El vigésimo séptimo domingo ordinario
(Génesis
2:18-24; Hebreos 2:8-11; Marcos 10:2-12)
En la
primera lectura hoy Dios dice: “’No es bueno que el hombre esté solo.’” Se puede preguntar: ¿Por qué no? ¿Es sólo porque será solitario? La lectura misma ofrece otra razón. Dice que Dios le hará a alguien “...para que
le ayude”. Pero ¿con que necesita
ayuda? No tiene campos para sembrar ni
rebaños para cuidar. Tal vez sea que
solo el hombre no puede desarrollarse como persona. Sabemos que es necesario tener a otras
personas alrededor si vamos a desarrollar el lenguaje. Que veamos la plena razón por leer más.
Sigue la
lectura que Dios hace “todas las bestias del campo y todos los pájaros del
cielo”: el perro, la jirafa, el águila, y los demás. Se le presenta cada uno al hombre para que
los ponga nombres. Pero ninguno se
prueba idóneo como el compañero que le ayudará. Ni siquiera el perro es digno aunque se dice
que es el mejor amigo del hombre.
Por eso
Dios hace cirugía radical para reparar la falta. Pone al hombre bajo de un sueño profundo y le
saca de él una costilla. La forma en una
criatura con dos brazos, dos piernas, y un trunco como lo suyo pero también diferente
en aspectos significativos. Entonces el hombre emite las primeras palabras humanas
en la Biblia. Dice: “Esta será llamada
mujer, porque ha sido formada del hombre”.
En el proceso de darle nombre a la mujer, el hombre se da a sí mismo un
nuevo nombre. Ella es en hebreo ishah que significa “del hombre”. Por eso, él no más es sólo Adán, eso es de la tierra. Ahora en adelante él es ish, que en hebreo significa hombre.
Ya se
inicia un aprendizaje enorme. El hombre
ve algo muy deseoso en las diferencias del cuerpo entre él y la mujer. Atraído por ellas, el hombre tendrá
prole. Sin embargo, en este momento no
puede entender el valor de esta eventualidad.
Son las diferencias internas que le llaman la atención en este momento.
Ella no es tan interesada en el placer como en el cariño. No le impresionan a ella tanto las ideas del
otro como su compasión a los que sufran.
Mientras él sueña de conseguir cada vez más tierra, ella tiene otro
sueño. Sobre todo desea vivir
harmoniosamente con la familia en una casita. Dándose cuenta de estas diferencias, el hombre
comienza a realizar su capacidad como ser humano. Asimismo la mujer estará haciéndose más
humana.
Los dos
– hombre y mujer – complementan y enseñan a uno y otro. Ayudándose mutuamente pueden desarrollar en personas
ambos fuertes y felices. Por esta razón
el hombre no es la pareja idónea para otro hombre. Ni es una mujer adecuada para ser esposa a
otra mujer. Faltan las diferencias que
requieren esfuerzos para superar. Sin
estos esfuerzos las dos personas estarán estancadas en el crecimiento como una
rama no puede florecer sin encontrar el sol.
Hay que
decir también que el crecimiento no se realiza de un día al otro. Más bien hace falta años para apreciar todo
que la persona del género opuesto ofrece.
Porque es un proceso lento y a veces penoso, tanto Jesús como Génesis
dicen que las parejas no son libres a quitarse de la relación. Existe otro motivo para mantener el
casamiento por toda la vida. Los dos no
sólo ayudan a uno y otro sino también a sus hijos. Tanto como es muy difícil educarse como
persona humana sin la pareja con sus diferencias ambas internas y externas,
también es duro para los niños crecer sin el apoyo de los dos padres en la
casa. Ellos reciben el inicio de su
aprendizaje para hacerse personas honorables tanto de su madre como de su
padre. Es cierto que necesitarán el
aporte un día de sus parejas en el matrimonio, pero un comienzo en la casa de nacimiento
es indispensable.
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