EL SEGUNDO DOMINGO DE ADVIENTO
(Isaías
4:1-5.9-11; 2 Pedro 3:8-14; Mark 8:1-8)
Oímos las
primeras palabras del evangelio, pero ¿son sensibles nuestros oídos a su
significado? Lo dudo. Pues cuando dicen “Evangelio de Jesucristo”,
pensamos en lo religioso. No nos damos
cuenta que “el evangelio” es la buena noticia de la salvación. Para apreciar el impacto de esta frase,
tenemos que imaginar la comunidad por la cual san Marcos escribe su obra. Los miembros viven entre amenazas y
peligros. En primer lugar las morales del
tiempo condonan la fornicación, el adulterio, y la sodomía. La gente recta se ha hecho cristianos para escapar
estos y otros vicios. Pero todavía se prohíbe
el cristianismo en el imperio romano. Se
podía traicionar a los cristianos por venganza, capricho, o cualquier motivo. También
muchos entre ellos son pobres sin recursos y mucho menos la influencia.
Se puede
comparar la comunidad de Marcos con los judíos en Babilonia en la primera
lectura. Los judíos son exiliados en una
ciudad lejana en medio de un desierto. Los
babilonios los tratan como siervos. Sienten
agotados del trabajo pero más que esto deseosos para su patria donde podrían
practicar su fe. Entonces escuchan una
voz diciendo: “Consuelen, consuelen a mi pueblo”. De repente, se levantan sus ánimas. Dios quiere construir un camino por el páramo
para que puedan volver a Jerusalén.
En un sentido
nosotros cristianos hoy en día vivimos una situación semejante a la de la comunidad
de Marcos y del pueblo judío en Babilonia.
Como ellos tenemos retos fuertes en todos lados. ¿No nos sentimos marginalizados en un grupo cuando
no nos riamos de chistes verdes? ¿No estamos
agotados de pedir a nuestros hijos que se aprovechen de la presencia del Señor en
la misa dominical? ¿No estamos cansados
de ser pedidos a contribuir a las docenas de causas que tiene la Iglesia?
Sin embargo,
ya hemos escuchado una llamada a la reforma
en la sociedad. Se han revelado los acosamientos de los líderes de la industria de
entretenimiento y de la política. Como
ha enseñado la Iglesia desde su principio, los periódicos ya dicen que el sexo
libre es injusto. Hace dos semanas un
diario destacó la opinión de una mujer sobre los ultrajes recientemente
expuestos. Dijo la escritora que cree lo
una vez escuchó de un padre católico que el problema queda con la píldora
anticonceptiva. Según el cura (y la Iglesia)
cuando se separe las relaciones íntimas de la concepción, los hombres van a
verlas como cualquier otro deseo.
A lo
mejor la reforma no será ni suficiente ni duradera. Las atracciones del mal son fuertes. Mucha gente no quiere dejar el placer ilícito
del sexo fuera del matrimonio. No quiere
hacer caso a la voz de Juan en el desierto proclamando que el Señor está cerca.
Su apariencia nos indica lo que es necesario
para hacer frente al problema. Su
vestido de pelo de camello y su comida de saltamontes insisten que limitemos nuestros
deseos. En lugar de satisfacer los antojos, tenemos que disciplinar nuestra
voluntad de modo que busque la justicia para todos.
Las
palabras de Juan también valen nuestra atención. No habla de sí mismo; al contrario, se llama
a sí mismo como sólo un siervo a el que viene detrás de él. Dice que este, que conocemos como Jesús, va a
bautizar con el Espíritu Santo. Eso es, su
bautismo no sólo quitará los pecados individuales sino formará a todos en una
comunidad del amor. Siguiendo a Jesús, vamos
a cumplir el deseo verdadero de nuestro corazón.
Este tiempo
de Adviento es para contarnos cuan cerca está Jesús. Es como la pita de un tren anunciando su
venida. Viene para levantar nuestros
espíritus y para suprimir las fuerzas del mal que nos rodean. De hecho, ya se puede sentir su presencia. Está en
medio del coro de la iglesia ensayando para la misa del gallo. Está en los hombres y mujeres preparando los canastos
de comida para los pobres. Está en los
saludos cordiales que tenemos para todos – tanto desconocidos como amigos. Está cerca Jesús.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario