El domingo, 3 de marzo de 2013



EL TERCER DOMINGO DE CUARESMA


(Éxodo 3:1-8.13-15; I Corintios 10:1-6.10-12; Lucas 13:1-9)


Purgatorio – algunos protestantes rechazan el término.  Pues no aparece en la Biblia.  Pero algunos católicos lo aferran como si fuera su única esperanza.  Aunque nunca hayamos pensado en ella así, podemos ver la Cuaresma como un tipo de Purgatorio.  Pues ambos el Purgatorio y la Cuaresma tienen los mismos propósitos: quitarnos del pecado y purificarnos del apego al mal.  En la primera lectura hoy encontramos a un guía para este proyecto una vez simple y duro.

Como en el caso de Abrahán el domingo pasado, el tercer domingo de la Cuaresma siempre nos presenta una vislumbre de Moisés.  También como Abrahán, Moisés es hombre de la fe.  Confiaba en Dios cuando Él lo mandó a enfrentar al poderoso Faraón.   Pero más notable en el caso de Moisés, él es quien en que Dios tiene la confianza.  Como escuchamos hoy, Dios le da a Moisés su nombre.  Más adelante en la historia se dice que Dios le habla con Moisés “cara a cara” (Éxodo 33:11).  Además Moisés es lo que Dios escoge para guiar a los israelitas a través del desierto.  Como ningún otro antes de Jesús, Moisés representa a Dios.  Es más que su profeta; es su mediador.

Hoy escuchamos de la llamada de Moisés.  Como otras llamadas bíblicas, ésta está acompañada por una señal maravillosa: la zarza ardiente.  Entonces Dios le revela a Moisés su nombre: Yo-soy.  Ya Moisés y el pueblo Israel tienen acceso privilegiado a Dios.  Vemos la eficaz de llamar a Dios por nombre cuando el malhechor crucificado con Jesús le dice: “Jesús, recuérdame cuando vengas en tu reino”.  Pronto recibe la respuesta dichosa: “Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso”.

Podemos decir que tanto la señal como el nombre revelan algo de quien es Dios.  El fuego puede significar varias cosas: la ira, el poder, y también el amor.  Un gran teólogo del siglo pasado escribió: “Cuando el hombre descubra a controlar las fuerzas del amor, por la segunda vez habrá descubierto el fuego”.  La zarza ardiente sin consumirse significa la pasión de Dios que nunca nos faltará.  También Dios es “Yo-soy quien soy”.  En el pasado los teólogos pensaban que estas palabras significan la función de Dios como el fundamento de todo ser.  Ahora se piensa que las palabras apuntan un misterio fuera de la comprensión: Dios es quien es, y no es de los hombres a comprenderlo.

Le tocará a Moisés la formación de las tribus de Israel en el pueblo de Dios.  Él les entregará la Ley de Dios, les castigará cuando la abandonen, y les urgirá a mantenerla cuando entren en la tierra prometida.  Para nosotros cristianos Moisés prefigura a Jesús como maestro y profeta.  Sin embargo, Jesús transciende a Moisés por darnos la ley definitiva, no escrita en tablas sino viva en nuestros corazones  – el Espíritu Santo, que nos transforma en los hijos e hijas de Dios.

Para nosotros Moisés muestra la sabiduría y la fortaleza que hemos de llevar al mundo hoy.  Cómo vamos a llevarlo a cabo es el programa de la “nueva evangelización”.  Una táctica para todos es simplemente llevar una sonrisa mostrando el gozo de conocer a Cristo.  Los matrimonios llevan la buena noticia a sus familias por amar a uno y otro con toda la pasión de un maratonista cruzando la meta en primer lugar.  Los jóvenes lo cumplen por trabajar por un mundo más sano, más justo, y más honesto, sin vergüenza a mencionar a Jesucristo como su motivo.  Los niños también tienen un papel en la empresa.  Han de ser bondadosos y compartir como si reconozcan a Jesús en cada una de sus amistades.

Los mejoramientos de las carreteras son notables por las construcciones de puentes temporales.  Nos parecen desparejos, casi malhechos, pero sirven por el tiempo inmediato.  La gente puede pasar por ellos aunque le parecen como un tipo de Purgatorio.  Son como Moisés en la historia de la salvación.  Como ningún otro antes de Jesús, Moisés sirve como mediador entre Dios y su pueblo.  Pero su tiempo es limitado.  Vendrá Jesús como el puente perfecto.  Con él llegamos a Dios sanos, justos y honestos.  Con Jesús llegamos a Dios.  

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