EL CUARTO DOMINGO DE ADVIENTO
(II
Samuel 7:1-5.8-12.16; Romanos 16:25-27; Lucas 1:26-38)
Una
oración bella era dirigida a Jesús en la misa ortodoxa de la Navidad. La oración le pregunta que pudiera darle el
pueblo por su nacimiento. Entonces sugiere
el regalo perfecto – una madre pura y santa.
El evangelio hoy muestra la idoneidad de ese regalo.
Hay que
tener en cuenta la primera lectura para apreciar el evangelio. En ella el rey David quiere construir una
casa para el Señor Dios. Tiene en cuenta
un templo en lo cual se puede poner las tablas de la ley que reflejarán la
gloria de Dios. Pero Dios le informa a
David que no es de él para hacer la casa.
No se da la razón para el rechazo pero podemos imaginarlo sin
dificultad. La vida de David ha sido
manchada con varios pecados. Como
guerrero a lo mejor derramó más sangre que era necesaria en sus campañas. También tomó a la mujer de su prójimo y sigue
manteniendo un harén de concubinas.
Aunque Dios le perdone todo esto, David no es el indicado para la
construcción que dará gloria eterna a Dios.
En lugar
de David, Dios mismo construirá el templo digno de su gloria. Será algo inaudito. El templo en lo cual millones y millones de
gentes le dará la alabanza será el cuerpo de Su Hijo Jesucristo. Se extenderá
a todas partes de la tierra dondequiera que se encuentre sus
seguidores. Como el instrumento
principal en la construcción de este templo Dios utilizará a María de
Nazaret. Ella tiene las cualidades
necesarias para contribuir al proyecto.
En primer lugar ella es “llena de gracia”. Esto significa no sólo que es parte del
pueblo fiel de Israel sino también pura e inmaculada de constitución. Además ella es una virgen desposada con un
hombre de la estirpe de David. Así, ella
puede darle a Jesús la descendencia real a la vez que muestra el poder creativo
de Dios. Pues, sólo Dios podría crear a
un ser humano sin la fertilización del elemento femenino con el elemento masculino.
Finalmente,
María se manifiesta como la persona idónea cuando acepta la oferta de
Dios. Se identifica a sí misma como
“esclava del Señor” lista para hacer su voluntad. A veces se dice que María muestra duda sobre
la posibilidad de concebir mientras es virgen.
Es cierto que le pregunta al ángel: “’¿Cómo podrá ser esto…?’” Pero estas palabras indican más su deseo de
saber su tarea que su duda del poder de Dios.
Se puede notar el deseo de María para hacer todo lo que pueda en su
respuesta a las noticias sobre su parienta Isabel. Dice el evangelio que ella va presurosa para visitar
a la anciana inesperadamente embarazada.
Pronto
vamos a estar aprovechándonos del templo de Dios construido con la colaboración
de María. Especialmente en la misa
navideña hacemos hincapié en la presencia del Hijo de Dios entre nosotros como hombre. Junto con la virgen madre querremos pedirle
perdón de los pecados que manchan nuestras vidas. Junto con ella querremos manifestar nuestro
deseo a cumplir presurosos su voluntad.
Junto con ella querremos que nos llene de la gracia.
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