La Sagrada Familia de Jesús, María y José
(Génesis
15:1-6.21:1-3; Hebreos 11:8.11-12.17-19; Lucas 2:22-40)
En el
principio de la historia navideña los padres de Jesús se probaron obedientes a
la ley romana. Aunque es difícil con
María embarazada, se parten a Belén para el censo. En el evangelio de hoy parecen similarmente atentos
a la ley judía. La acatan por llevar a
Jesús al Templo para su presentación a Dios. Son como muchos padres en parroquias a través
del mundo llevando a sus hijos al catecismo.
Quieren que sus hijos aprendan cómo vivir la fe para que sean conocidos
como gente respetable.
Pero ser
respetable no es igual a ser justa. La
familia tiene que poner en práctica las lecciones en la casa para que los
chiquillos sigan a Jesucristo. Además de
rezar a Dios, la familia tiene que mostrar a sus niños cómo amar al prójimo. Un hombre describe la lección que aprendió de
su padre, un florista. Dice que una vez
su padre regaló la corona de Adviento que hizo el muchacho a una pobre del
vecindario. Cuando el hijo se quejó que
la corona valía dinero, su padre le corrijo. Le dijo: “Un día aprenderás que no
es la plata que cuenta en los ojos de Dios sino es la gente que cuenta”.
En el
pasaje Simeón llama a Jesús la “luz que alumbra a las naciones”. Se pruebe como un profeta cuando Jesús
muestra al mundo cómo vivir en la paz. Enseñará
que el amor debido al prójimo en la ley antigua incluye a todos, sean amigos o
no sean. Nos llama Jesús a perdonar aun a
nuestros enemigos como si fueran hermanos del mismo padre. Pues en Dios realmente son así. Sean de la misma ciudad o sean de otros
rincones del mundo, tienen al mismo Dios como Su progenitor.
Nos
cuesta cumplir las enseñanzas de Jesús particularmente cuando choquen con los
valores corrientes. Porque no le importa
a muchos la mentira, estamos tentados a decir a nuestros hijos: “Díganle que no
estoy en casa” cuando nos llama por teléfono una persona que nos moleste. Ahora muchos tienen dificultad resistir la
tentación de criticar a las personas que no se acuerden con nosotros. Como algunos comentaristas en el televisor, querríamos
echar insultos cada vez más bárbaros en lugar de moderar nuestras opiniones con
el respeto.
Los
americanos tienen un cine preferido para el tiempo navideño. Muchos miran a “Qué bello es vivir” para
recordar el significado del tiempo. La
historia muestra a un hombre que siempre ayudaba a los demás. Entonces enfrenta una crisis financiera en
que él comienza a cuestionar la práctica de la bondad a los demás. Piensa en tomar su propia vida por la desgracia
que siente. Pero Dios manda a un ángel
que le convence una vez más que no es el dinero que cuenta sino la gente. El mismo Dios nos ayudará cumplir el
mandamiento de amor.
Sí, es
la gente que cuenta. Por esta razón en este tiempo de pensar en el año nuevo queremos
dedicarnos más fuerte que nunca al bien de los demás. En el año nuevo queremos
dedicarnos aún más al bien de todos.
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