LA SOLEMNIDAD DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD
(Éxodo
34:4-6.8-9; II Corintios 13:11-13; Juan 3:16-18)
La
señora Abigail Adams fue la mujer más famosa del tiempo de la Revolución
Americana. Su correspondencia amplia dejó una vislumbre del período. En una carta la señora Adams expresó disgusto
para el concepto de la Santa Trinidad. Dijo
francamente que no podía convencerse que el solo Dios es tres. Muchas personas son como ella. Pues la Santísima Trinidad es un misterio que
desafía la imaginación.
Cuando yo
era chico, pensaba que la Santísima Trinidad es como un trébol con tres hojas en
una planta. Pero ya sé que esta imagen
no guarda suficientemente bien la unidad de las tres personas. Algunos piensan que la Trinidad es como agua
con tres modos: el líquido, el hielo, y el vapor. Pero esta comparación no distingue bastante
las tres personas. Algunos tratan de
distinguir las tres personas por decir que el Padre es el creador, el Hijo es
el salvador, y el Espíritu es el santificador.
Pero la verdad es que el Padre también es salvador y santificador; el
Hijo también es creador y santificador; y el Espíritu también es Creador y
Salvador.
Entonces
¿cómo se puede distinguir entre las tres personas y mantenerlas uno? Sólo se puede decir que los tres son uno en
todo excepto su relación entre sí. Tienen
la misma naturaleza, la misma voluntad, y la misma mente. Pero el Padre no es ni el Hijo ni el
Espíritu. El Hijo no es ni el Padre ni
el Espíritu. Y el Espíritu no es ni el
Padre ni el Hijo.
Sí puede
ser gran reto aceptar todo esto pero no deberíamos decir que no es
importante. Pues la doctrina de la
Santísima Trinidad nos da una base para el amor mutuo. Como el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo
son uno en todo, así deberían ser nuestras familias y nuestras comunidades. La familia debe hacer sacrificios para tener
el mismo sentir y el mismo pensar. Asimismo
la parroquia debe esforzarse para ser unida en la fe y el amor.
La
familia de un médico joven demuestra esta unidad. El doctor tiene su clínica en un pueblo chico
para servir a los pobres rurales. También
participa en misiones médicas a países como Haití para servir a los indigentes. Pero siempre lo hace con el consentimiento de
su esposa. Dice el médico que por la
primera vez – porque sus hijas ya están bastante grandes – puede ella
acompañarlo en una misión. Son juntos en
el amor para uno y otra y para con los pobres.
Su relación imita el amor de la Santísima Trinidad.
Hoy
celebramos la Santísima Trinidad. Las
lecturas nos indican que la grandeza de Dios consiste en el amor. Como Moisés en la primera lectura queremos
pedir a Dios Padre que nos haga suyos por este amor. Como Pablo en la segunda
queremos exhortar a uno y otro a la paz por el Espíritu de amor residiendo en
nosotros. Y como el locutor en el evangelio, queremos reconocer que el Hijo nos
salva por este amor.
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