EL DECIMOQUINTO DOMINGO ORDINARIO
(Amós
7:12-15; Efesios 1:3-14; Marcos 6:7-13)
“El
pueblo de la alabanza” (en el inglés, “The People of Praise”) se dedica a la
gloria de Dios. Es organización ecuménica
que en primer lugar ofrece la alabanza a Jesucristo. También trabaja para una sociedad donde todos
vivan en la paz. Se sacrifica para que todos
– tanto los negros como los blancos, tanto los pobres como los ricos – conozcan
el amor de Cristo. Este pequeño
movimiento recibió alguna atención la semana pasada cuando una de sus miembros
fue mencionada como posibilidad de ser nombrada a la Corte Suprema. Aunque no fue escogida ella, “El pueblo de la
alabanza” vive la esperanza de Jesús en el evangelio hoy.
Jesús
envía a sus apóstoles para predicar el arrepentimiento. Quiere que los pueblos se preparen para el
Reino de Dios. El arrepentimiento significa que los individuos cambien su corazón.
Donde son duros, que sean tiernos. Donde
se llenan de porquería, que se purifiquen.
El corazón tierno y puro siempre buscará el bien de la otra persona, no a
dominarla.
Para facilitar su
misión Jesús otorga a los apóstoles el poder sobre los espíritus impuros. Se puede pensar en estos espíritus como
demonios pero tal vez sea mejor que los consideremos como los vicios. Usualmente se nombran los siete pecados
capitales como los vicios principales.
Estos incluyen la soberbia, la
avaricia, la lujuria, y la ira. Se puede
facilitar el recordar de estos tropiezos a la felicidad verdadera por pensar en
los cuatro “p”. Los vicios son el deseo
desordenado para el prestigio, la plata, el placer, y el poder. Purificada de estos deseos, la persona está
lista para acoger a Dios en su reino.
Sin embargo, la evangelización tiene objetivo más allá
que la conversión personal. También
quiere transformar la cultura en que la gente vive. Al menos es lo que dijo el papa San Pablo VI,
el pionero de la nueva evangelización. Según él, la cultura evangelizada se
conforma de “los criterios de juicio,
los valores determinantes,… y los modelos de vida” del evangelio. Se realiza cuando la gente juzgue al otro por
el “contenido de su carácter” y no por su cuenta de banco. Se ve donde los héroes de los jóvenes sean los
humanitarios como Martin Luther King y no, si me permiten decirlo hoy, los futbolistas
como Ronaldo.
Jesús también
insiste que los apóstoles viajen como pobres.
No han de llevar “ni pan, ni mochila, ni dinero en el cinto”. A lo mejor tiene dos fines en cuenta cuando enfatiza
la sencillez radical en el camino.
Primero, quiere que ellos conozcan la Providencia de Dios que siempre es
más amplia que se piense. Como se
demostró con los muchachos en Tailandia atrapados en la cueva, Dios proveerá. También, desea que los misioneros se den
cuenta de que los pueblos ya son evangelizados en parte. El Espíritu Santo les ha precedido rindiendo
a la gente que visitarán amistosa. Por
eso muchos misioneros regresan a su tierra nativa diciendo que ellos mismos han
experimentado conversión.
En la segunda
lectura el autor de la Carta a los Efesios describe el propósito de la
evangelización. Es el plan de Dios Padre
que todos nosotros seamos “santos e irreprochables a sus ojos, por el
amor…” Somos llamados a ser como Cristo los
hijos y las hijas de Dios. Tenemos la
vida eterna como destino cuando el contenido de nuestros caracteres se conforme
al evangelio. Es Jesucristo que ha
enviado a los apóstoles para traernos este evangelio. Damos alabanza a Dios en esta misa y siempre
por él.
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