El domingo, 11 de junio de 2017

LA SOLEMNIDAD DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD

(Éxodo 34:4-6.8-9; II Corintios 13:11-13; Juan 3:16-18)

La señora Abigail Adams fue la mujer más famosa del tiempo de la Revolución Americana. Su correspondencia amplia dejó una vislumbre del período.  En una carta la señora Adams expresó disgusto para el concepto de la Santa Trinidad.  Dijo francamente que no podía convencerse que el solo Dios es tres.  Muchas personas son como ella.  Pues la Santísima Trinidad es un misterio que desafía la imaginación.

Cuando yo era chico, pensaba que la Santísima Trinidad es como un trébol con tres hojas en una planta.  Pero ya sé que esta imagen no guarda suficientemente bien la unidad de las tres personas.  Algunos piensan que la Trinidad es como agua con tres modos: el líquido, el hielo, y el vapor.  Pero esta comparación no distingue bastante las tres personas.  Algunos tratan de distinguir las tres personas por decir que el Padre es el creador, el Hijo es el salvador, y el Espíritu es el santificador.  Pero la verdad es que el Padre también es salvador y santificador; el Hijo también es creador y santificador; y el Espíritu también es Creador y Salvador.

Entonces ¿cómo se puede distinguir entre las tres personas y mantenerlas uno?  Sólo se puede decir que los tres son uno en todo excepto su relación entre sí.  Tienen la misma naturaleza, la misma voluntad, y la misma mente.  Pero el Padre no es ni el Hijo ni el Espíritu.  El Hijo no es ni el Padre ni el Espíritu.  Y el Espíritu no es ni el Padre ni el Hijo. 

Sí puede ser gran reto aceptar todo esto pero no deberíamos decir que no es importante.  Pues la doctrina de la Santísima Trinidad nos da una base para el amor mutuo.  Como el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo son uno en todo, así deberían ser nuestras familias y nuestras comunidades.  La familia debe hacer sacrificios para tener el mismo sentir y el mismo pensar.  Asimismo la parroquia debe esforzarse para ser unida en la fe y el amor.

La familia de un médico joven demuestra esta unidad.  El doctor tiene su clínica en un pueblo chico para servir a los pobres rurales.  También participa en misiones médicas a países como Haití para servir a los indigentes.  Pero siempre lo hace con el consentimiento de su esposa.  Dice el médico que por la primera vez – porque sus hijas ya están bastante grandes – puede ella acompañarlo en una misión.  Son juntos en el amor para uno y otra y para con los pobres.  Su relación imita el amor de la Santísima Trinidad.


Hoy celebramos la Santísima Trinidad.  Las lecturas nos indican que la grandeza de Dios consiste en el amor.  Como Moisés en la primera lectura queremos pedir a Dios Padre que nos haga suyos por este amor. Como Pablo en la segunda queremos exhortar a uno y otro a la paz por el Espíritu de amor residiendo en nosotros. Y como el locutor en el evangelio, queremos reconocer que el Hijo nos salva por este amor. 

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