Vigésimo sexto domingo ordinario
(Números
11:25-29; Santiago 5:1-6; Marcos 9:38-43.45.47-48)
Una vez
el papa Francisco escandalizó a algunos católicos. Cuando era el arzobispo de Buenos Aires,
Jorge Bergoglio, el futuro papa, rezaba con los pentecostales. Aun recibió la bendición de sus ministros. “¿Cómo podría haberlo hecho?” preguntaron los
escandalizados: “¿No sabe que los papas del pasado condenaban tales actos como
subvirtiendo la fe católica?” Esta gente
suena como Juan en el evangelio hoy.
Cuando
Juan ve a un hombre expulsando demonios en el nombre de Jesús, se le queja al
Señor. Puede ser que Juan se preocupe porque el hombre no ha pedido permiso a
Jesús para usar su nombre. Otra
posibilidad es que tenga la envida porque unos versículos antes en este
evangelio los discípulos no podían echar un demonio. De todos modos Jesús corrige a Juan. A Jesús no le importa si la persona que hace
bien vive o no vive entre sus discípulos.
Lo importante es que sirva a la gente en necesidad vivir con la dignidad.
San
Agustín escribió que hay muchos que Dios tiene que la Iglesia no tiene, y hay
muchos que la Iglesia tiene que Dios no tiene.
Nosotros también tenemos que reconocer a los justos entre las otras
comunidades de fe, sean bautistas, metodistas, u otros. Asimismo hombres y mujeres justos alaban a
Dios en templos budistas y mezquitas musulmanes. El Espíritu Santo no es como el American
Express. No da su tarjeta de platino
sólo a un grupo selectivo.
Entonces:
“¿Por qué ser católico?” preguntamos.
¿Por qué programamos la misa en nuestros planes cada fin de semana? ¿Por qué aun los casados entre nosotros rechazan
el uso de anticonceptivos? Esperamos que
el motivo no sea sólo que nuestros padres nos criaron como católicos. Tampoco es suficiente la razón que nuestras
amistades son por la mayor parte católicas.
No, hemos escogido a ser católicos y queremos quedarnos así por razones
más profundas. En primer lugar, por ser
católicos escuchamos el evangelio cada domingo en la misa. Más importante aún, la
Iglesia católica nos ofrece el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo. No es poco este don. Se puede compararlo a la verdad y el amor que
la Iglesia ha conservado por casi dos mil años.
Particularmente
esta semana estamos orgullosos ser católicos.
Pues, nuestro pastor, el papa Francisco, está siendo acogido en nuestro
país como héroe. Él se ha probado como
santo tanto por hechos como palabras. Parece
que la visita al cárcel en Filadelfia es tan importante para él como el
encuentro con el presidente Obama en la Casa Blanca. En Nueva York no creo que esté más
entusiasmado a visitar a las Naciones Unidas que a ver una escuela para los
niños pobres. Como él trata de seguir a
Jesucristo con hechos tanto como con palabras que sigamos a él.
Que sigamos a Jesús con hechos tanto como con palabras.
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