EL
PRIMER DOMINGO DE CUARESMA
(Deuteronomio
26:4-10; Romanos 10:8-13; Lucas 4:1-13)
Es
increíble el cambio. Hace tres meses
eran jóvenes rozando con malicias. Ya actúan
como caballeros burgueses. “Sí, señor, me
gusta ser marine” -- responderían a la pregunta si están contento. “Señora, permítame
sostener la puerta por usted” -- dirían a todas las mujeres presentes. Ya habiendo terminado el entrenamiento básico
en Camp Pendleton, los marines se van para probarse como militares. Son en un sentido como encontramos a Jesús en
el evangelio.
Después
de cuarenta días de ayuno, Jesús está para comenzar su misión. Sin embargo, tiene que cumplir la
prueba. Su mente enfoca en el pan cuando
escucha la voz del diablo diciendo: “Si eres el Hijo de Dios, dile a esta
piedra que se convierta en pan”. Si lo
hace, Jesús no sólo podría alimentarse a sí mismo sino también podría captar a
todos los pobres por proveerles comida.
Sin embargo, rechaza la tentación porque su aceptación significaría la
pérdida de la libertad en dos maneras. Primero,
él debería al diablo por la inspiración para hacer el trueque. Y segundo, la
gente no lo seguiría porque enciende sus corazones con el anhelo de Dios sino
porque llena sus estómagos con el gusto de pan. Es como nosotros cuando ponemos como la prioridad
más alta la satisfacción de los apetitos.
Sea con el sexo, el vino, o los juegos de azar, la búsqueda de placeres
nos encadena de modo que seamos menos libres, menos humanos.
Los
bienes materiales no son las únicas vallas que tenemos que saltar en la vida. Más retadores aún son los deseos del alma. Queremos ser más reconocidos, apreciados, y admirados
que los otros. Por esta razón algunos perjudicarían
su salud física, no decir nada de su bien espiritual, para llamar la atención
de los demás. Recientemente se le quitaron las siete medallas de oro para el
Tour de Francia que ganó el ciclista Lance Armstrong porque usaba drogas en las
carreras. Parece que el Sr. Armstrong
quería ser número uno a todos costos. No
le importaba que estuviera arriesgando la confianza de millones en el valor del
esfuerzo y la determinación, la integridad de los deportes, y su propia salud. En el evangelio se le enfrenta a Jesús la
tentación no sólo de tener la fama de ser soberano del mundo sino también de
tomar un atajo en el cumplimiento de su misión a establecer el reino de
Dios. Sin embargo, Jesús ve la seducción
como es: una promesa vacía. Si él (o nosotros) estuviera a arrodillarse delante del diablo, no tendría poder sobre el mundo sino sería para siempre el títere de
Satanás.
La
última tentación muestra la astucia del diablo.
No sólo juega con los apetitos sensuales y los deseos espirituales sino también
trata de distorsionar la naturaleza de la fe.
Desafía a Jesús que actúe imprudentemente creyendo que su Padre Dios lo
salvaría. Más precisamente, pide a Jesús
que se arroje del precipicio del templo para probar si los ángeles lo atraparán
antes de que se estrelle. Pero la fe es
nuestra sumisión a Dios no el intento de tenerlo doblado a nuestra voluntad. Hemos visto la distorsión de la fe en los
abusos de niños por algunos sacerdotes católicos. Disimulados como hombres de Dios, los
sacerdotes explotaban a los inocentes. (Esperamos
que por todos los medios de que la Iglesia ha tomado en los últimos once años nunca
ocurra el abuso de nuevo.) Se puede ver
la distorsión también cuando la gente utilice los sacramentos solamente como ritos
para marcar el paso de tiempo: el Bautismo para el nacimiento, la Santa
Comunión para la niñez, etcétera. Como
Jesús cuenta al diablo: “No tentarás al Señor, tu Dios”, tenemos que tomar en
serio los sacramentos como fuentes de la gracia para vivir cercanos al Señor.
Nos
gustan las historias de los pioneros.
Sea Daniel Boone en el oriente o sea el Padre Junípero Serra en el
occidente, nos llaman la atención. Saltaron
las vallas de la vida cuando, a la misma vez, nos abrieron los caminos para una
tierra aún más dichosa. Se puede ver a
Jesús también como pionero. Como
nosotros él tuvo que luchar para no poner el pan como la prioridad número uno. Por nosotros ganó la gracia para que rechacemos
las tentaciones y lo sigamos a la vida eterna.
Que lo sigamos a la vida eterna.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario