El domingo, 13 de septiembre de 2015

El vigésimo cuatro domingo ordinario,

(Isaías 50:5-9; Santiago 2:14-18; Marcos 8:27-35)

Cuando llega el papa Francisco a los Estados Unidos, él va a canonizar al padre Junípero Serra como santo.  La anticipación del evento ha causado bastante controversia.  Pues, muchos lo acreditan con la fundación de California.  Pero  otros lo acusan de apoyar el sistema que oprimió a los indígenas.  El evangelio hoy puede ayudarnos evaluar a este misionero franciscano con una perspectiva más amplia.

Jesús pregunta a sus discípulos sobre su reputación entre la gente.  Como en el mundo actual las opiniones de Jesús son  diversas.  Los ingenuos del tiempo piensan que Jesús es Juan Bautista reencarnado.  Otros, con mayor razón, dicen que es Elías vuelto del cielo.  Otros, anticipando la evaluación de muchos en la actualidad, lo consideran como profeta.  

Como si les hubiera dado oportunidad para considerar la gama de posibilidades, Jesús entonces vuelve la pregunta a los discípulos mismos.    “’Y ustedes – dice -- ¿quién dicen que soy yo?’” La pregunta exige una respuesta cuidadosa.  Pues tendrán que vivir de acuerdo con lo que digan.  Si se unen en la opinión que Jesús es profeta, entonces tendrán que retirarse para acatar lo que diga.  Pero Pedro, hablando por los demás, ofrece otra evaluación.  Para los discípulos Jesús es el Mesías, el ungido de Dios para liderar al pueblo a la grandeza.  Esto significa que ellos tendrán que prepararse para la batalla final.

Jesús acepta la designación como Mesías pero no en el sentido de un cacique.  Él no va hacer combate contra los líderes judíos, mucho menos contra el ejército romano.  Más bien va a entregarse a su poder para ser humillado y últimamente crucificado.  Sólo entonces se verá su gloria cuando Dios lo resucitará de la muerte.   Esta acción implica un papel para sus discípulos. Tendrán una tarea más retadora que pelear con espadas.  Tendrán que imitar a su Señor sacrificándose por el bien de los demás.

Junípero Serra hizo precisamente este tipo de auto-sacrificio.  Tenía una catedra universitaria cuando decidió a irse al Nuevo Mundo para evangelizar a los indígenas.  Podía haber vivido cómodamente en un convento en España.  Pero escogió la dureza de la frontera en América.  Una vez que llegó a California él fundó una cadena de misiones.  En cada una se les enseñaron a los nativos no sólo el evangelio sino también la agricultura. 

Es cierto que el padre Serra no toleró a los indígenas abandonando las misiones.  En una carta escribió que tales renegados tuvieron que ser castigados como un padre castiga a un niño rebelde.  Pero también hay amplia evidencia de Serra defendiendo la causa de diferentes indígenas en faz del prejuicio del gobierno real.  La verdad es que Junípero Serra no andaba como hombre completamente perfecto.  Sin embargo, con la gracia de Dios iba perfeccionándose de modo que ahora con verdad se lo reconozca como santo.


Jesús nos llama a cada uno de nosotros de la comodidad como llamó a Junípero Serra.  Quiere que vayamos a las fronteras del mundo para encontrar a sí mismo en los pobres.  No necesariamente tenemos que ir a los rincones de la tierra.  Está en la soledad de los asilos de ancianos y en el miedo de los salas de cáncer.  Está dondequiera la persona siente desesperada y temerosa.  Seguir a Jesús significa que acogemos a estas personas como hermanos.  Seguir a Jesús significa que aceptamos la tarea más retadora. 


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