mejor que tenemos. Los magos le presentan al rey el oro, el incienso, y la mirra. Estos regalos representan nuestros mejores ofrecimientos. El oro significa la virtud -- las cualidades más nobles del alma. El oro es nuestra generosidad hacia los necesitados y nuestra paciencia con la familia. El incienso representa la oración por la cual reconocemos nuestra dependencia del niño rey. Solos no podemos conseguir nuestro destino eterno, pero con él todo es posible. Finalmente la mirra, una especia usada en el entierro, simboliza nuestra voluntad de seguirlo hasta la muerte. Sí, seguiremos a Jesús hasta la muerte.

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