El domingo, 28 de octubre de 2018


EL TRIGÉSIMO DOMINGO ORDINARIO

(Jeremías 31:7-9; Hebreos 5:1-6; Marcos 10:46-52)


Hay una historia anciana acerca de un genio y un pescador.  En la tierra de mitos los genios son espíritus inteligentes.  Pasó que el genio se atrapaba en una botella tirada en el mar.  El pescador encontró la botella, y la abrió.  Salió el genio muy agradecido a su libertador.  Le dijo: “¿Qué quieres que haga por ti?”  Ésta es la misma pregunta que Jesús dirige al ciego en el evangelio hoy.  También es la pregunta que le dirigió a Santiago y Juan en el evangelio hace ocho días.  Comparando las respuestas de los dos grupitos, podemos aprender algo valioso para la vida de hoy en día.

Dios Padre nos ha enviado a Su Hijo como señal de Su amor.  Por eso Jesús nos pregunta a nosotros tanto como a los hijos de Zebedeo y al ciego: “’¿Qué quieres que haga por ti?’”  No querremos desgastar la oportunidad pidiendo un favor frívolo: que sea un día bonito mañana por ejemplo.  Ni querremos pedir algo vano como que me toque la lotería.  Este es el tipo de deseo que expresan Santiago y Juan cuando respondieron a Jesús que se sentaran uno a su derecha y el otro a su izquierda en su Reino.

Sería mucho más provechoso si respondemos a la pregunta de Jesús como el ciego Bartimeo.  El dice: “’Maestro, que pueda ver’”.  No deberíamos pensar que ya tenemos la vista.  Sí a lo mejor podemos distinguir el color rojo del color azul y un círculo de un cuadrado.  Sin embargo, no las propiedades físicas de las cosas que no vemos claramente sino su verdadero valor.  La capacidad de determinar lo que es realmente beneficioso para nosotros y lo que nos hará daño es lo que significa: “’...que pueda ver’”.  Para probar que esto es lo que quiere Bartimeo sólo tenemos que mirar lo que hace cuando recupera la vista.  No invita a sus compañeros a celebrar su dicha.  Ni regresa a casa para enseñarse a su familia.  No, el evangelio lo pone de relieve: “…comenzó a seguirlo (eso es, a Jesús) por el camino”.  En otras palabras al recibir la vista de Jesús, Bartimeo se hace en discípulo del Señor.

Y ¿qué querríamos buscar con una verdadera vista?  Una cosa que querría buscar yo es lo bueno de otras gentes y no primeramente sus faltas.  Muchas veces juzgo mal por fijarme en lo negativo de personas y de grupos.  Si podría fijarme en sus buenas características, me haría menos cínico y más contento.  Otra cosa que querría buscar en este año de elecciones es los políticos con una preocupación por los vulnerables.  Tengo en cuenta aquí a los candidatos que defenderán a los no nacidos, a los pobres, y a los inmigrantes.  Finalmente, querría buscar más colaboración entre los laicos y los sacerdotes. Querría ver a los sacerdotes compartiendo tanto el ministerio como el conocimiento del Señor. 

Si yo fuera a buscar células sanas entre células cancerosas bajo un microscopio, no podría verlas.  Pero un biólogo competente no tendría ninguna dificultad hacerlo.  Pues, tiene la vista para distinguir los diferentes tipos de células.  Nosotros queremos una vista semejante.  No nos importe la capacidad de distinguir entre las células, pero sí queremos distinguir lo bueno de lo malo.  Lo podemos hacer por seguir a Jesús.  Como Bartimeo en este evangelio, queremos seguir a Jesús.  

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