EL SEGUNDO DOMINGO DEL ADVIENTO
(Isaías
40:1-5.9-11; II Pedro 3:8-14; Marcos 1:1-8)
El papa
Francisco no quiere llevar zapatos rojos. Siempre era la costumbre que el papa se
vistiera diferente que los otros jerarcas.
Él había de llevar sotana blanca, con capa abordada con armiño, y
zapatos rojos. Pero Francisco prefiere
descartar los signos de categoría del socio.
Cuando estuvo para venir a Roma para su elección, Francisco llevaba
zapatos gastados. Sólo por la
insistencia de algunos amigos, aceptó un nuevo par. Se puede decir con verdad que Francisco se
presenta a sí mismo como un nuevo Juan el Bautista en el evangelio hoy.
Juan aparece
como un profeta de antigüedad. Vestido en pelo de camello le recuerda a la
gente del profeta Elías. Su modo también
es profundamente profético. El profeta
Isaías segundo amonestó al pueblo exiliado de Israel que su liberación ha
llegado. Así Juan habla a las multitudes
buscándolo en el desierto que ya viene el mesías. También el papa Francisco nos
habla de la salvación. Dice que no es
sólo algo personal: la preocupación de cada uno para llegar al cielo. Más bien, según Francisco la salvación es el
Reino de Dios para lo cual nos preparamos por asegurar que todo el mundo viva
con dignidad, justicia, y paz.
La
dificultad de cumplir esta tarea, dice el papa, es “el corazón cómodo y avaro”.
El papa no indica que sólo los ateos y
los que no asisten en la misa tengan corazones corruptos. Más bien, incluye a los católicos
practicantes, aun los sacerdotes en su crítica.
Por eso, todos nosotros tenemos que arrepentirnos de nuestros modos
consumistas, las tendencias a cambiar cada anhelo del corazón en una necesidad
para la vida. Por ejemplo, consideremos la
televisión. No hace mucho la televisión era
el foco del recreo familiar. La familia
tenía que negociar entre sí que iba a mirar.
La práctica promovía el sacrificio mutuo. Ya, en cambio, se ha hecho la tele artículo
de casi cada cuarto de la casa. Los
miembros de familia no congregan para recrear en la noche. Más bien cada quien mira lo que le dé la gana
en su propio aparato. Pero la tragedia
es más que la pérdida de tiempo con la familia juntos. Con el consumismo – el
gasto continuo para cosas materiales -- nos cerramos los ojos a las necesidades
del pobre.
En el
evangelio Juan nos muestra lo que tenemos que hacer para corregir el error. Se humilla a sí mismo dando preferencia al
“que viene detrás de mí…ante quien no merezco ni siquiera inclinarme para desatarle
la correa de sus sandalias”. Por
supuesto, se refiere a Jesús, el Hijo de Dios.
Para probarse digno de recibir al Espíritu Santo que el mesías proporcionará,
cada uno tiene que reformar su comportamiento.
Nosotros también deberíamos prepararnos para Jesucristo en este tiempo
de Adviento. Mientras pensamos en los
regalos navideños, que consideremos lo que vamos a hacer en el nombre de Jesús
por los necesitados. Una vez dos
misioneros estaban con el grupo juvenil de una aldea en los cerros de Honduras. Se maravillaban completamente cuando los
muchachos hablaron de sus regalos de Navidad.
No estaban refiriéndose a juguetes para sí mismos. Pues, sus padres sólo tenían dinero para
comprar lo más básico de alimento y ropa.
No los adolescentes hablaban de lo que ellos presentaron al Señor. Lo prometieron que cumplirían sus tareas con
más empeño y rezarían con más frecuencia.
Hace
ocho días comenzamos la lectura dominical del evangelio según San Marcos. Es el más breve de los cuatro evangelios pero
para muchos el más poderoso. Pues,
muestra a Jesús con tanto la gama de emociones humanas como la autoridad
contundente sobre el mal. La lectura nos
retará a sacrificarnos como Jesús cuya muerte en este relato es particularmente
truculenta. Sin embargo, no falta a
contarnos de la gloria de su resurrección.
Esta gloria es lo que hace la historia de Jesús, como se dice en el
principio de la lectura hoy, “evangelio”.
Esta gloria hace la historia de Jesús la buena nueva.
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