El domingo, 10 de febrero de 2013


V DOMINGO ORDINARIO

(Isaías 6:1-3.3-8; I Corintios 15:1-11; Lucas 5:1-11)


Todos conocen el mandato.  Pues comprende tal vez el orden más atrevido en la historia de la marina.  Pero no pregunten quién lo hizo o por qué.  Según la enciclopedia, en el  5 de agosto de 1864 el contraalmirante David Farraguat mandó a su flota que estaba para huir de la bahía de Mobile armada con torpedos: “Maldigan los torpedos; adelante con toda velocidad”.  En el evangelio hoy escuchamos a Jesús dando otro famoso orden en el mar.

Jesús manda a Simón: “Lleva la barca mar adentro y echa sus redes…” Imagínense: ¡el hijo del carpintero quiere enseñarle al pescador cómo conseguir la pesca!  Jesús nos tiene una llamada casi tan audaz.  Nos pide también a nosotros a ir “mar adentro”.  Eso es, que dejemos por un rato los placeres menores de la vida – la tele, los postres, los largos sueños – para tomar un viaje con él.  El día de la partida es este miércoles, y la duración del viaje será cuarenta días. 

“¿Para qué?” pensamos.  ¿No es que encontremos a Jesús cada domingo en la misa?  Además trabajamos duros y esos “placeres menores” sólo nos hacen la vida aguantable.  Nos preguntamos: “¿Es necesario que profundicemos nuestra experiencia con Jesús”?  Sentimos como Simón en la lectura cuando dice al Señor: “Hemos trabajado toda la noche…”  Está cansado de haber tirado las redes por un torno completo con ningún resultado.

No obstante, Simón echa las redes al mar como fiel servidor. “¿Por qué no?” -- probablemente piensa – “Jesús sabe de las cosas celestiales; tal vez sepa también de los sitios más provechosos para pescar”.  Por esta misma razón tomaremos cenizas este miércoles.  Nos cuesta poco, y ¿quién sabe si nos ayudará  mucho?  Pero el Señor nos exige más que llevar el polvo en la frente por un día.  Quiere que abstengamos, recemos, y ayudemos a los pobres por seis semanas.  Sobre todo desea que creamos el evangelio – particularmente los pasajes que se encuentran en las misas diarias de la Cuaresma.

Estos esfuerzos deberían llevarnos a un resultado palpable.  Esperamos emerger al Domingo de Pascua más confiados en Dios, más solidarios con todos, y más felices del corazón que jamás hemos sentido.  Será como la respuesta de una mujer al regresar de la marcha por la vida en Washington el mes pasado.  Cuando se le preguntó cómo fue, respondió: “Sentí fría, cansada, y – como siempre -- renovada”. En la lectura siguiendo las instrucciones de Jesús, Simón toma una pesca tan grande que queda sobrecogido con emoción.

No dice Simón: “¡Qué gran pescador soy yo!”  De ningún modo.  Él tiene que admitir la verdad: “Apártate de mí, Señor, porque soy un pecador”.  Eso es, que él está en la presencia del Dios vivo ante quien él es como nada.  Nosotros tenemos que reconocer la misma cosa: somos pecadores miserables cuyos trabajos no valen nada que dure.  Sí, nos cuesta admitirlo pero es cierto que en comparación con Dios aun el hombre más cumplido – sea Barak Obama o sea Ángela Mérkel, la canciller de Alemania – es menos que un grano de arena.  Sin embargo, Dios se ha compadecido a los humanos.  Por la vida, muerte, y resurrección de Jesucristo nos ha elevado al estado de sus propios hijos.  Así nuestros actos de caridad no van a disipar como viento sino durarán para la vida eterna.  En el evangelio Jesús le expresa a Simón esta nueva condición por darle nuevo oficio con la mayor responsabilidad.  Le dice: “No temas; desde ahora serás pescador de hombres”.

Cuaresma: lo significante aquí es la cuarentena.  En la Biblia el número cuatro seguido por los ceros siempre indica la condición del humano en camino a la sanación.  Noé pasó cuarenta días en la barca esperando el fin de las lluvias.  Moisés y los israelitas pasaron cuarenta años en el desierto aprendiendo como ser el pueblo fiel de Dios.  Aun Jesús ayunó cuarenta días preparándose para su gran misión.  Ya es tiempo para nosotros a pasar cuarenta días renovándonos como los hijos e hijas de Dios.  Ya es tiempo para renovarnos como los hijos e hijas de Dios. 

No hay comentarios.: