DOMINGO DE LA II SEMANA DE CUARESMA
(Génesis 22:1-2.9-13.15-18; Romanos 8:31-34; Marcos 9:2-10)
Es una historia ya bien conocida. Algunos no la creen. No importa; pues la Iglesia no exige la creencia de revelaciones privadas. Sin embargo, las apariciones de Nuestra Señora a los tres niños en Fátima, Portugal han levantado la esperanza de gentes por casi cien años. Teniendo lugar durante la Primera Guerra Mundial, ellas dieron motivo a millones para seguir rezando por los esposos, hijos, y hermanos luchando en las trincheras. Después, pareció que los comunistas fueron derrotados con las oraciones año tras año a su insistencia para “la conversión de Rusia”. Además, se salvó la vida del papa Juan Pablo II, ya dedicado a ella, en el atentado el 13 de mayo, exactamente sesenta y cuatro años después de su primera aparición.
Como la historia de Nuestra Señora de Fátima, el evangelio hoy nos presenta una visión de esperanza en medio de la tristeza. Jesús ha estado tratando de explicar a sus discípulos su pasión y su resurrección venideras. Pero ellos no quieren considerar la primera y la segunda queda completamente fuera de su perspectiva. Para enseñarles cómo no es inaudito que el Mesías muera por la gente, le da una vislumbre de la gloria que seguirá su prueba. Como los peregrinos en Fátima vieron el sol “bailando” el 13 de octubre de 1917 y como nosotros vemos una película por Stephen Spielberg, Pedro, Santiago y Juan atestiguan a Jesús cambiando su apariencia. A lo mejor tienen sus bocas abiertas cuando ven sus vestiduras “esplendorosamente” blancas.
Hoy en día nosotros también requerimos una vislumbre de Jesús en gloria. Pues, dicen los científicos que nuestra fe es infantil. ¿Cómo – nos desafían – podemos seguir creyendo en una Virgen dando a luz a un niño? ¿Quién – siguen en su modo cínico -- jamás ha visto una persona resucitado de la muerte? A veces nuestros jóvenes añaden sus críticas de nuestra fe. ¿Cómo puede ser – nos retan – que la cohabitación antes del casamiento sea mala cuando les ayuda a las parejas entender a uno y otro mejor antes de comprometerse?
Las personas que sufren necesitan de la visión de Jesús glorificado aún más. Una mujer pesa probablemente dos ciento libras más de la cuenta. Sabe que está destrozándose con sus propios dientes, pero siente frustrada cada vez que se emprende en una dieta. Aceptaría su peso excesivo como su condición personal, pero sabe que eso es mentira y tiene que hacer algo. Otro caso: un hombre ya tiene dos años desde que perdió su trabajo. A sesenta y tres años de edad le cuesta encontrar nuevo empleo. Sigue buscándolo pero ya con una actitud negativa. Habla como si el mundo estuviera arreglado en contra de él.
Recibimos la vislumbre requerida de la Iglesia, la luz del mundo. El papa Benedicto nos asegura que Dios es más grande que la mente humana. Además, la mente siempre descubre cosas que una vez no pensaba posible. También, la Iglesia ha apuntado por mucho tiempo lo que ya está poniéndose de manifiesto. Por cuanto las parejas no se comprometan permanentemente, la intimidad sexual le conduce a la sociedad a la disminución del matrimonio y, consiguientemente, al daño de niños. Respeto a los sufridos, la Iglesia les sirve como refugio y apoyo. Es comunidad donde todos -- sean gordos o delgados, exitosos o fracasados – consiguen al menos los recursos espirituales para seguir luchando.
En la lectura Dios Padre amonesta a los discípulos que escuchen a Su hijo. Sus palabras dan eco en nuestros oídos ahora. Nos recalcan la necesidad de abrazar nuestras cruces individuales y seguir a Jesús. Los tropiezos y las caídas son partes del camino. No vamos a evitar enfermedades, dificultades en el trabajo, problemas en la casa, y eventualmente la muerte. Sin embargo, fieles a la tarea, nuestro destino es el mismo monte donde se encuentra a Jesús hoy brillando en la gloria.
En una película por Stephen Spielberg la genta queda con bocas abiertas. Ven una nave de espacio aterrizando esplendorosamente en un monte. Entonces atestiguan una comunidad de apoyo a borde. Es pura ficción pero nos llena con la idea que la realidad es más grande que la mente humana. Es así con Jesús y la Iglesia. Él brilla su luz en el monte que la Iglesia – nosotros -- refleja a través del mundo. La iglesia – nosotros -- refleja la luz de Cristo.
Predicador dominico actualmente sirviendo como rector del Santuario Nacional San Martín de Porres en Cataño, Puerto Rico. Se ofrecen estas homilías para ayudar tanto a los predicadores como a los fieles en las bancas entender y apreciar las lecturas bíblicas de la misa dominical. Son obras del Padre Carmelo y no reflejan necesariamente las interpretaciones de cualquier otro miembro de la Iglesia católica o la Orden de Predicadores (los dominicos).
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