EL TERCER DOMINGO DE ADVIENTO
(Sofonías
3:14-18; Filipenses 4:4-7; Lucas 3:10-18)
Se dice
que los evangelios nos presentan la encarnación, pero era San Francisco de Asís
que nos dio la Navidad. Este dicho refiere
al hecho que Francisco montó un pesebre en el pueblo de Grecio, Italia, repleto
con buey y burro vivos. El escenario
despertó la imaginación de la gente mientras el santo predicó “el bebé de
Belén”.
Pero
sabemos mejor. Sabemos que la Navidad es
una invención norteamericana. En una
pequeña parte proviene del poema escrito por un neoyorquino en 1823, “Una
visita de San Nicolás”. Aún más
significante la Navidad como se realiza en casi todas partes resulta de un
millón de empresas haciendo publicidad para vender sus productos. El propósito de la celebración se ha cambiado
desde el tiempo de San Francisco. En
lugar de honrar al Salvador del mundo, las gentes se aprovechan de las compras
para complacer sus antojos.
Muchos
de nosotros nos preguntamos si vale participar en el vértigo de compras
navideñas. Viendo la codicia de nuestros
niños al 25 de diciembre, nos preocupamos si hemos hecho algo malo. En muchas casas ellos reciben los regalos no
con agradecimiento sino como sus derechos.
Nos preguntamos si compramos regalos para tantas otras personas no como
muestras de aprecio sino para no avergonzarnos.
También estamos escandalizados con la cantidad de desgaste – la comida, la
ropa buena que repentinamente se hace anticuada, los arbolitos que se echan en
la basurero dentro de poco. Las advertencias de Juan en el evangelio hoy dan
eco en nuestra conciencia.
La gente
acude a Juan para buscar la orientación.
Quiere responder a su exhortación a arrepentirse pero no sabe
exactamente cómo hacerlo. Juan se les
dirige a los privilegiados entre ellos.
Los ricos con dos túnicas han de compartir una con el pobre. Los cobradores de impuestos no deben recoger
más que lo justo. Y los soldados no
deben aprovecharse de sus armas para tomar lo que no les correspondan. Su mensaje es primeramente social. Traslado a nuestros tiempos, ello sería que
consideremos más el bien de los necesitados. Sería que sigamos las propuestas del papa
Francisco para el Año jubilar de la misericordia.
En abril
Francisco anunció que el tiempo desde la fiesta de la Inmaculada Concepción de
María, el martes pasado, hasta la Solemnidad de Cristo Rey, el 20 de noviembre
de 2016, será dedicado a la misericordia.
Propuso que todos católicos contemplaran cómo han sido beneficiarios de
la misericordia. Sobre todo somos
beneficiados por tener a Jesucristo como nuestro amigo, maestro, y
salvador. Durante el Adviento tenemos
oportunidad particular para considerar este gran obsequio. Podemos compartir en nuestras familias no
sólo la historia del nacimiento de Jesús sino su significado para nuestras
vidas. Hacer esto antes de la cena
valdría infinitivamente más que salir para comprar otro tipo de juego
electrónico.
Casi de
igual importancia según el papa es que practiquemos las obras tradicionales de
la misericordia. Son de dos tipos: corporales
y espirituales. Por el primer tipo damos
de comer a los hambrientos y visitamos a los encarcelados. Por el segundo instruimos a aquellos que no
saben y consolamos a los tristes.
Podríamos cumplir estas y las demás por ser más atentos a nuestros hijos. Podemos llevarlos a visitar a tía María en el
hospital o a entregar comidas al dispensario por los pobres. Aprenderán la misericordia por ver a nosotros
tratando a los necesitados con la misericordia.
A veces
se refiere a este tercer domingo de Adviento como el Domingo Gaudete.
Esta palabra latín significa regocíjense. “Gózate y regocíjate…, Jerusalén” dice el profeta Sofonías en la
primera lectura. “Alégrense siempre en
el Señor”, dice san Pablo en la segunda.
El propósito es que la venida del Señor es muy cerca ya. Llegará trayéndonos la misericordia en un mil
formas. Llegará trayéndonos la
misericordia.
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