El domingo, 10 de diciembre de 2017

EL SEGUNDO DOMINGO DE ADVIENTO

(Isaías 4:1-5.9-11; 2 Pedro 3:8-14; Mark 8:1-8)

Oímos las primeras palabras del evangelio, pero ¿son sensibles nuestros oídos a su significado?  Lo dudo.  Pues cuando dicen “Evangelio de Jesucristo”, pensamos en lo religioso.  No nos damos cuenta que “el evangelio” es la buena noticia de la salvación.  Para apreciar el impacto de esta frase, tenemos que imaginar la comunidad por la cual san Marcos escribe su obra.  Los miembros viven entre amenazas y peligros.  En primer lugar las morales del tiempo condonan la fornicación, el adulterio, y la sodomía.  La gente recta se ha hecho cristianos para escapar estos y otros vicios.  Pero todavía se prohíbe el cristianismo en el imperio romano.  Se podía traicionar a los cristianos por venganza, capricho, o cualquier motivo.   También muchos entre ellos son pobres sin recursos y mucho menos la influencia.

Se puede comparar la comunidad de Marcos con los judíos en Babilonia en la primera lectura.  Los judíos son exiliados en una ciudad lejana en medio de un desierto.  Los babilonios los tratan como siervos.  Sienten agotados del trabajo pero más que esto deseosos para su patria donde podrían practicar su fe.  Entonces escuchan una voz diciendo: “Consuelen, consuelen a mi pueblo”.  De repente, se levantan sus ánimas.  Dios quiere construir un camino por el páramo para que puedan volver a Jerusalén.

En un sentido nosotros cristianos hoy en día vivimos una situación semejante a la de la comunidad de Marcos y del pueblo judío en Babilonia.  Como ellos tenemos retos fuertes en todos lados.  ¿No nos sentimos marginalizados en un grupo cuando no nos riamos de chistes verdes?  ¿No estamos agotados de pedir a nuestros hijos que se aprovechen de la presencia del Señor en la misa dominical?  ¿No estamos cansados de ser pedidos a contribuir a las docenas de causas que tiene la Iglesia?

Sin embargo, ya  hemos escuchado una llamada a la reforma en la sociedad.  Se han revelado los  acosamientos de los líderes de la industria de entretenimiento y de la política.  Como ha enseñado la Iglesia desde su principio, los periódicos ya dicen que el sexo libre es injusto.  Hace dos semanas un diario destacó la opinión de una mujer sobre los ultrajes recientemente expuestos.  Dijo la escritora que cree lo una vez escuchó de un padre católico que el problema queda con la píldora anticonceptiva.  Según el cura (y la Iglesia) cuando se separe las relaciones íntimas de la concepción, los hombres van a verlas como cualquier otro deseo.

A lo mejor la reforma no será ni suficiente ni duradera.  Las atracciones del mal son fuertes.  Mucha gente no quiere dejar el placer ilícito del sexo fuera del matrimonio.  No quiere hacer caso a la voz de Juan en el desierto proclamando que el Señor está cerca.  Su apariencia nos indica lo que es necesario para hacer frente al problema.  Su vestido de pelo de camello y su comida de saltamontes insisten que limitemos nuestros deseos.  En lugar de satisfacer  los antojos, tenemos que disciplinar nuestra voluntad de modo que busque la justicia para todos.

Las palabras de Juan también valen nuestra atención.  No habla de sí mismo; al contrario, se llama a sí mismo como sólo un siervo a el que viene detrás de él.  Dice que este, que conocemos como Jesús, va a bautizar con el Espíritu Santo.  Eso es, su bautismo no sólo quitará los pecados individuales sino formará a todos en una comunidad del amor.  Siguiendo a Jesús, vamos a cumplir el deseo verdadero de nuestro corazón.


Este tiempo de Adviento es para contarnos cuan cerca está Jesús.  Es como la pita de un tren anunciando su venida.  Viene para levantar nuestros espíritus y para suprimir las fuerzas del mal que nos rodean.  De hecho, ya se puede sentir su presencia.   Está en medio del coro de la iglesia ensayando para la misa del gallo.  Está en los hombres y mujeres preparando los canastos de comida para los pobres.  Está en los saludos cordiales que tenemos para todos – tanto desconocidos como amigos.  Está cerca Jesús. 

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