La
Fiesta del Bautismo del Señor
(Isaías
40:1-5.9-11; Tito 2:11-14.3:4-7; Lucas 3:15-16.21-22)
Hace
veinte años muchos países subdesarrollados estaban agobiados por la deuda externa.
Sus niños no tenían suficientes útiles
para estudiar en escuela. A sus ancianos
les faltaban los medicamentos necesarios para aliviar todos sus dolores. Los ingresos nacionales apenas eran
suficientes a pagar el interés de los préstamos contratados con bancos
internacionales. Al observar la
tragedia, el papa San Juan Pablo II decidió a actuar por los pobres. Incluyó en su programa para el jubileo 2000
una petición para cancelar las deudas de los países necesitados. Fue más que un gesto simbólico para llamar la
atención del mundo a la celebración. Fue
un acto concreto de la solidaridad. Con
un propósito semejante el papa Francisco ha declarado este año 2016 como el Año de la Misericordia. Las lecturas hoy nos enseñan que es el motivo
de Dios también en el envío de Su Hijo al mundo.
La
primera lectura toca el tema directamente:
“’…consuelen a mi pueblo,’ dice Dios, ‘…ya terminó el tiempo de su
servidumbre’”. Dios se manifiesta a sí
mismo como atento al dolor de su gente.
Ha visto su humillación en exilio bajo el puño de hierro de los
babilonios. Ya está para actuar en su
favor. La segunda lectura muestra Su
disposición misericordiosa por todos los pueblos. Les ha enviado un salvador para aliviarles de
las penas de sus pecados. El pasaje
evangélico nombra el salvador y lo representa recibiendo el Espíritu de la
compasión. Jesus va a repartir la
compasión hasta dar su vida natural por la gente para ganarle la vida eterna.
Nuestra
primera tarea durante este año es apreciar cómo Dios se ha demostrado
misericordioso hacia nosotros. Hemos
hecho varias cosas tontas por las cuales no hemos sufrido nada. ¿Quién no ha maltratado a un hermano o
hermana como niño a lo cual ya considera su mejor amigo? Después de darnos cuenta de la bondad de Dios
en nuestras vidas somos para llevarla a los demás. No hay carencia de personas en necesidad de
nuestra ayuda. A lo mejor trabajamos con
gentes deprimidas y desesperadas.
Ofrecer a ellos un oído por diez minutos podría ser una gran muestra de
misericordia.
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