EL SEXTO DOMINGO ORDINARIO
(Jeremías
17:5-8; I Corintios 15:12.16-20; Lucas 6:17.20-26)
¿Era
Jesús comunista? La pregunta puede
parecer tonta. Sin embargo, muchas
personas han pensado en Jesús así. En el
evangelio hoy Jesús dice: “Dichosos ustedes los pobre…” y “Ay de ustedes, los
ricos,…” Estas frases suenan parecidas a
la predicción del fundador del comunismo, Karl Marx. Él escribió de una gran revolución que iba a volcar
el orden reinante. En su parecer los
trabajadores tomarían control de las fuentes de la producción de los
capitalistas. Entonces compartirían los beneficios de su labor a todos según la
necesidad de cada uno. La visión de Marx
corresponde con el reporte en los Hechos de los Apóstoles de la primera
comunidad cristiana. Según este informe,
todos los bienes fueron repartidos “según las necesidades de cada uno”.
Sin
embargo, el gran espíritu de compartir en de los Hechos no duró mucho
tiempo. En el pasaje que sigue una
pareja trató de engañar a los apóstoles por guardar parte de su dinero para sí
misma. También San Pablo escribe de la
desigualdad entre los corintios. Regaña
a la comunidad por permitir que algunos pasen hambre. Hoy en día atestiguamos una situación
curiosa. Son los ricos que muy seguido
practican la fe mientras los pobres en muchos casos la han dejado. En muchas partes es la gente con recursos que
asiste en la misa, que se casa antes de tener a hijos, y que no divorcia. Entretanto los pobres por gran parte han
abandonado estas morales básicas.
En la
segunda lectura Pablo menciona otro criterio para contarse como cristiano. Dice que aquellas personas que no creen en la
resurrección de la muerte son “los más infelices”. Ellos malentienden el propósito de
Cristo. Piensan que Cristo llegó para
transmitir valores que les ayudaran en la tierra. Pero no era así. Cristo vino para formar una comunidad del amor
entre todos – ricos y pobres, mujeres y hombres, judíos y no judíos. Esta comunidad conocerá el Reino aquí en la
tierra por un tiempo y en la vida eterna para siempre.
En la
primera lectura Jeremías revela el verdadero contraste en los ojos de Dios. No es entre ricos y los pobres sino entre aquellos
que confían en los hombres y aquellos que ponen su esperanza en Dios. Las personas que tienen confianza en Dios
siguen sus mandamientos. Cuidan a los
pobres; no engañan a nadie; y dan al Señor la gloria. Sean latifundistas con muchos medios o sean campesinos
con pocos quedarán como robles altos y robustos. Es el contrario con los que confían en los
hombres. Ellos siempre hacen tramas para
aumentar su riqueza. No se preocupan por
los necesitados sino por modos de gastar su dinero en placeres y comodidades.
Ahora
podemos ver la intención de Jesús dando estas bienaventuranzas y
maldiciones. No quiere elogiar a los
pobres porque son pobres sino por mantener a Dios como su rey. Jesús los aprueba
porque ellos han venido a escucharlo explicar la voluntad de Dios. De manera semejante Jesús no reprocha a los
ricos por tener riquezas. Más bien los
critica porque no ayudan a los necesitados con su fortuna. A través del evangelio Jesús muestra la
bondad con los ricos generosos. Acepta la
compañía de las mujeres que lo apoyan con sus recursos. Visita la casa de Zaqueo que promete dar la
mitad de sus bienes a los pobres.
Hace
muchos años se decía este cuento como visión del infierno y el cielo. En el infierno los malditos tienen gigantes
tenedores atados a sus brazos. Tratando
como quisieran, nadie puede alimentarse a sí mismo. Pues no pueden doblar el brazo de modo que el
tenedor llegue a su boca. En el cielo los benditos también tienen tenedores
atados a sus brazos. Sin embargo, todos son
bien alimentados. Pues en lugar de
tratar de alimentar a sí mismos, les dan a comer a uno y otro. Así Jesús describe el Reino de Dios: una
comunidad del amor entre todos – ricos y pobres, mujeres y hombres, judíos y no
judíos.
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