El domingo, 24 de diciembre de 2017

EL CUARTO DOMINGO DE ADVIENTO

(II Samuel 7:1-5.8-12.16; Romanos 16:25-27; Lucas 1:26-38)

Una oración bella era dirigida a Jesús en la misa ortodoxa de la Navidad.  La oración le pregunta que pudiera darle el pueblo por su nacimiento.  Entonces sugiere el regalo perfecto – una madre pura y santa.  El evangelio hoy muestra la idoneidad de ese regalo.

Hay que tener en cuenta la primera lectura para apreciar el evangelio.  En ella el rey David quiere construir una casa para el Señor Dios.  Tiene en cuenta un templo en lo cual se puede poner las tablas de la ley que reflejarán la gloria de Dios.  Pero Dios le informa a David que no es de él para hacer la casa.  No se da la razón para el rechazo pero podemos imaginarlo sin dificultad.  La vida de David ha sido manchada con varios pecados.  Como guerrero a lo mejor derramó más sangre que era necesaria en sus campañas.  También tomó a la mujer de su prójimo y sigue manteniendo un harén de concubinas.  Aunque Dios le perdone todo esto, David no es el indicado para la construcción que dará gloria eterna a Dios. 

En lugar de David, Dios mismo construirá el templo digno de su gloria.  Será algo inaudito.  El templo en lo cual millones y millones de gentes le dará la alabanza será el cuerpo de Su Hijo Jesucristo.  Se extenderá  a todas partes de la tierra dondequiera que se encuentre sus seguidores.  Como el instrumento principal en la construcción de este templo Dios utilizará a María de Nazaret.  Ella tiene las cualidades necesarias para contribuir al proyecto.  En primer lugar ella es “llena de gracia”.  Esto significa no sólo que es parte del pueblo fiel de Israel sino también pura e inmaculada de constitución.   Además ella es una virgen desposada con un hombre de la estirpe de David.  Así, ella puede darle a Jesús la descendencia real a la vez que muestra el poder creativo de Dios.  Pues, sólo Dios podría crear a un ser humano sin la fertilización del elemento femenino con el elemento masculino.

Finalmente, María se manifiesta como la persona idónea cuando acepta la oferta de Dios.  Se identifica a sí misma como “esclava del Señor” lista para hacer su voluntad.  A veces se dice que María muestra duda sobre la posibilidad de concebir mientras es virgen.  Es cierto que le pregunta al ángel: “’¿Cómo podrá ser esto…?’”  Pero estas palabras indican más su deseo de saber su tarea que su duda del poder de Dios.  Se puede notar el deseo de María para hacer todo lo que pueda en su respuesta a las noticias sobre su parienta Isabel.  Dice el evangelio que ella va presurosa para visitar a la anciana inesperadamente embarazada.


Pronto vamos a estar aprovechándonos del templo de Dios construido con la colaboración de María.  Especialmente en la misa navideña hacemos hincapié en la presencia del Hijo de Dios entre nosotros como hombre.  Junto con la virgen madre querremos pedirle perdón de los pecados que manchan nuestras vidas.  Junto con ella querremos manifestar nuestro deseo a cumplir presurosos su voluntad.  Junto con ella querremos que nos llene de la gracia. 

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