(Jeremías
31:31-34; Hebreos 5:5-7; Juan 12:20-33)
Podemos
notar que las lecturas de la misa hoy no hablan de arrepentimiento y sacrificio
como en la primera parte de Cuaresma. Estas
lecturas presumen que nos hemos preparado suficientemente para acompañar a Jesús
por su muerte ardua y su resurrección gloriosa.
En un sentido estamos como los griegos en el evangelio que quieren ver a
Jesús. Ellos constituyen un signo que la
etapa final de la obra de la salvación ya puede comenzar. Nosotros queremos vivir de nuevo el misterio
de la salvación para ser sus beneficiarios.
Jesús da
una parábola para indicar lo que está para tener lugar. Dice que su muerte producirá la vida en
abundancia como la semilla desbaratándose en la tierra produce mucho fruto.
Para entender lo que significan estas palabras recordémonos lo que dijo el sumo
sacerdote Caifás anteriormente en este Evangelio de San Juan. Cuando los judíos debatían en el Sanedrín que
hacer con Jesús, Caifás declaró: “’… es mejor que muera un solo hombre por el
pueblo y no que perezca toda la nación’” (Juan 11:50). Esto no fue la opinión de un fulano sino el
anuncio de parte del representante de Dios más alto en el pueblo judío. A lo mejor Caifás no se dio cuenta cuan
verdaderas fueran sus palabras. No
obstante, muestran lo que Dios ha ordenado por el mundo. Dios quiere que Jesús dé su vida para que el
pueblo judío y, en torno, toda la humanidad tengan la vida eterna.
Si somos
como los griegos que dicen que quieren ver a Jesús, también somos como Jesús
mismo cuando dice: “’Ahora…tengo miedo’”.
Jesús tiene miedo por el sufrimiento atroz que va a aguantar. Se indica el dolor en la segunda lectura de
la Carta a los Hebreos. Dice: “A pesar
de que era el Hijo, aprendió a obedecer padeciendo…” Por supuesto, es la ordalía de su crucifixión que
se refiere aquí. Seguramente hoy en día tal
castigo sería considerado como tortura inhumana.
¿De qué
tenemos miedo nosotros? Cada uno tiene
su propia historia. Pero creo que muchos
tenemos miedo por nuestros seres queridos que no más siguen el camino de
Jesucristo. En cambio de la esperanza para
la vida eterna, ellos quieren procurarse las recompensas del mundo corriente. Dejan de recibir los sacramentos. A su
extremo sólo buscan el placer mientras evitan toda responsabilidad. Particularmente hay causa de miedo si nuestros
queridos se encuentran en la segunda categoría.
Y si
decimos con Jesús “Ahora…tengo miedo”, también diremos consigo, “Padre, dale
gloria a tu nombre”. Esto es tanto un
compromiso de parte de nosotros por Jesús como es una petición de Jesús por
nosotros. Pues Dios es glorificado
cuando hagamos obras buenas por los demás.
Dios es glorificado, por ejemplo, por Doña Carmen que pasa todos los
martes visitando a los enfermos de un hospital en Puerto Rico.
En la
primera lectura el profeta Jeremías cuenta al pueblo de Jerusalén que Dios va a
hacer una alianza nueva con ellos. Dice
que la alianza lo hará en un pueblo fiel a su voluntad. En torno, la alianza nueva hará al Señor su Dios
para siempre. No más serán ellos laxos
en llevar a cabo su compromiso al Señor.
Pues la alianza será escrita en el corazón de cada uno de modo que no
pueda ser tomada a la ligera. Esta
alianza ha sido establecida por la pascua de Jesús que vamos a celebrar dentro
de poco.
Se dice
que el Jueves Santo, el Viernes Santo, y el Sábado de la Gloria no son tres
servicios distintos sino constituyen una sola celebración. Juntos el servicio de los tres días presenta
de nuevo la historia de nuestra salvación del pecado y la muerte. Qué comience pronto. Qué realicemos una vez más la victoria de
Jesucristo por nosotros. Qué sea escrita
en nuestros corazones para que nunca busquemos solo el placer y evitemos toda
responsabilidad. Qué realicemos pronto
la historia de nuestra salvación.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario