El domingo, el 31 de diciembre de 2017

La Sagrada Familia de Jesús, María y José

(Génesis 15:1-6.21:1-3; Hebreos 11:8.11-12.17-19; Lucas 2:22-40)

En el principio de la historia navideña los padres de Jesús se probaron obedientes a la ley romana.  Aunque es difícil con María embarazada, se parten a Belén para el censo.  En el evangelio de hoy parecen similarmente atentos a la ley judía.  La acatan por llevar a Jesús al Templo para su presentación a Dios.  Son como muchos padres en parroquias a través del mundo llevando a sus hijos al catecismo.  Quieren que sus hijos aprendan cómo vivir la fe para que sean conocidos como gente respetable.

Pero ser respetable no es igual a ser justa.  La familia tiene que poner en práctica las lecciones en la casa para que los chiquillos sigan a Jesucristo.  Además de rezar a Dios, la familia tiene que mostrar a sus niños cómo amar al prójimo.  Un hombre describe la lección que aprendió de su padre, un florista.  Dice que una vez su padre regaló la corona de Adviento que hizo el muchacho a una pobre del vecindario.  Cuando el hijo se quejó que la corona valía dinero, su padre le corrijo. Le dijo: “Un día aprenderás que no es la plata que cuenta en los ojos de Dios sino es la gente que cuenta”.

En el pasaje Simeón llama a Jesús la “luz que alumbra a las naciones”.  Se pruebe como un profeta cuando Jesús muestra al mundo cómo vivir en la paz.  Enseñará que el amor debido al prójimo en la ley antigua incluye a todos, sean amigos o no sean.  Nos llama Jesús a perdonar aun a nuestros enemigos como si fueran hermanos del mismo padre.  Pues en Dios realmente son así.  Sean de la misma ciudad o sean de otros rincones del mundo, tienen al mismo Dios como Su progenitor.

Nos cuesta cumplir las enseñanzas de Jesús particularmente cuando choquen con los valores corrientes.  Porque no le importa a muchos la mentira, estamos tentados a decir a nuestros hijos: “Díganle que no estoy en casa” cuando nos llama por teléfono una persona que nos moleste.  Ahora muchos tienen dificultad resistir la tentación de criticar a las personas que no se acuerden con nosotros.  Como algunos comentaristas en el televisor, querríamos echar insultos cada vez más bárbaros en lugar de moderar nuestras opiniones con el respeto. 

Los americanos tienen un cine preferido para el tiempo navideño.  Muchos miran a “Qué bello es vivir” para recordar el significado del tiempo.  La historia muestra a un hombre que siempre ayudaba a los demás.  Entonces enfrenta una crisis financiera en que él comienza a cuestionar la práctica de la bondad a los demás.  Piensa en tomar su propia vida por la desgracia que siente.  Pero Dios manda a un ángel que le convence una vez más que no es el dinero que cuenta sino la gente.  El mismo Dios nos ayudará cumplir el mandamiento de amor.


Sí, es la gente que cuenta. Por esta razón en este tiempo de pensar en el año nuevo queremos dedicarnos más fuerte que nunca al bien de los demás. En el año nuevo queremos dedicarnos aún más al bien de todos.

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